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La diagnosis y el testigo

Del número de junio de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La gente ocasionalmente se desconcierta por el hecho de que los Científicos Cristianos rehusan el diagnóstico médico de enfermedad. Para quienes no están familiarizados con la oración científica puede parecer lógico que un médico describa por lo menos la condición para que el paciente sepa qué tiene que encarar en su oración. Pero cuando uno comprende los fundamentos de la curación por la Ciencia Cristiana, la lógica está totalmente del lado de apartarse por completo de la diagnosis física.

La curación mediante la oración está basada en una comprensión de lo que es Dios. De hecho, la verdadera curación es el procedimiento de someterse a lo que Dios sabe del hombre. Debido a que Dios es infinitamente bueno, lo que Él sabe acerca del hombre tiene que ser bueno. Debido a que Dios es la Mente única, no puede, en realidad, haber oposición — no puede haber desacuerdo — con lo que Él sabe. El hombre existe como la expresión de Dios. El hombre es un testigo de la perfección.

Nuestra identidad verdadera es espiritual, enteramente espiritual. Esto no significa que nos falte sustancia. Significa que la materia no es la sustancia verdadera de nuestro ser. El Espíritu lo es. Nuestra consciencia individual, en el grado en que exprese espiritualidad — gozo, pureza, amor — indica la verdadera y permanente sustancia de la identidad. Pero los elementos del pensamiento materialista — resentimiento, temor, engaño — se combinan para ilustrar una supuesta vida y sustancia en la materia.

La enfermedad es la sugestión agresiva de que tales elementos como el temor son reales y parte genuina de nuestra consciencia. La mente mortal — el engaño de que la mente está limitada y separada de Dios — registra estas pretensiones sobre el cuerpo en la forma de enfermedad. Pero la enfermedad nunca es más que los síntomas del errado pensamiento mortal.

La enfermedad es la evidencia de lo que la mente mortal pretende saber acerca de un individuo. La perfecta salud espiritual es lo que la Mente divina sabe del ser individual. La Ciencia dirige al individuo hacia lo que Dios sabe y no a lo que un mortal cree que sabe.

En el reino de la creencia, la mente mortal causa la enfermedad. Es la esencia de la enfermedad. Una diagnosis médica tiende a alentar o a inducir lo que la mente mortal ofrece. En cierto sentido, la mente mortal pide un testigo de sus pretensiones de enfermedad. Un médico, cuando describe y confirma la enfermedad, sirve de tal testigo. El médico ve lo que ha sido entrenado para ver. La Sra. Eddy explica: “El médico corriente, examinando los síntomas corporales, diciendo al paciente que está enfermo y tratando el caso según su diagnóstico físico, naturalmente induciría la misma enfermedad que está tratando de curar, aun cuando ésta no estuviese ya determinada por la mente mortal”.Ciencia y Salud, pág. 161. Es obvio que el médico no tiene la culpa. La mente mortal es la culpable. Pero mientras el médico no conozca la verdadera naturaleza espiritual del hombre, se presta de testigo a las sugestiones de la mente mortal.

El sanador por la Ciencia Cristiana niega que el hombre es materia. Insiste en que Dios es bueno y que la Mente ha establecido permanentemente al hombre en perfección. Él está, de hecho, sirviendo de testigo para la verdad divina del ser. Desde el punto de vista mortal podría parecer tonto negar la enfermedad cuando es del todo evidente para los sentidos materiales. Pero desde un punto de vista cristianamente científico es del todo compatible reconocer la integridad del hombre, una vez que se ha admitido que Dios es infinitamente bueno.

El sanador Científico Cristiano recurre a Dios en lugar de a la materia para determinar la condición del hombre. Lo hace así porque el hombre es el hijo de Dios, no el hijo de la materia. “Un diagnóstico físico de la enfermedad — toda vez que la mente mortal tiene que ser la causa de la dolencia — tiende a fomentar la enfermedad”,Ibid., pág. 370. escribe nuestra Guía, la Sra. Eddy. Cuando la enfermedad pierde sus testigos, también pierde su apariencia de realidad. El papel del sanador es el de ser fiel en atestiguar la verdadera naturaleza espiritual del hombre y ayudar a despertar al paciente para que reconozca su pura identidad libre de enfermedad.

Cristo Jesús era un testigo sumamente eficaz de la verdadera identidad. Cuando veía el bien que la Mente divina constantemente imparte a su idea, la gente sanaba rápidamente. Jesús reconocía la voluntad de Dios. Él sabía que Dios es Espíritu y que el hombre perpetuamente expresa la pureza del Espíritu. Era testigo de ese hecho. Y la salud de la gente respondía a ese hecho.

Supongamos que un diagnóstico médico ha confirmado que un paciente tiene una enfermedad. Entonces el paciente sabe de la Ciencia Cristiana y desea recurrir enteramente a Dios para su curación. ¿Está el diagnóstico unido a él? Ciertamente que no. Mediante su recién adquirida comprensión de lo que es Dios, puede ser un observador tan firme de la verdad de su ser que las observaciones médicas son simplemente abatidas.

El curar mediante la oración nos da la oportunidad de dar testimonio de la sustancia espiritual. Diagnosticamos la enfermedad como mental, falsamente mental. Cuando juzgamos la enfermedad correctamente como una errada imposición mental sobre el paciente, entonces las características de la enfermedad, ya sean el temor o enojo, la envidia o ignorancia, o lo que sea, salen a la superficie para ser barridas. Estos síntomas carecen también totalmente de la verdadera sustancia del Espíritu. Si somos inducidos a ver en la materia la evidencia de nuestra condición, podemos seguir obedientemente la representación gráfica de Isaías de las palabras de Dios: “Preguntadme de las cosas por venir; mandadme acerca de mis hijos, y acerca de las obras de mis manos”. Isa. 45:11.

Sólo Dios conoce el estado del hombre, estado que es espiritual. Podemos recurrir a Él para que nos revele este ser verdadero. Y cuando viene esa revelación, la curación es el resultado.

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