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La curación del dolor

Del número de octubre de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un artículo en la revista Quest cita al siquíatra Gerald Aronoff, director de la clínica para el tratamiento del dolor del Hospital de Rehabilitación de Massachusetts en Boston, como expresando que él cree que “la mitad de la gente que va a las clínicas de pacientes externos con dolencias físicas, están en realidad diciendo: ‘Mi vida me lastima’. El dolor es realmente una expresión existencial”.Quest, Junio 1979, pág. 38.

El Dr. John Bonica, fundador de la Clínica para el tratamiento del dolor de la Universidad de Washington, dice: “Todo dolor está en la mente”,The Middlesex News (Mass.), 16 de marzo de 1979. y el artículo de Prensa Asociada del cual se cita esta frase, parafrasea al Dr. Bonica de la siguiente manera: “Cuando nos quemamos la mano, por ejemplo, sólo pensamos que la mano nos duele. Es nuestro cerebro lo que registra el dolor y transmite el mensaje a la mano para que se retire de la cocina”.

Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), trata el dolor como enteramente mental. En el capítulo “La Ciencia, la Teología y la Medicina” en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, encontramos lo siguiente: “Uno dice: ‘Me he quemado el dedo.’ Esta es una declaración más exacta de lo que se supone; porque la mente mortal, y no la materia, es la que lo quema”. Y continúa: “La inspiración sagrada ha creado estados mentales que han sido capaces de anular la acción de las llamas, como en el caso bíblico de los tres jóvenes cautivos hebreos, echados al horno babilónico; mientras que un estado mental opuesto hubiera podido producir combustión espontánea”.Ciencia y Salud, pág. 161.

Cristo Jesús debe de haber sanado el dolor, porque la Biblia registra que “se le acercó mucha gente” que traía consigo “a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó”. Mateo 15:30.

Las curaciones del dolor que tienen lugar hoy en día mediante el uso de formas mentales de dominar el cuerpo sin el uso de la medicina, quizás en ocasiones utilizan algunos de los elementos de la curación cristiana. Pero a menos que incluyan el elemento primario, la Mente divina, carecen del poder para producir resultados permanentes. En Ciencia y Salud hallamos: “El poder de la mente mortal sobre su propio cuerpo es poco comprendido”.Ciencia y Salud, pág. 196. Aparentemente esto se está entendiendo mejor y se están obteniendo resultados mediante el uso de varios ejercicios con los cuales la mente de un mortal aprende a controlar algunas de sus propias sensaciones. Pero la curación cristiana verdadera sigue el ejemplo de Jesús.

Al referirse a la experiencia por la que Jesús pasó en el sepulcro, la Sra. Eddy simplemente afirma lo que es obvio: “Sobre la base de la Ciencia Cristiana, el poder de la Mente sobre la materia, combatió y venció todas las pretensiones de la medicina, cirugía e higiene”. En la misma página, la Sra. Eddy escribe: “¿Podría llamarse sobrenatural que el Dios de la naturaleza sostuviera a Jesús en su prueba del poder verdaderamente otorgado al hombre? Fue un método de cirugía más allá del arte material, pero no fue un acto sobrenatural. Al contrario, fue un acto divinamente natural, por cuyo medio la divinidad le trajo a la humanidad el entendimiento de la curación del Cristo y reveló un método infinitamente superior a aquel del ingenio humano”.Ibid., pág. 44.

El verdadero enfoque cristiano para remediar el dolor es científico. Está más allá del fervor emocional o de lo que tradicionalmente se ha llamado curación por la fe. Y está más allá de la manipulación o el ejercicio de la mente humana. A medida que la mente humana, mortal, cede a la totalidad de la Mente divina, el dolor y sus aparentes causas desaparecen.

La Ciencia y verdad de la Mente y del hombre revela a la Mente como el infinito Principio divino, el Amor. Esta Mente constituye toda realidad, y se expresa a sí misma en su idea, el hombre y el universo. Podremos comprender a la Mente infinita y su idea infinita sólo a medida que reconozcamos la falsedad de su opuesto: la mente finita y la existencia mortal. La creación divina es espiritual, no material; y el mensaje de la Ciencia del Cristo a la humanidad es que en la proporción en que reconozcamos esta creación verdadera, podrá demostrarse el poder de la Mente sobre las condiciones de la materia.

Ya sea que el dolor parezca ser un mensaje que dice: “Hay un desorden en mi cuerpo”, u otro quejándose: “Mi vida me lastima”, el remedio es contrarrestar ese mensaje con otro procedente de la verdadera idea de la Mente que es la única Vida verdadera — del Cristo, la Verdad — que ilumine el pensamiento con la perfección y la presencia de la inteligencia divina que gobierna al hombre armoniosamente. Este contramensaje no sólo declara que todo está bien; expone la imposibilidad de que exista desorden alguno, físico o mental, en el universo de la Mente que todo lo incluye. Los efectos los vemos en la curación de desórdenes físicos y la solución de conflictos personales, el relajamiento de tensiones, la preponderancia en el pensamiento de conceptos inteligentes y armoniosos acerca de nosotros mismos y de la comunidad de seres en la que al parecer vivimos. En otras palabras, el universo diario del cual estamos conscientes se torna un poco más semejante al verdadero. Y la curación demuestra que el universo divinamente creado y gobernado es verdadero, mientras que el limitado universo mortal, material, no lo es.

