A una temprana edad, comencé a leer y ver con regularidad material pornográfico. Aunque educado en un hogar de Científicos Cristianos, en ese tiempo no veía ningún mal en esa actividad.
Cuando estaba en la universidad empecé a darme cuenta de lo ilógico que era leer y ver pornografía y también estudiar Ciencia Cristiana. Hice un verdadero esfuerzo por liberarme de ese hábito, y sentí que lo había logrado con éxito. Sin embargo, después de haber terminado mis estudios universitarios esa tendencia volvió a surgir en forma aún más intensa. Entonces me di cuenta de que esto era algo más que un mero hábito; se había vuelto una manera de pensar. Me di cuenta de que para contrarrestar esto era necesaria una regeneración y purificación de consciencia.
La experiencia me había demostrado que cuanto más profundamente me absorbía en la pornografía, menos era capaz de percibir mi verdadera identidad como hijo de Dios. La Sra. Eddy escribe (Ciencia y Salud, pág. 550): “La contemplación continua de la existencia como material y corporal, — como teniendo comienzo y fin, y con nacimiento, decadencia y disolución como fases constituyentes — oculta la Vida espiritual y verdadera y hace que nuestro estandarte se arrastre por el polvo”.
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