“El gobierno del Amor divino es supremo” escribe Mary Baker Eddy. Y continúa diciendo: “El Amor gobierna el universo, y su edicto ha sido proclamado: ‘No tendrás dioses ajenos delante de mí’ y ‘amarás a tu prójimo como a ti mismo’ ”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 278. He aquí un elevado concepto de gobierno, y el contexto en el que figura esta afirmación establece con claridad que este mandato puede aplicarse específicamente a los gobiernos de las naciones.
Al vislumbrar en parte lo que significa que “el gobierno del Amor divino es supremo”, podemos considerar a nuestros gobiernos con mayor esperanza y orar más eficazmente. Todo debe someterse a la supremacía del Amor.
La innata percepción que poseen los mortales de que hay una autoridad que está fuera de su control personal, y lo que saben de esta Autoridad Suprema, es lo que determina, en gran medida, sus gobiernos. Desde cierto punto de vista, podríamos decir que la tentativa por formar un gobierno es a menudo un reconocimiento de que existe una autoridad universal que puede ser demostrada. Hasta podríamos decir que la obediencia a un gobierno justo puede ser un medio de honrar a la Autoridad Suprema, o Dios. Por cierto que la desobediencia a la autoridad legítima para obtener privilegios y placeres personales pone en juego cualidades inmorales como el egoísmo, la falta de honradez y la arrogancia, y deshonra a Dios.
Aparte de nuestro propio compromiso de ser ciudadanos respetuosos de la ley existe la oportunidad de orar eficazmente por el gobierno. En los Estados Unidos, por ejemplo, el gobierno entra en una nueva fase cuando el poder ejecutivo comienza un nuevo cuadrienio de gobierno y el Congreso se reúne en nuevo período de sesiones. Las incertidumbres del futuro a la luz de la situación mundial, y las complejidades del proceso burocrático y de una sociedad tecnológicamente muy avanzada, puede que nos induzca a resignarnos debido a la confusión.
Comencemos con nuestra verdad espiritual básica: “El gobierno del Amor divino es supremo”. De acuerdo con este criterio acaso podamos comprobar que el cambio puede ser bueno. Habrá cambios hasta que sea demostrado que el Amor es supremo. Como lo declara la Biblia: “Haré que haya trastorno, trastorno, trastorno”. Ezeq. 21:27 (según Versión Moderna). La mayoría de los pasos hacia adelante involucran cierto “trastorno”, pero la forma última y definitiva se aproxima a la perfección divina.
En el momento en que abrigamos la elevada esperanza del gobierno del Amor, damos el primer paso hacia la oración eficaz. Los funcionarios de gobierno de todo el mundo responden a la oración justa. Y de la confusión nace un orden más elevado cuando la esperanza sustituye a la desesperación. El más leve alejamiento del desorden es un paso hacia el gobierno del Amor divino, el Principio.
La atmósfera mental en que operan los gobiernos varía desde la represión hasta la permisividad. Hoy existe el peligro de querer imponer la moral por la vía legislativa, tentativa que puede resultar en decisiones represivas. Ello no es la respuesta a una sociedad permisiva que deja que la inmoralidad socave los valores espirituales. Ambos extremos, la permisividad y la represión, tienden a disminuir los esfuerzos de los individuos y las naciones que llevan a la solución efectiva de los problemas.
La oración modera este movimiento pendular. La oración eleva el pensamiento hacia Dios, capacitándonos para escuchar al Cristo, que siempre nos está hablando de las cosas de Dios. La luz de las ideas espirituales penetra la tiniebla del pesimismo. En vez de ver soluciones meramente represivas vemos soluciones que sanan. A medida que cultivamos una visión espiritual, todo lo que hacemos sustenta acciones más elevadas. Acaso sean pocos los lectores que ocupan el sitial ejecutivo o votan en las legislaturas o determinan judicialmente la aplicación de la ley. Pero el discernimiento de cada individuo respecto de la ley superior y la forma en que manifiesta ese discernimiento en sus acciones tienen un efecto significativo, puesto que esto es un reconocimiento específico y práctico de la autoridad del Amor, el cual obra universalmente para elevar y regenerar a la humanidad.
A medida que nuestras oraciones elucidan nuestro pensamiento, moramos en la convicción de que Dios gobierna realmente, de que las leyes divinas motivan y controlan y de que la única fuente de todo gobierno es Dios.
Orar por el gobierno que se ha elegido es un uso legítimo de la oración. Leemos en la Primera Epístola a Timoteo: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad”. 1 Tim. 2:1, 2.
Los funcionarios necesitan ser protegidos de la tentación de abusar de la autoridad. Si nuestros motivos son puros, esto es, que todos los hombres vivan de acuerdo con su más iluminado sentido de lo correcto, podemos esperar respuestas a nuestras oraciones, a nuestros sinceros deseos de que prevalezca el más alto y espiritual ideal de gobierno. Las medidas que restringirían esa libertad no encontrarán apoyo.
Cuando reconozcamos que el Amor es el Gobernador Supremo y percibamos que la Mente única divina es la Mente de “todos los que están en eminencia”, veremos que nuestras oraciones están lejos de ser repeticiones mecánicas de estas verdades. En cambio, percibiremos cuáles son los aspectos específicos que necesitan de la oración. Sabremos cuáles son los problemas que deben ser encarados. Teniendo presente que nuestra oración es para que toda la humanidad pueda vivir “quieta y reposadamente”, viviremos ahora de esa manera y no seremos beligerantes y arrogantes. Esta forma de vivir, que no es apaciguamiento, sino que es genuinamente pacífica, porque se basa en la seguridad de que “el gobierno del Amor divino es supremo”, nos mantiene siempre alerta para detectar el aspecto en el cual se pueda demostrar esta verdad. Cuando lo hacemos, podemos también expresar con convicción la afirmación de nuestra Guía que sigue a la cita ya mencionada: “El Presidente y el Congreso de nuestra favorecida nación, merecedores de todo respeto, están en las manos de Dios”.Miscellany, pág. 278.
Pese a que la Sra. Eddy estaba claramente refiriéndose a los Estados Unidos, los seguidores de sus enseñanzas pueden percibir a su propia nación como “favorecida” y reconocer que sus gobiernos están en las manos de Dios.
Para obtener los resultados deseados en todas las situaciones se requiere vivir en forma consecuente con nuestras oraciones. Es grande la tentación de descender de nuestra visión del supremo gobierno del Amor, y pensar que esa visión es solamente una teoría religiosa. Sin embargo, diariamente podemos descubrir las verdades científicas que revelan más de la ley divina. Si permanecemos en estas verdades, demostraremos el poder que capacita a los gobiernos para convertirse cada vez más en el reflejo del Amor.
Veremos que la autonomía y el gobierno por autoridad externa provienen de la misma fuente, el único Dios. Y las cuestiones del ejercicio del poder se regirán por el criterio de cómo amar mejor a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Si podemos percibir ese gobierno, podremos también lograrlo.