Entonces, ¿qué es lo que hacemos cuando sentimos dolor? El método que Jesús utilizó, o sea, la Ciencia del Cristo, es muy diferente de las prácticas de la mente humana que se utilizan hoy en día en las clínicas para el alivio del dolor. Ello no significa que no haya en estas clínicas algunas personas que son devotos cristianos y que oran por el éxito de sus esfuerzos. Pero el enfoque básico de la Ciencia Cristiana es la identificación con el Principio, la Mente, el Amor, que es la Vida verdadera del hombre. Y para lograr esta identificación no existe fórmula o proceso de la mente humana. Existe, por lo contrario, la espiritualización del pensamiento. Tal espiritualización nos une a la Mente como idea de la Mente — conscientemente — y la mejoría que resulta en la condición del cuerpo aparece conscientemente.

Un dolor específico es señal de la presencia de un pensamiento materialista. Aunque el dolor no existe en la materia, el dolor está en el pensamiento que cree que la materia es inteligente. Nadie que realmente sienta que su Vida es la Mente infinita y que tenga alguna comprensión de ese hecho, puede sentir al mismo tiempo que no le agrada su vida. Si alguien cree que su vida le causa dolor, meramente está diciendo que piensa en su vida como finita, como una serie de encuentros con seres materiales llamados mortales, que estos seres tienen voluntades que chocan unas con otras, que las limitaciones de su experiencia hacen que la vida le parezca monótona, incierta o que le cause temor, para mencionar algunas de las muchas, muchas posibilidades. Pero una sola vislumbre de la Vida como Mente infinita — y de su propia identidad como una idea de la Mente — quiebra su fe en la mente que presenta estos cuadros desalentadores, y la luz del Cristo, la Verdad, llega hasta donde él.

De modo pues, que no existe fórmula sobre lo que debemos hacer cuando sentimos dolor. Mas existe una segura promesa de alivio cuando nos volvemos del sentido material acerca de la vida y las personas al concepto espiritual. Si la condición material duele bastante, esto suele resultar menos difícil de hacer. Pero mucha gente, sin saber que finalmente todo lo que es material tendrá que desaparecer, prefiere aferrarse a su fe en la materia, no importa cuánto duela. Sin embargo, aun tales personas pueden recibir ayuda por medio de la Ciencia Cristiana, porque su ignorancia de la verdad ha sido impuesta por la mente mortal, que parece estar dotada de poder para influir a la gente. Alguien que comprenda la naturaleza infinita de la única Mente puede reconocer la inocencia de tal víctima y acudir mentalmente a su rescate. Es decir, el rescatador puede rechazar la creencia en una mente que no sea divina, repudiar su aparente poder como una ilusión, y reconocer, en su lugar, el poder de la idea verdadera de la Mente, el Cristo, para traer a la consciencia humana un sentido más verdadero del ser. Aunque ningún tratamiento de la Ciencia Cristiana se da sin consentimiento, la fe o fuerza de voluntad obstinada puede ceder fácilmente a un entendimiento de la presencia divina, y la curación puede comenzar.

El dolor siempre se puede negar directamente. Es irreal, y poseemos autoridad divina para declarar que lo es. Pero la eficacia de la negación depende de nuestro entendimiento de esta autoridad. Cuando comprendemos algo de la infinitud de la Mente y la consecuente inmortalidad del hombre como idea de la Mente, nos volvemos conscientes de nosotros mismos como idea y del origen divino de los pensamientos que expresamos para negar todo lo que se opone a la presencia y al poder de la Mente; y estos pensamientos, por consiguiente, tienen el poder de la Mente. El Principio mismo del universo es la fuente del poder de nuestra negación del dolor, si estamos conscientes de nuestra unidad con ese Principio.

El dolor o una situación dolorosa es una oportunidad para identificarnos como realmente somos. El dolor que se presenta es una oportunidad particular que tenemos en ese preciso instante para expresar en términos humanos lo que la Mente divina nos dice que somos espiritualmente, es decir, es una oportunidad para sanar. Y el Cristo, que Jesús ejemplificó y que la Ciencia Cristiana demuestra, es la fuerza que nos guía, mostrándonos las verdades espirituales que contrarrestan exactamente la creencia dolorosa.

Si en determinadas circunstancias el dolor parece obstinado, bien puede ser que sea necesario obtener un concepto más claro de nuestra relación con la Mente divina y con el Cristo. Tratar de decidir por medio de la mente humana qué es correcto hacer, sólo demora la curación, mas la rendición del pensamiento humano al Amor divino traerá a luz todo lo que necesitamos ver para contrarrestar la creencia en el dolor. Y el dolor — junto con las creencias de enfermedad que lo acompañan — desaparecerá.

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