Un metalúrgico me explicó que algunos metales pueden ser tratados en el laboratorio para lograr su pureza absoluta. A medida que se aproximan al cien por ciento de su pureza, frecuentemente ocurre un aumento significativo de su resistencia.
De la misma manera, en la medida en que purifiquemos nuestro pensamiento podremos eliminar la impureza de conceptos materiales, que producen debilidad en forma de enfermedad y pecado.
Nuestro laboratorio para purificar nuestro pensamiento es la oración. Diariamente, al afirmar la pureza de nuestro ser como el efecto de Dios, y negar el concepto mortal falso acerca de nosotros mismos, nos fortalecemos al profundizar nuestro entendimiento espiritual del hombre como el incontaminado e ideal reflejo de Dios. Por supuesto que es vital que nuestros pensamientos y acciones estén en conformidad con esta verdad. La Sra. Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “En la medida de su pureza el hombre es perfecto...” Ciencia y Salud, pág. 337.
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