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El hombre: “reflejo de lo infinito”

Del número de junio de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Para poder comprender nuestra verdadera individualidad, necesitamos abandonar los puntos de vista materiales y comenzar con Dios. Es lógico comenzar allí; las Escrituras nos dicen: “Creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó”. Gén. 1:27. Explorando la naturaleza de Dios, el Espíritu infinito, vemos que esto produce una transformación radical y progresiva en la manera en que pensamos acerca de nosotros.

Mary Baker Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “El hombre refleja lo infinito, y este reflejo es la idea verdadera de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 258. Esta declaración, junto con su encabezamiento al margen: “Reflejo de lo infinito”, es revolucionaria; nos revela nuevos puntos de vista acerca del hombre.

Puesto que Dios es infinito — y el hombre es Su reflejo infinito — tales conceptos finitos como tiempo, espacio, debilidad, sufrimiento, frustración y muerte, no pertenecen realmente al hombre. Éstos sólo tienen que ser un concepto equivocado y mortal de las cosas. A medida que comprendemos al hombre creado por Dios, la evidencia de la naturaleza infinita y del ser espiritual del hombre aparece más claramente en nuestra vida. La Sra. Eddy escribe: “Las aptitudes humanas se aumentan y perfeccionan a medida que la humanidad alcanza el concepto verdadero del hombre y de Dios”.Ibid. Aun cuando nuestro progreso presente pueda parecer gradual, podemos demostrar la verdad de la declaración de la Sra. Eddy en grado creciente mediante la Ciencia Cristiana.

Por definición, la infinitud tiene que ser Todo, y Uno, en naturaleza y ser. No puede haber nada fuera de la infinitud, porque la infinitud no tiene límites, lo abarca todo, y es Todo. No puede haber nada dentro de la infinitud que sea contrario a la naturaleza de lo infinito, porque lo infinito excluye la posibilidad de todo lo que sea desemejante a él. La infinitud tiene que ser infinita tanto en cantidad como en cualidad y así no incluir nada que sea finito. Así llegamos a un Dios infinito, el creador, y Su expresión infinita, como la única realidad de la existencia. Y esta expresión es el hombre, “reflejo de lo infinito”.

La Biblia enseña que Dios es Vida. Ver Deut. 30:19, 20; Job 33:4; Juan 17:3; Hechos 17:24, 25. Por tanto, la Vida es infinitud, no es finita en ningún sentido. ¿Qué quiere decir esto en cuanto a vuestro ser individual, el verdadero tú, que es distinto del concepto mortal? Significa que no tiene comienzo, ni fin, ni nacimiento material, ni enfermedad, ni ciclo de desarrollo y decadencia materiales, ni cae en el olvido, sino sólo expresa el eterno desarrollo del ser infinito del hombre, sin límites de la materia.

Significa que no está separado de las inagotables energías de la Vida, que no sufre menoscabo de las facultades de la Vida, que no sufre empobrecimiento, que no está sujeto a los procesos orgánicos, que es invulnerable a accidentes, que no está condenado a un fin. En verdad, vuestro ser mismo es el desarrollo sin medida de los recursos infinitos de la Vida. El hombre es inmortal, indestructible y armonioso, porque es el reflejo de la Vida, Dios.

¿Parecen estar estas verdades muy alejadas de nuestra habilidad presente para demostrarlas? ¡Qué tranquilizador es recordar que el Amor infinito es omnipresente, omnímodo, y que está a nuestra inmediata disposición! Reconociendo el todo poder del Amor, como es revelado en la Ciencia, podemos comprender su influencia salvadora. Podemos encontrar en el poder sostenedor del Amor la respuesta a toda necesidad humana específica. Cuando oramos con sinceridad, lo mejor que podemos, para conocer a Dios mejor y comprenderlo más, llegamos a percibir cada vez más Su presencia y ternura infinita y hallamos Su respuesta a nuestro pedido de ayuda.

Ciencia y Salud nos dice: “La Mente es el Yo soy o la infinitud”.Ciencia y Salud, pág. 336. Puesto que la Mente es infinita, la inteligencia es infinita. No existe oscuridad mental en la inteligencia infinita: no existen la insuficiencia, las equivocaciones o el deterioro, ni defectos de la personalidad mortal. Además, en la Mente infinita y su expresión infinita no puede haber incertidumbre o inseguridad o misterio; ni puede haber dilemas sin resolver, conflicto, futilidad o falta de las ideas precisas que se necesitan.

