No importa lo que recordemos como nuestro,
historia, pasado, manera de vivir;
en todo aspecto yace el bien innato,
pues el Amor siempre está presente, y el sentido immortal
desconoce al mal. El amor de Dios se muestra
en nuestra capacidad para expresar el bien,
en compañerismo, en justicia. De éstos brotan
un juicio más recto y una sabiduría arraigada en
amor abnegado. Luego desaparecerán en el olvido
el efecto y los errores de la mortalidad,
reemplazados por la consciencia del bien eterno,
que el Amor revela progresivamente durante toda la eternidad;
y el hombre — creado a la imagen de Dios — se revelará
sano y armonioso, libre, por el Amor sostenido.
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