Mi esposa estuvo durante un año recluida en un sanatorio bajo tratamiento médico, y su condición era muy alarmante. Prácticamente había perdido los sentidos del gusto y el oído, y sufría de grandes convulsiones. Una parte de la cara estaba paralizada, y su razón estaba totalmente alterada. Debido a su estado, pesaba la mitad de lo que antes pesaba.
A pesar de su constante atención, los médicos no lograban encontrar una solución médica para ella.
Un familiar muy allegado, quien es Científico Cristiano, sabía de nuestro problema, y me dijo: “¿No será ésta la prueba para que tú vuelvas a la Ciencia Cristiana?” Esta pregunta produjo un gran impacto en mí, y me hizo recapacitar sobre lo que yo había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana cuando niño. Hacía muchos años que había dejado el estudio y práctica de esta Ciencia.
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