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El hogar: lugar donde expresar su individualidad

Del número de octubre de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Es su hogar un refugio, un lugar donde abundan la cordialidad y el afecto? ¿Se siente usted en libertad de expresar su individualidad, de decir lo que piensa sin temor a represalias o a la condenación? Una respuesta sincera a cada una de estas preguntas nos ayudará a juzgar dónde estamos con respecto a la convicción que la Sra. Eddy tenía de que: “El hogar es el lugar más querido de la tierra, y debería ser el centro, mas no el límite, de los afectos”.Ciencia y Salud, pág. 58.

Un hogar en donde se dispensa el afecto con entusiasmo, tanto a amigos como a miembros de la familia, es bendecido y es una bendición. Sirve como foro donde compartir y como abrigo contra las cargas del mundo. Pero para experimentar este ideal, debemos aprender algo acerca de las cualidades espirituales que constituyen el “hogar” de la creación de Dios.

La Ciencia Cristiana revela el hecho de que el hogar es en realidad una idea divina, una manifestación individual de Dios, la Mente divina. Como tal, está compuesto de infinitas cualidades espirituales. Incluye la pureza, la justicia, la inviolabilidad y el amor espiritual. El verdadero hogar excluye cualquier clase de discordancia.

Debido a que el hombre espiritual refleja la Mente, él incluye conscientemente las cualidades de la Mente. Cuando comenzamos a comprender esta verdad y a pensar y a actuar en conformidad con ella, nuestros hogares reflejan más la realidad.

Nuestra experiencia es en gran medida el resultado de lo que creemos, nos revela la Ciencia. Siempre estamos en libertad de elegir la idea verdadera y responder a su poder sanador. Si pensamos que tenemos un hogar desdichado, o que en el pasado lo hemos tenido, es nuestro privilegio reedificarlo en nuestro propio pensamiento. La Verdad divina nos imparte a todos entendimiento espiritual. Volviéndonos a esta Mente en oración, encontramos las verdades específicas que necesitamos para contrarrestar los falsos conceptos acerca del hogar.

Si se da el caso de que somos padres, podemos percibir que el orden, la armonía y la unidad se obtienen mediante la comprensión del funcionamiento de la ley divina, y no mediante el despliegue de poder personal. Como representantes de nuestro Padre-Madre, Dios, reflejamos la capacidad de Dios. Sea cual fuere nuestra edad, experiencia, o cuán bien nos hayan preparado nuestros padres para esta tarea, estamos libres para honrar las responsabilidades paternales y maternales que hemos derivado de Dios. Y podemos saber que esas responsabilidades son apoyadas por Dios.

Si somos hijos, podemos sentir el amor y la seguridad que nos pertenecen como hijos de Dios, a pesar de quiénes sean nuestros padres humanos, o si viven con nosotros o no. Esto es posible porque cada uno de nosotros, en su ser verdadero, incluye el entendimiento genuino de Dios como Padre-Madre y del hombre como Su creación espiritual. Nuestro Padre-Madre no puede estar divorciado de Sí Mismo; tampoco nosotros, Sus hijos, podemos estar separados de Él. Esta verdad, cuando se percibe, trae a nuestra experiencia humana una expresión de hogar más completa y más satisfactoria. Cualquier sentido material de pérdida o carencia a que nos enfrentemos es irreal y debe ceder a la realidad. Dios es Amor perfecto; nunca tiene favoritos ni se niega a conceder forma alguna de bien.

Pero para obtener la idea verdadera y su expresión humana debemos estar dispuestos a dejar de lado toda clase de conceptos acerca de Dios, del hombre y del hogar que pudieran impedirnos percibir esta visión más elevada. El Cristo nos da poder para hacerlo. El amor y el entendimiento espirituales son cualidades innatas del hombre de Dios, y los seres humanos necesitan del Cristo, la idea espiritual de la filiación del hombre con Dios, para demostrar esta verdad. La así llamada mente humana no puede por sí misma realizar esa tarea.

A medida que comprendemos que hemos sido creados por el Espíritu y no por la materia, nos vemos libres, en cierto grado, de los lazos carnales que pretenden oscurecer nuestra herencia divina. Por medio de la actividad autorreveladora de Dios, aprendemos a superar el egoísmo, el orgullo y la ignorancia; éstos apagarían nuestro entendimiento del amor como el del Cristo, que es la sustancia de un hogar feliz. ¡No le quepa duda, lograr esto puede requerir trabajo¡ Pero cuando nos disciplinamos para pensar y actuar desde una base espiritual, nuestro hogar celestial aparece gradualmente. Y con él llega la libertad para expresar nuestra propia identidad.

Debido a que los niños muy a menudo forman parte de un hogar, es esencial adquirir una visión más espiritual de su identidad. La tragedia de abusos cometidos contra menores, sean mentales o físicos, señala la necesidad imperiosa de hacerlo. Sea cual fuere nuestra edad o la función que desempeñamos, es necesario valorar las cualidades del pensamiento infantil y aprender a expresarlas.

Cristo Jesús, nuestro Mostrador del camino, nunca tuvo hijos, pero enseñó de un modo categórico el valor del pensamiento como el de un niño. En cierta ocasión reprendió a sus discípulos por tratar de impedir que unos niños se le acercaran. Les dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios”. Marcos 10:14. Está claro que valoraba la inocencia, la receptividad y la pureza de los niños puestas de manifiesto en el deseo que ellos tenían de estar con él. A lo largo de su ministerio sanador, Jesús recalcó la importancia de ser como niños a todos aquellos que andaban en busca de curación. Y la Sra. Eddy en el primer mensaje que pronunció en La Iglesia Madre, dijo a los miembros adultos: “Amados niños, el mundo os necesita — y más como niños que como hombres y mujeres: necesita de vuestra inocencia, desinterés, afecto sincero y vida sin mácula. También vosotros tenéis necesidad de vigilar, y orar para que preservéis estas virtudes sin mancha, y no las perdáis en el contacto con el mundo”.Escritos Misceláneos, pág. 110.

A medida que los niños crecen y se convierten en hombres y mujeres, se presentan más oportunidades para crecer espiritualmente. A menudo es en este momento que descubrimos lo bien que ha sido establecida la idea espiritual de hogar. Pero ya sea que nuestros hijos, o nuestros padres, cumplan o no con lo que esperamos de ellos, estamos en libertad de expresar nuestra verdadera identidad para lograr nuestra propia salvación, para probar que somos los hijos de Dios. Dios es a la vez Principio y Amor, y expresa firmeza y ternura, justicia y misericordia en Su idea, el hombre. Volviéndonos a la Mente, podemos saber en determinada situación cuáles cualidades son apropiadas y en qué proporción, y podemos saber que reflejamos la capacidad de Dios para expresarlas. Cada miembro de la familia que se vuelve instintivamente hacia el Espíritu para ser guiado, demuestra la idea espiritual de hogar, bendiciendo a su propia familia y a toda la humanidad.

En la medida en que progresamos en esta demostración, descubrimos una unidad que no puede ser destruida por ningún intento de división. Aunque nuestras naturalezas individuales varían, el hombre es siempre la idea espiritual de Dios, el bien, que tiene su hogar en Dios, y este hecho divino, comprendido, nos libera verdaderamente para expresar nuestra propia individualidad.

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