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La Mente ve

Del número de junio de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La vista es una facultad eterna de la Mente infinita, Dios. No es ni orgánica ni transitoria. El hombre, por ser la idea de Dios, está dotado de este discernimiento claro, definido y permanente.

La vista es la actividad de la consciencia divina que todo lo ve. Esta facultad está incluida en la omniacción de Dios. Su alcance es infinito, expresa la omnipresencia de la Mente; su claridad refleja el resplandor de la Verdad; su enfoque manifiesta la precisión invariable del Principio divino; y su permanencia está basada en la perpetuidad del Ego único. Por lo tanto, la visión verdadera manifiesta el alcance, la claridad, el enfoque y la perpetuidad de la consciencia divina.

La Mente inmortal es la única causa, la cual existe por sí misma y se expresa a sí misma en el hombre y en el universo. Las ideas de la Mente existen dentro de la consciencia divina; nunca pueden estar fuera de ella. La naturaleza de cada idea, su sustancia y forma, es concebida y mantenida por la Mente. El creador está eternamente consciente de toda idea, tanto en el aspecto general como en el del más delicado detalle de su identidad.

El hombre es la idea más elevada de la Mente. Su discernimiento no es una facultad separada, sino la manifestación de la Mente que todo lo ve. El hombre percibe claramente su origen, su propia identidad, y su relación con su Hacedor.

Puesto que la Mente es infinita, no existe poder opuesto que nuble la verdadera visión, ni hay separación entre la Mente y su imagen. No puede haber neblina en la infinitud de la Verdad. La facultad de la vista no puede deteriorarse o ser destruida. Permanece por siempre intacta.

El sentido mortal contradice estos hechos. Describe al hombre como físicamente sensible, insiste en que la vista es una facultad de la carne, orgánica y temporal.

Esta neblina, el sentido material de la existencia, es el error básico que ocasiona los problemas de la vista. El Cristo penetra esta neblina con la luz de la Verdad. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), escribe: “La Ciencia declara que la Mente, y no la materia, ve, oye, siente y habla”.Ciencia y Salud, pág. 485.

El profeta previó el poder del Cristo al decir: “... para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas”. Isa. 42:7. El ministerio sanador de Cristo Jesús cumplió esta profecía de Isaías. Cuando Jesús sanó al hombre ciego de nacimiento declaró: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él” y “Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean”. Juan 9:3, 39.

El mismo poder sanador del Cristo puede ser demostrado en el siglo veinte. Mediante la aceptación individual de la revelación de la Ciencia Cristiana, la luz de la Verdad disipa la neblina del sentido material y sana la vista física deficiente. Este sagrado oficio del Cristo revela las obras de Dios: el hombre incorpóreo con la capacidad que Dios le ha otorgado para percibir Su creación.

Una dificultad de la vista puede vencerse con la verdad específica que destruye al error específico. El temor puede disolverse mediante la realización de que el origen de la del perfección del hombre es el Amor que nunca falla, puesto que la Mente y el Amor son uno. La creencia en la enfermedad de los ojos se puede refutar con las afirmaciones de la perfección invariable del ser. Tales dificultades son las negaciones de la realidad por la mente mortal. Nunca pueden afectar la verdadera facultad de la vista.

El practicista de la Ciencia Cristiana se aparta de estos factores materiales, del foco óptico, de la luz física, y de la contemplación de la materia. La curación viene mediante la espiritualización del pensamiento y el discernimiento claro de la realidad espiritual. Esto demuestra el hecho científico de que la Mente, y no la materia, ve.

Las verdades fundamentales de la visión genuina son la infinitud de la Mente y la unidad eterna de la Mente y sus ideas. Todo aquello que trate de separar el pensamiento del ideal espiritual tiene que ser reconocido como una falsa imposición y negársele realidad. Toda falsa evidencia debe ser detectada y negada. Esta corrección hace que la consciencia humana esté íntimamente unida a la Mente divina, y que despierte a la realidad, la demostración de la verdadera vista.

A medida que el pensamiento humano perciba los hechos de la existencia, dejará de nublarse con las vagas teorías materiales. Los pasos vacilantes de la ciega creencia en la Verdad serán reemplazados por la fe iluminada y por la convicción inspirada.

