Podemos enseñar a nuestros hijos valores y normas prácticas que los capaciten para encarar los problemas de la vida. Los padres no tienen por qué pensar que las incertidumbres y peligros de la manera moderna de vivir son más fuertes que los recursos disponibles de Dios. Como el Padre-Madre verdadero de todos nosotros, Dios da la mejor de las ayudas en la crianza de un niño. Los padres pueden aprender a encontrar las verdades apropiadas para sus hijos y para ellos mismos, las verdades que son las raíces mismas de la honradez, la pureza, la inteligencia, así como de la salud y el vigor.
Los libros de texto que nos guían en esta paternidad práctica son la Biblia y su intérprete espiritual, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Y el punto de partida esencial que la Biblia ofrece es la verdad — discernible como un hecho espiritual ahora — que todos nosotros tenemos un Padre, el Padre celestial que nos crea y nos alimenta espiritualmente, que atiende a todas nuestras necesidades, dirigiéndonos, protegiéndonos y gobernándonos. Esta revelación de la paternidad de Dios se va haciendo más clara a través de las Escrituras hasta que alcanza su culminación en la vida y enseñanzas de Jesús. La Biblia también da a entender que todas las cualidades de maternidad que atesoramos vienen de Dios. Por ejemplo, el profeta representa a Dios cuando dice: “Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros”. Isa. 66:13.
Los padres que espiritualmente tienen éxito constantemente se colocan y colocan a sus hijos bajo el cuidado del único Padre celestial. Se esfuerzan por expresar en su vida las cualidades que vienen de Dios y que de hecho son del hombre como reflejo de Dios. Toman como su norma de pensamiento y conducta los Diez Mandamientos y el Sermón del Monte. La obediencia a estas enseñanzas capacita a los padres para enseñar a sus hijos a que conozcan y obedezcan las leyes de Dios.
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