Deja que la inocencia y el poder del asombro,
y la alegría, el interrogante de la vida, cada día
alboree e inunde tu ser.
Ese niño que en todos nosotros está
debes ver a través de tu prisma,
a través de la lente del vidente espiritual.
Sólo tienes que sentir tú mismo que aquí y ahora
eres uno de esos niños que deseaban acercarse a
Jesús el Cristo, y no podían.
Él te está diciendo con autoridad: ¡Ven a mí amado
de mi Padre! Ven a mí y deja los conceptos mortales
y la farsa de la supuesta vida en la materia.
Despójate ahora de los lazos carnales y reconoce,
como niño, tu parentesco real e indisoluble.
Tú por siempre serás el hijo amado del Amor,
y la templanza, pureza, santidad, belleza,
es tu real herencia.
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