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Durante mi adolescencia me sentía convencida de la presencia de...

Del número de agosto de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante mi adolescencia me sentía convencida de la presencia de Dios, pero estaba insegura en cuanto a la naturaleza de Su poder. Mi madre y yo estábamos interesadas en el espiritismo, y habíamos asistido a algunas sesiones. Estaba convencida de que lo que yo veía y oía en estas sesiones en verdad era real. Luego estuve dos años en un colegio privado en donde la lectura de la Lección Bíblica en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana era parte de la rutina diaria de las mañanas; además los alumnos asistíamos a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana.

Yo dudaba de que alguna vez pudiera aceptar una religión que parecía ser tan “drástica” como la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). Pero un día escuché una explicación del espiritismo que era muy lógica. Era obvio que mi madre y yo habíamos visto y oído en las sesiones únicamente lo que queríamos oír y ver. En el capítulo “La Ciencia Cristiana contra el espiritismo”, Mary Baker Eddy dice (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 80): “Es la mente mortal la que convulsiona su estrato inferior, la materia. Estos movimientos se originan en la volición de la creencia humana, pero no son científicos ni racionales. La mente mortal produce el movimiento de la mesa en la sesión espiritista tan ciertamente como mueve la mano al poner la mesa de comer, y luego cree que esta maravilla emana de los espíritus y de la electricidad”. Y previamente ella declara (pág. 71): “Cuando la Ciencia de la Mente sea comprendida, se verá que el espiritismo es esencialmente erróneo, sin base ni origen científico, sin prueba ni poder, fuera del testimonio humano”.

Pronto encontré muchas otras explicaciones y aclaraciones para mis preguntas acerca de Dios y del hombre. Fue así que la levadura de la Verdad hizo su trabajo. Mi creencia en el misticismo fue reemplazada con una prometedora comprensión de la Ciencia del ser.

Cuando llegó el momento de entrar en la universidad, no había fondos disponibles. Empecé a investigar más profundamente esta enseñanza. Frente a la perspectiva de pedir dinero prestado, fui a ver a un practicista de la Ciencia Cristiana, quien llamó mi atención a este pasaje en The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany por la Sra. Eddy (pág. 232): “El camino acertado gana la prioridad de paso, es decir, el camino de la Verdad y el Amor, por medio del cual se pagan todas nuestras deudas, la humanidad es bendecida y Dios es glorificado”. Estas palabras me fortalecieron y me guiaron. Salí del consultorio del practicista convencida de que una comprensión de Dios me proveería de todo lo que yo necesitaba. Poco después obtuve una beca de mi escuela secundaria. Trabajé a cambio de mi alojamiento y comidas en la casa de unos Científicos Cristianos. Aunque los tiempos eran difíciles, y mi madre tenía muy poco dinero para mandarme, ella se sacrificó para darme lo que podía. Algunos compañeros que eran Científicos Cristianos me animaron y ayudaron. Hice trabajo de oficina para una persona que me proporcionó una influencia paternal, la cual yo hasta entonces no había tenido. Me hice miembro de La Iglesia Madre, y también de una iglesia filial que había en el pueblo en donde estaba la universidad y enseñé en la Escuela Dominical. Me fue posible terminar mis estudios universitarios y comenzar mi carrera de maestra, la cual me trajo muchos años de felicidad y realización.

Estoy profundamente agradecida porque al leer Ciencia y Salud he encontrado una maravillosa manera de vivir. Las continuas demostraciones de sus verdades espiritualmente científicas han tenido como resultado muchas curaciones, muchas soluciones de problemas. Un largo servicio como miembro de una iglesia filial y la instrucción en clase de la Ciencia Cristiana me han bendecido inmensurablemente.

En cierta ocasión comencé a sentir que el latido de mi corazón era irregular, síntomas que eran muy notables y desconcertantes. Por la noche, y a menudo durante las actividades del día, esto siguió preocupándome. Pedí la ayuda de una practicista, y estudié la definición de “corazón” en Ciencia y Salud (pág. 587): “Sentimientos, motivos, afectos, alegrías y aflicciones mortales”. La oración me hizo darme cuenta de que yo había permitido que me perturbara indebidamente el que algunas amistades, por las cuales yo sentía gran afecto, hubieran dejado de asistir a nuestra iglesia para asistir a otra. Este concepto mortal de las cosas había causado mi tristeza. Sabía que tenía que hacer a un lado los anhelos humanos y aferrarme únicamente al cuadro espiritual de todos los hijos de Dios. Al corregir así el pensamiento, el problema del corazón desapareció.

En otra ocasión, sufrí de dolor en la espalda. Una compañera de trabajo notó mi dificultad y me habló de una enfermedad que había tenido su hija debido a un problema del riñón que presentaba síntomas similares a los míos. Silenciosamente negué que el hijo perfecto de Dios pudiera estar enfermo. La ayuda afectuosa de una practicista me quitó el dolor y el malestar. Poco tiempo después encontré por casualidad una hoja informativa que describía “las realidades” de la enfermedad del riñón, hoja que había sido distribuida por una organización médica. Al dar un vistazo a la larga lista de síntomas y calamitosas predicciones, pude ver que todas estas llamadas “realidades” eran formuladas por la mente mortal acerca de la mente mortal, y se basaban en el testimonio del sentido material. El hijo de Dios está completamente separado del pensamiento mortal y su manifestación, y yo soy hija de Dios. Reconocí mi libertad completa, y esto fue comprobado al verme liberada totalmente de la molestia. ¡Qué forma tan maravillosa de vivir, guiados por el Cristo en todo lo que hacemos!


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