El hombre refleja la capacidad infinita de la Mente. Esta capacidad es expresada en percepción perfecta, intuición exacta, pensamientos inteligentes, sano juicio, memoria fiel, sabiduría pura, talentos intachables y comprensión sin esfuerzo, que reflejan el afectuoso dominio que tiene la Mente sobre su universo infinito de ideas. Todo lo que quisiera contradecir estas verdades es un concepto finito material, un falso concepto mortal, que se puede demostrar como irreal en el grado en que se adquiera la comprensión de la Ciencia divina de Dios y del hombre.

“Infinitud” es una palabra que describe la naturaleza de la sustancia verdadera, la sustancia del Espíritu. Pensemos en la eterna efusión de la gloria de Dios, el esplendor del Amor ilimitable. El hombre es la expresión consciente de esta gloria de la Mente divina; y esta consciencia espiritual, que refleja a la Mente divina, o Espíritu, es la esencia y sustancia mismas del ser del hombre.

En la pura luz de esta comprensión científica, podemos percibir que los elementos mortales de temor, pecado, penuria, privación, inadaptación, avaricia, merma en los recursos y separación del bien, tienen que caer en la nada. La Sra. Eddy comunica el verdadero concepto de la infinitud de bien del Amor al escribir: “Dios es Amor. ¿Podemos pedirle que sea más?” Y más adelante escribe: “¿Pediremos más al lado de la fuente abierta, que ya está vertiendo más de lo que aceptamos?” Ibid., pág. 2.

Debido a que el hombre es el reflejo de la infinitud, por siempre es testigo del bien inagotable. Incluso la vislumbre de esta gran realidad inspira al estudiante para trabajar humilde y agradecidamente para demostrar, en cierta medida, las verdades involucradas y sus resultados prácticos.

Todo lo que es verdad en cuanto al hombre como “reflejo de lo infinito” puede declararse en términos de ley, la ley espiritual que expresa el Principio divino omnisciente y que gobierna todo lo que Dios crea. Las leyes de lo infinito jamás conducen hacia la injusticia o discriminación, hacia la esclavitud o desesperanza. Jamás permiten que el hombre sea separado del bien. Jamás someten al ser verdadero del hombre a los constrictivos confines de la materia, sino que nos sacan de ellos.

Estas leyes invalidan el estancamiento, el retroceso y el fracaso. El progreso es la ley de lo infinito. ¿Por qué? Porque el desarrollo es la naturaleza de lo infinito. Por tanto, el desarrollo es la naturaleza de la identidad del hombre, de vuestra identidad. Cuando las leyes de Dios son comprendidas científicamente y llevadas a la práctica, se demuestra que anulan las destructivas y supuestas leyes materiales. El efecto de las leyes de Dios es el de redimir y restaurar.

El hombre nunca es más que el reflejo de lo infinito, y nunca es menos que eso. La Mente infinita se expresa y se revela a sí misma en su propia imagen infinita, o idea, que por siempre se está desarrollando a sí misma dentro de la propia infinitud inconmensurable de la Mente, y el hombre es esta imagen o reflejo.

Encontramos la definición de la individualidad del hombre mediante nuestra comprensión creciente de lo que Dios es y lo que Él da a Su reflejo, el hombre. Este cambio de perspectiva viene mediante el poder y la actividad iluminadores del Cristo, la Verdad, siempre presente, no sólo mediante el esfuerzo humano, pese a que nuestro constante esfuerzo por vivir de acuerdo con la Verdad y el Amor es necesario.

Cristo Jesús dijo: “Como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo”. Juan 5:26. En acuerdo con esto, la Sra. Eddy afirma que el hombre verdadero es la representación fiel y exacta de la Mente que lo crea. En un pasaje que se refiere a Dios y se relaciona con el ser verdadero de cada uno de nosotros, ella escribe: “Él sostiene mi individualidad. No, aún más —Él es mi individualidad y mi Vida”.La Unidad del Bien, pág. 48.

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