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La pureza: fuente de fortaleza

Del número de octubre de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un metalúrgico me explicó que algunos metales pueden ser tratados en el laboratorio para lograr su pureza absoluta. A medida que se aproximan al cien por ciento de su pureza, frecuentemente ocurre un aumento significativo de su resistencia.

De la misma manera, en la medida en que purifiquemos nuestro pensamiento podremos eliminar la impureza de conceptos materiales, que producen debilidad en forma de enfermedad y pecado.

Nuestro laboratorio para purificar nuestro pensamiento es la oración. Diariamente, al afirmar la pureza de nuestro ser como el efecto de Dios, y negar el concepto mortal falso acerca de nosotros mismos, nos fortalecemos al profundizar nuestro entendimiento espiritual del hombre como el incontaminado e ideal reflejo de Dios. Por supuesto que es vital que nuestros pensamientos y acciones estén en conformidad con esta verdad. La Sra. Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “En la medida de su pureza el hombre es perfecto...” Ciencia y Salud, pág. 337.

Nuestra integridad innata se evidencia a medida que comprendemos el puro y espiritual origen del hombre. El reconocimiento que Cristo Jesús tenía del origen del hombre y de su ser verdadero fue afirmado poderosamente cuando dijo: “No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos”. Mateo 23:9.

Este reconocimiento de su origen espiritual, reforzado por medio de extensas horas de oración, fortaleció al Maestro. ¿Acaso estamos dispuestos a seguir su ejemplo? Renovándose y elevándose espiritualmente, el Maestro pudo probar a los demás la totalidad de su ser verdadero.

A medida que eliminamos las impurezas de carácter a través de un entendimiento mejor de nuestro origen y naturaleza verdaderos, expresamos mayor poder espiritual. Ilustramos vívidamente en nuestra propia vida el impacto sanador de la pureza.


Todas las cosas son puras para los puros.

Tito 1:15

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