Es necesario disolver la opacidad del egoísmo mediante un entendimiento más claro del Amor divino universal. La visión restringida del pensamiento concentrado en sí mismo tiene que ser reemplazada por la visión ilimitada del amor abnegado. La oscuridad de la voluntad propia debe ceder ante el humilde reconocimiento del único Ego. La densa ceguera de la sensualidad tiene que ser sustituida por la luz de la espiritualidad pura. El pensamiento humano debe ser una transparencia más clara para la Verdad y el Amor divinos.

Es necesario negar firmemente la creencia en el envejecimiento y sus efectos en la vista humana. El nacimiento humano, el desarrollo y la decadencia, no constituyen la verdadera historia del hombre. Puesto que la vista no depende de la estructura física, no está sujeta a deterioro. Estas falsas creencias pueden rechazarse. No debe permitirse que las actividades de uno sean restringidas progresivamente. En vez, se pueden adquirir vistas más amplias de la realidad, invalidando así toda creencia de que la vista se va debilitando. El hombre es la expresión del Ego invariable. Manifiesta la renovación y el vigor eternos de la Vida, la permanencia del Ser divino.

La herencia es una creencia de la mente mortal que tiene que ser refutada vigorosamente. El hombre no es un mortal abrumado por una maldición. Como la idea de Dios, es eternamente bendecido y por cierto que no es un mortal. La supuesta ley de herencia es una falsificación de la ley de Dios y puede probarse que es irreal. La libertad de los tal llamados defectos hereditarios de la vista puede obtenerse negando el origen mortal y reconociendo que el origen del hombre es el Padre único divino, quien ha dotado a Su linaje con Sus propias facultades perfectas.

Los accidentes no tienen lugar en el orden divino. La percepción no radica en la materia transitoria. Está en el Espíritu y procede del Espíritu. Por lo tanto es indestructible. El discernimiento del hombre es mantenido por la causa única y eterna. Comprendiendo que la vista es permanente, puede demostrarse.

No debe permitirse que los recuerdos desdichados oscurezcan la consciencia humana. Pueden borrarse mediante la comprensión de que el hombre verdadero sólo conoce la armonía invariable del ser. Y el temor al futuro puede reemplazarse con el reconocimiento de que el bien está por siempre desarrollándose. Cuando el pensamiento magnifica a Dios, no puede al mismo tiempo estar atemorizado y sombrío.

La única consciencia divina percibe claramente tanto lo vasto como lo infinitesimal de la creación infinita. Sólo la mente mortal considera a los objetos como materiales y ajenos a la consciencia, y se impone limitaciones tales como miopía e hipermetropía.

En realidad, el color es una cualidad del Alma e incluye belleza y esplendor. Es un aspecto del carácter y de la identidad. El hombre es espiritualmente sensitivo, nunca puede estar ciego a la infinita variedad de color en la creación de Dios. Y al comprender el ser humano estas verdades, puede vencer la creencia sobre el daltonismo.

No hay ninguna debilidad que pueda desarrollarse o ser inherente a elemento alguno del ser verdadero, incluso la vista. Toda identidad expresa la fuerza infalible del Espíritu. No existe ninguna tensión o agotamiento en las facultades de la Mente. El discernimiento genuino no sabe nada de fatiga ni de demasiada actividad. Estas verdades eclipsan la creencia en una vista débil.

La Sra. Eddy declara: “Cuando se pierde un llamado sentido material y la Verdad lo restituye, — sobre la base de que toda la consciencia es Mente y es eterna,— se demuestra que es errónea la proposición anterior, de que el sentido es orgánico y material”.No y Sí, pág. 10.

En Historical Sketches Clifford P. Smith escribió: “En noviembre de 1884, cuando la Sra. Eddy vivía en Boston, una señora la visitó y le dijo, ‘Soy ciega...’ Al responder, la Sra. Eddy expresó que el bien y la salud son más naturales que el mal y la enfermedad. También habló sobre el deber de uno de alabar a Dios y la necesidad de abandonar las evidencias materiales por evidencias espirituales. La señora dijo, ‘Puedo ver un poco mejor’, y siguió su camino. En menos de una semana le envió un mensaje a la Sra. Eddy diciéndole que había recobrado perfectamente la vista”.Historical Sketches (Boston: La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana, 1941), págs. 71–72.

Con esmero y humildad necesitamos ejercitar la facultad divina de la vista. A medida que nuestro pensamiento se espiritualice, discerniremos la realidad espiritual cada vez más claramente. Demostraremos la verdadera facultad de la vista con toda su claridad, enfoque y permanencia. Probaremos que no es la materia, sino la Mente la que ve.

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