Cuando supe acerca de la Ciencia Cristiana por primera vez, estaba en Berlín y padecía tuberculosis pulmonar en un estado muy avanzado. Varios médicos habían dicho que sólo me quedaban unas pocas semanas de vida.
Un día, me dijo mi madre que ella había oído hablar de una persona que podía hacer milagros, quien aseguraba que las enfermedades podían curarse sólo por medio de la oración. Dos días después, le pedimos a esta persona que viniera a nuestra casa, y resultó que era una practicista de la Ciencia Cristiana. Me impresionaron su expresión luminosa y la autoridad de sus palabras. Al principio, me pareció que la Ciencia Cristiana no era práctica, pero poco a poco me fui convenciendo de su verdad a medida que leía el libro de texto Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Sus enseñanzas me parecieron sensatas, y obtuve mi primera curación por medio del trabajo de la practicista. Más tarde, al estudiar el libro de texto profundamente, me liberé de muchas creencias materiales que había aceptado por mucho tiempo, y del temor a la muerte.
Dos años después de haber conocido la Ciencia Cristiana mi curación fue completa y nunca volví a sufrir de tuberculosis pulmonar o de los huesos (que también había sufrido en su estado más avanzado). A esto se añadieron otras victorias. El nacimiento de cada uno de nuestros tres hijos fue muy rápido y armonioso. Durante la segunda guerra mundial cuando había escasez de alimentos en París, la Ciencia Cristiana nos ayudó a profundizar nuestra comprensión de Dios. Como resultado de ello siempre tuvimos los alimentos necesarios. Recientemente, durante una vacación, sufrí de un fuerte dolor en la espalda que me impedía dormir y hasta caminar. Le pedí ayuda a una practicista, y en pocos días había sanado por completo.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!
