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Nota del Redactor: Desde sus primeros días las enseñanzas de la Ciencia Cristiana han sido objeto de exposiciones erróneas difundidas por sus críticos. En fecha más reciente, estas exposiciones erróneas han ido en crescendo en un extenso esfuerzo por estigmatizar la Ciencia Cristiana tildándola de “culto no cristiano”. Estimamos que esta serie de preguntas y respuestas acerca de aspectos fundamentales, que ha sido preparada por el Comité de Publicación, será de interés para nuestros lectores y demás personas interesadas. Las presentamos con el Espíritu que anima estas palabras de la Sra. Eddy: “Una mentira que se ignora no se destruye tan rápidamente como cuando se la desenmascara con la ayuda de la verdad”.1

Por qué la Ciencia Cristiana no es un "culto"—3

Del número de octubre de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Pregunta: Algunas personas dicen que la Ciencia Cristiana no es en realidad cristiana, porque tiene un enfoque filosófico y abstracto y Dios es considerado como un principio frío e impersonal al que realmente no se puede amar, en el que no se puede confiar o al que no se puede recurrir en busca de consuelo.

Respuesta: ¿Podría haber un concepto de Dios menos frío o abstracto que el expresado por la Sra. Eddy en su Discurso en el Día de Comunión, pronunciado en La Iglesia Madre en 1896: “Pues ‘¿qué dios es grande como nuestro Dios?’, inmutable, del todo sabio, del todo justo, del todo misericordioso; la Vida, la Verdad y el Amor, que ama y vive por siempre; que consuela a los que lloran, que abre la puerta de la prisión a los cautivos, que cuida del polluelo y que se compadece más de lo que se compadecería un padre; que sana a los enfermos, limpia a los leprosos, resucita a los muertos y salva a los pecadores”? Escritos Misceláneos, pág. 124.

En efecto, la Ciencia Cristiana rompe decisivamente con el antiguo concepto antropomórfico de que Dios es un ser mutable que ama, odia y causa terribles sufrimientos a Sus criaturas. Y los Científicos Cristianos no sienten sino gratitud por haber sido liberados de ese punto de vista tan circunscrito que considera a Dios como algo menos que bondad absoluta; punto de vista que ni consuela, ni sana, ni redime. Ellos, en efecto, ven a Dios como el infinito Principio divino, el Amor, y al mismo tiempo lo ven como el Padre y la Madre del universo, del que Santiago pudo decir: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”. Sant. 1:17.

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