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Una lección sobre persistencia

Del número de junio de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Los lunes temprano por la tarde, el Sr. Ramírez pasaba a buscar a Sara para llevarla a su casa donde ella cuidaba de la hijita de él. Sara iba tres o cuatro veces por semana a cuidar de la niña de la familia Ramírez.

Ese lunes el Sr. Ramírez llegó un poco más tarde que de costumbre, con un semblante preocupado. Explicó que había estado buscando a Greyling, el gato gris, de pelaje espeso, de los Ramírez, que desde el jueves por la tarde no había regresado a su casa. Los Ramírez estaban bastante preocupados pensando que tal vez Greyling no podría encontrar el camino de regreso. Ellos se habían mudado hacía poco tiempo a un departamento nuevo en un complejo de edificios que eran todos iguales y rodeados de extensos campos de maíz.

Durante el trayecto hacia la casa de los Ramírez, Sara trató de tranquilizar al Sr. Ramírez. Le dijo que estaba segura de que Greyling estaba bien, y que regresaría de un momento a otro. Deseaba llegar cuanto antes al departamento para poder pensar con tranquilidad durante algunos momentos acerca de la situación.

Después de darle de comer a la bebé y de acostarla a dormir la siesta, Sara se acomodó en el sofá de la sala a orar. Comenzó por declarar en silencio que hay una Mente — Dios — y que ésta es la única Mente que gobierna la creación. Pensó: “Y, por supuesto, esta creación incluye a Greyling. Él es una idea de Dios, y una idea no puede nunca perderse o estar fuera de su lugar en la Mente”. Sara sabía que cada una de las ideas de Dios vive a salvo y armoniosamente en la Mente, y que Greyling existía en ese mismo momento en esa Mente y era gobernado por ella. Continuó razonando: “Todas las ideas de Dios reflejan inteligencia, y porque esto es cierto, yo sé que la Mente está dirigiendo a Greyling hacia donde pertenece”. Esto estaba en consonancia con lo que la Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “Todo aquello que es gobernado por Dios jamás está privado ni por un instante de la luz y el poder de la inteligencia y la Vida”.Ciencia y Salud, pág. 215.

Luego de afirmar estas verdades en silencio, Sara dejó de preocuparse y supo que la situación estaba bajo control. Es más, ella esperaba ver a Greyling ya mismo en su lugar habitual frente a la ventana del patio. Pero, ocurrió que para las 7.30 p.m., cuando el Sr. Ramírez regresó a casa, todavía no había señales de Greyling.

Cuando llegó el papá de Sara a buscarla para llevarla a casa, Greyling aún no había aparecido. Sara se sintió tentada a pensar que quizás, después de todo, algo no andaba bien. Mientras se alejaban del departamento, estuvo a punto de contarle a su papá las tristes nuevas acerca de Greyling. Pero justo en el momento en que le vino esa sugestión, pensó: “¡No! Una idea de Dios nunca se pierde, nunca está fuera del lugar que le corresponde en la Mente”. En ese mismo momento miró por la ventanilla, y allí mismo en el campo de maíz, que estaba tan oscuro como la boca del lobo, Sara vio un par de ojos brillantes, unos ojos dorados.

Ella exclamó: “¡Para el auto!” Su padre frenó, y unos momentos más tarde Sara corrió hacia el departamento con Greyling fuertemente apretado en sus brazos.

En el trayecto a su casa, Sara le contó a su papá cómo Greyling había sido hallado. Sara nunca olvidó la importante lección de Ciencia Cristiana que aprendió ese día: que aunque las evidencias de la armonía parezcan no manifestarse enseguida, eso no significa que no se haya tenido en cuenta la situación. Cuando la solución de problemas de enfermedad o de carencia ha tardado en manifestarse a pesar de orar mucho, la experiencia con Greyling le ha servido para rechazar la sugestión de que no se ha hecho ningún progreso y continuar afirmando pacientemente la verdad acerca de la situación. Y la curación siempre ha sido el resultado de esta continua afirmación.

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