“Tú has librado mi alma de la muerte, mis ojos de lágrimas y mis pies de resbalar” (Salmo 116:8). Apenas comenzaba a conocer algo de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) mediante la lectura del Christian Science Sentinel y otras publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, cuando fui a hacerme el examen médico anual. El doctor me dijo que tenía cáncer en una etapa avanzada y me informó que probablemente no viviría más de cinco años.
Debido al gran temor que sentía y a que sabía muy poco de la Ciencia Cristiana, decidí recibir los tratamientos médicos que me recomendaron. Después de someterme a varias intervenciones quirúrgicas de menor importancia, además de recibir los tratamientos de radio y cobalto, no había mejorado nada. En realidad mi salud empeoraba paulatinamente. Entonces un día, después de una dolorosa estadía en el hospital, decidí confiar enteramente en la Ciencia Cristiana. Sabía que de alguna manera ésta me sanaría. Las palabras de Mary Baker Eddy en el Himno 253 (Himnario de la Ciencia Cristiana) fueron de enorme ayuda para mí en esos momentos:
A Cristo veo caminar,
venir a mí
por sobre el torvo y fiero mar;
su voz oí.
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