Hacía mucho tiempo que Cristóbal y Jaime querían tener un perro. De modo que se sintieron muy contentos cuando un amigo les ofreció un perrito lanudo, con suave pelo plateado, llamado Tiki.
Los dos niños quieren mucho a Tiki y ellos mismos se ocupan de cuidar de él. Los tres corren y juegan juntos durante horas en el patio. Para uno de sus juegos favoritos, usan un sombrero viejo de piel que su mamá les dio. Los niños lo arrojan tan lejos como pueden. Entonces, Tiki atraviesa el patio como una flecha en busca de su juguete. Una vez que lo sujeta firmemente con los dientes, brinca por el césped, prácticamente rogándole a Cristóbal y a Jaime que lo atrapen. Cuando ellos finalmente alcanzan al perrito, él deja que le quiten el sombrero y el juego vuelve a empezar.
Un día, mientras ellos estaban fuera de la casa con Tiki, vino a visitarlos su primo Esteban. Mientras los tres niños jugaban en el cajón de arena, Tiki se deslizó sigilosamente fuera del patio a través del portón que había quedado abierto. No fue hasta después de haberse ido Esteban que la mamá se dio cuenta de que Tiki no estaba.
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