¡Qué mansedumbre nos inunda al leer y releer el relato bíblico de la multitud alimentada con unos pocos panes y peces! Podemos imaginarnos la placidez de las colinas, el caliente sol, y a todos alrededor del Maestro, escuchando el mensaje del Espíritu.
La escena aparece en los cuatro Evangelios. En el de Juan, Andrés dice a Jesús: “Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?” Y el relato dice: “Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían”. Juan 6:9, 11.
Igual que Cristo Jesús, deberíamos fundamentar nuestras expectativas en la infinitud de la Mente, la compleción de las ideas de Dios. La comprensión del Cristo puede alimentar multitudes en nuestro tiempo así como lo hizo antaño. La creencia de limitación o de carencia no proviene de la fuente eterna, de la Mente divina, sino es una sugestión de la llamada mente mortal. Esta “mente” es una falsificación de la única Mente divina. Dios cuida de todos Sus hijos; la Mente divina aprovisiona a todas sus criaturas.
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