Aunque pertenecía a una familia que mantenía muy estrechamente las tradiciones culturales prevalecientes, a temprana edad conocí la Biblia en la escuela de misioneros donde fui educado. Este estudio de las Escrituras me condujo, más tarde, a investigar yo mismo varias filosofías y religiones, incluso la Ciencia Cristiana. Inmediatamente me sentí atraído por esta enseñanza, pero no fue sino siete años después que me sentí listo para adoptar la Ciencia como forma de vida. Tres años después me afilié a La Iglesia Madre, y también a una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, en mi ciudad.
Esta decisión de confiar en Dios para todo fue un punto decisivo en mi vida. Al interesarme en el trabajo de la filial, sirviendo durante varios años como jefe de ujieres y miembro de diferentes comités, muchos rasgos de carácter fueron mejorados. Durante un corto plazo fui tesorero, también fui maestro de la Escuela Dominical, y luego miembro de la comisión directiva. Todo esto me puso en contacto directo con las actividades de la iglesia y me enseñó a realmente aplicar las verdades sobre las que descansa este método científico de curación.
Desde antes de afiliarme a La Iglesia Madre, he sentido gratitud por la Ciencia Cristiana. En ese entonces conseguí un trabajo satisfactorio, que todavía tengo y que he mantenido por más de una década. Este sentido de gratitud aumentó al poner en práctica las verdades científicas cada vez más en mi vida, tanto en problemas físicos como mentales. En diferentes ocasiones tuve la ayuda de practicistas de la Ciencia Cristiana, cada uno de ellos fue un luminoso ejemplo que me inspiró a seguir el consejo de Pablo: “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21).
El temor de que las condiciones materiales gobernaban mi vida fue vencido progresivamente a medida que mi comprensión del amor de Dios por el hombre aumentaba. Esto abrió el camino para una experiencia que siempre apreciaré, la instrucción en clase con un dedicado maestro de Ciencia Cristiana. Antes de ir a la clase pude ver la respuesta armoniosa, que obtuve únicamente por medio de la oración, a un problema económico que se había presentado.
La Sra. Eddy nos informa en Ciencia y Salud (pág. 1): “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que para Dios todas las cosas son posibles, — un entendimiento espiritual de Él, un amor abnegado”.
En una ocasión me sentí muy deprimido. Me parecía que no había ni siquiera una sola cosa por la cual pudiera estar agradecido. Una y otra vez, afirmaba todas las verdades espirituales que recordaba, pero cada vez en un momento determinado me hacía toda clase de preguntas negativas: ¿por qué tenía que sucederme esto? y así por el estilo.
Una de las cosas que me venían a la mente en esa época era la declaración de la Sra. Eddy en las páginas 149–150 en The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany: “Recuerda que no puedes estar en ninguna condición, por más severa que sea, en la que el Amor no haya estado antes que tú y donde su tierna lección no te espere”. Esto me hizo recordar el amor que Dios tiene por Sus hijos, y el uso que da la Sra. Eddy al término “Amor” como sinónimo de Dios.
Me aferré a este concepto salvador y sanador del Amor y continué con las declaraciones de verdad hasta que a su debido tiempo se aclaró mi pensamiento. Pronto me di cuenta de que si bien a veces me sentía desdichado, todavía tenía mucho por lo cual estar agradecido. El estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud me enseñó los beneficios de expresar gratitud. Jesús hizo esto antes de resucitar a Lázaro cuando dijo (Juan 11:41,42): “Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes”.
Este profundo sentido de gratitud me elevó de tal manera que me fue imposible continuar deprimido. Entonces decidí utilizar mi tiempo estudiando. Leía la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, meditando en ella y orando diariamente. Además leí artículos de nuestras publicaciones periódicas, el libro La manera de vivir en la Ciencia Cristiana por Dewitt John, y otras publicaciones de la Ciencia Cristiana. Muy pronto este hecho científico expresado por la Sra. Eddy en Ciencia y Salud (pág. 379) se hizo evidente: “La jurisdicción real del mundo radica en la Mente, gobernando todo efecto y reconociendo que toda causalidad está establecida en la Mente divina”. Muy pronto, la sensación de infelicidad e incapacidad fue vencida y me sentí liberado.
Otras curaciones incluyen torceduras en las piernas y dolores de cabeza, y también lastimaduras producidas por fuertes caídas. Algunas de estas curaciones las he obtenido mediante luchas aparentemente largas y después de algún tiempo. Pero cada una me enseñó a orar con mayor firmeza y fervor, y, como consecuencia, aprendí muchas lecciones espirituales de gran valor. Sólo mediante la oración pude vencer la extrema timidez y problemas de relaciones personales.
La confianza total en las verdades de Dios y Su hombre, como se revelan en la Ciencia Cristiana, siempre trae armonía. “¡Gracias a Dios por su don inefable!” (2 Corintios 9:15).
Bombay, India
