¡Qué mansedumbre nos inunda al leer y releer el relato bíblico de la multitud alimentada con unos pocos panes y peces! Podemos imaginarnos la placidez de las colinas, el caliente sol, y a todos alrededor del Maestro, escuchando el mensaje del Espíritu.
La escena aparece en los cuatro Evangelios. En el de Juan, Andrés dice a Jesús: “Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?” Y el relato dice: “Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían”. Juan 6:9, 11.
Igual que Cristo Jesús, deberíamos fundamentar nuestras expectativas en la infinitud de la Mente, la compleción de las ideas de Dios. La comprensión del Cristo puede alimentar multitudes en nuestro tiempo así como lo hizo antaño. La creencia de limitación o de carencia no proviene de la fuente eterna, de la Mente divina, sino es una sugestión de la llamada mente mortal. Esta “mente” es una falsificación de la única Mente divina. Dios cuida de todos Sus hijos; la Mente divina aprovisiona a todas sus criaturas.
El joven del relato bíblico bien puede ser uno de nuestros jóvenes. El Cristo es el mismo de siempre en su ministerio de anular la opinión basada en lo material y revelar el orden divino. La ofrenda del joven hubiera satisfecho su propia hambre. La actividad del Cristo, sin embargo, así como la actividad de la Iglesia hoy en día, puede elevar y amplificar nuestra dedicación hasta el punto que anhelemos alimentar multitudes. Para unirnos en la labor de La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston, Massachusetts, y dedicar nuestra vida a Dios como miembros, sólo necesitamos tener doce años de edad, según lo estipula la Sra. Eddy en el Manual de La Iglesia Madre. Ver Manual, Art. IV, Sec. 3.
Ninguna creencia de separación puede impedir que el hombre exprese las miríadas de cualidades espirituales del Amor. Todos podemos ser obedientes a la ley divina del Cristo. Y el ser joven no puede ser un obstáculo para vivir esas cualidades, que son eternas.
¿Estamos permitiendo que viejos esquemas y moldes mentales oscurezcan el mandato del Cristo de espiritualizar nuestro pensamiento? ¿No deberíamos más bien cruzar el Rubicón y dejar atrás la fe en la materia? El joven rico del que nos habla el evangelista Mateo no quiso hacerle frente a este interrogante. Jesús le dijo: “Vende lo que tienes, y dalo a los pobres... y sígueme”. Ante esto el joven “se fue triste”. Mateo 19:21, 22. A pesar de su riqueza, él no hubiera podido alimentar a la multitud que Jesús de Nazaret alimentó con sólo dos peces y cinco panes.
Jesús empezó a temprana edad a manifestar su obediencia a la voluntad de Dios. La Biblia nos dice que cuando él tenía doce años de edad, le hallaron hablando con los doctores de la ley; y aun entonces él manifestó su firme propósito espiritual: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” Lucas 2:49.
Se dice que la Sra. Eddy, cuando era una niña, escuchó la voz de Dios llamándola por su nombre. En su adolescencia fue admitida como miembro de una iglesia Congregacionalista de su pueblo, donde estuvo muy activa. Ella escribe: “Desde muy niña, un hambre y sed por las cosas divinas — un deseo de algo más elevado y mejor que la materia y aparte de ella — me impelieron a esforzarme diligentemente por saber que Dios es el único grande y siempre presente alivio del dolor humano”.Retrospección e Introspección, pág. 31.
El razonamiento mortal puede sugerir que la Ciencia Cristiana no es para jóvenes, que éstos deben “vivir la vida”, y sólo cuando lleguen a la edad adulta pueden emprender de manera eficaz el estudio de esta Ciencia. Pero el hijo de Dios es espiritual. Ahora mismo cada uno de nosotros refleja la luz divina, y “vivir” — mirado desde el punto de vista verdadero — es reflejar y expresar las cualidades espirituales.
Actuar de acuerdo con esta comprensión no nos impide que disfrutemos de experiencias normales. Esta comprensión, por el contrario, nos trae mayores oportunidades y vistas más claras de nuestra individualidad. La Mente divina — que nunca es un obstáculo para nuestro desarrollo — nos proporciona la base y la altura de nuestro verdadero ser. En la medida en que comprendamos esto, veremos que, en realidad, no tenemos edad.
El hijo de Dios que somos cada uno de nosotros vive en el eterno mundo del Espíritu. Y al admitir esto, recibimos a cada paso todo lo que necesitamos. Para lograr gozo, no necesitamos de un conocimiento erróneo. Si necesitamos de una buena base moral, del cumplimiento de los Mandamientos impartidos por Dios. La obediencia nos posibilita elevarnos sobre las sugestiones de los sentidos materiales. Si necesitamos someternos al Cristo. Si necesitamos reclamar la juventud eterna que nos pertenece a todos por herencia divina.
Si hemos pasado por esa edad humana llamada juventud, deberíamos ser generosos y dar abrigo a nuestros dedicados jóvenes. El mandato divino de heredar la tierra es para ellos también. No deberíamos excluirlos ni menospreciarlos, sino amarlos y darles la bienvenida para que participen de los beneficios de la Iglesia.
Hay actividades para gente joven que son queridas y amadas por muchos, tales como las organizaciones universitarias y las Escuelas Dominicales. Deberíamos depositar nuestras esperanzas en estas actividades y darles nuestro apoyo en todo lo posible.
Si estamos pasando ahora por la etapa llamada juventud, deberíamos saber que dentro de las murallas de la iglesia cada uno puede encontrar un hogar; saciar y ser saciado; curar y estar sano. El Cristo indicará los caminos necesarios. Leemos en la Biblia: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:33.