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El magnetismo animal no es misterioso

Del número de agosto de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un reconocimiento más profundo y más claro de la naturaleza de Dios — una aceptación más fiel de Él — es la clave para comprender la realidad. Dios es Todo. Jamás está ausente. Él constituye la sustancia esencial de la realidad; es el centro mismo del ser; es la circunferencia misma — el Todo — de la infinitud. El hombre es una idea divina, totalmente espiritual, la representación plena de la perfección del Espíritu.

Si dejamos de comprender la totalidad y supremacía de Dios, el magnetismo animal puede parecer misterioso. Pero si por lo menos comenzamos a comprender que el bien es absolutamente infinito y que el Amor divino es el único poder y presencia, podremos tasar el magnetismo animal apropiadamente. Si nos causa temor no hemos vislumbrado suficientemente la omnipotencia de Dios. Si nos sentimos fascinados por él, no estamos amando lo suficiente la omnipotencia de Dios. Si lo ignoramos, no hemos demostrado la omnipotencia de Dios sobre el magnetismo animal. A medida que empezamos a aprender más acerca de la presencia y poder de Dios, el magnetismo animal pierde todo aire de misterio.

Alrededor de la época de la revolución americana, Franz Anton Mesmer, un médico austriaco, estaba poniendo en boga lo que hoy se conoce extensivamente como hipnotismo. Este procedimiento de control del pensamiento fue llamado mesmerismo. Mesmer creía que había una poderosa influencia o fuerza, a la que él llamó magnetismo animal, el cual podía usar una persona sobre otra persona. Sus conferencias y práctica del hipnotismo, destinadas a ayudar a pacientes, lo llevaron a París, donde sus colegas médicos lo veían con sospecha. Pero su trabajo suscitó tanta sensación, que el gobierno francés ordenó que su teoría fuera investigada por una comisión.

La Sra. Eddy reconoció implicaciones mayores en las conclusiones de esta comisión, en la que tomó parte Benjamín Franklin. En su capítulo “El magnetismo animal desenmascarado” ella cita de las conclusiones unánimes a las que ellos llegaron: “que los efectos violentos que se observan en la práctica pública del magnetismo son debidos a manipulaciones o a la excitación de la imaginación y las impresiones producidas sobre los sentidos; ofreciéndose un hecho más para anotar en la historia de los errores de la mente humana y un importante experimento respecto del poder de la imaginación”.Ciencia y Salud, pág. 101.

Aquí, en una declaración concisa, está un comentario exacto sobre el magnetismo animal. Es una excitación de la imaginación, una impresión producida sobre los sentidos.

Aun cuando al comienzo el magnetismo animal fue aclamado por sus adherentes como un método de curación, la Sra. Eddy percibió que las obras de esta supuesta fuerza describían exactamente la naturaleza fundamental de todo mal. La mente mortal — la mentira de que puede haber muchas mentes, incluso inteligencia en la materia — es la marca de la creencia hecha sobre los falsos sentidos materiales. Es la excitada imaginería impresa en el pensamiento mortal. La Sra. Eddy escribe: “Tal como se emplea en la Ciencia Cristiana, la expresión magnetismo animal o hipnotismo es el término específico para el error, o la mente mortal. Representa la creencia errónea de que la mente está dentro de la materia, y que es tanto buena como mala; que el mal es tan real como el bien y más poderoso. Esta creencia no tiene ni una sola cualidad de la Verdad”.Ibid., pág. 103.

El mal, en cualquier forma que aparezca, no es más que un estado hipnótico del pensamiento. El mal no tiene sustancia o permanencia verdadera. Dios es Mente, y la Mente es infinita. No hay una mente separada capaz de ser receptiva al mal o impresionada por éste. Pero el concepto ilusorio equivocado de que el hombre sí tiene una mente separada y que pasa por estados de la materia — nacimiento, enfermedad, pecado y muerte — es un estado mesmerizado del pensamiento. El mal de cualquier forma que uno se lo imagine, pretende exaltarse a sí mismo contra los hechos eternos de la totalidad de Dios: Su supremacía y la perfección del hombre. San Pablo habla de “derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. 2 Cor. 10:5.

La Ciencia Cristiana no esquiva el mal considerando que simplemente es una invención de la imaginación en el sentido usual de la palabra. Explica todo el pensamiento mortal — incluso cualquier cosa que abarque, limitación, enfermedad, temor, ignorancia — como ilusorio desde el punto de vista de la perfecta y sapientísima Mente divina. La Sra. Eddy explica, por ejemplo: “La enfermedad es algo más que mera imaginación; es un error humano, una parte constituyente de lo que comprende el todo de la existencia mortal, es decir, la sensación material y el engaño mental”.No y Si, pág. 4.

Aun cuando el término “magnetismo animal” fue originalmente usado por Mesmer para describir cómo una mente personal podía ser controlada, especialmente para curar, la Ciencia Cristiana explica todas las implicaciones de este concepto mortal. Muestra cómo la mente mortal es una falsificación de la Mente divina única, cómo esta falsa pretensión de ser mente es fundamentalmente ignorante, sujeta virtualmente a cualquier faceta de creencia, sin ninguna base permanente y sustancial. Esta mente falsa supone que el hombre es materia. Con típica incongruencia, teme a la materia en forma de enfermedad, no obstante, adora a la materia en forma de medicina.

El conjunto total de las creencias mortales reside dentro de las impresiones hechas sobre los equivocados sentidos de la mente mortal. No importa cual sea la fase del magnetismo animal que se ofrece — ya sea discordia y trastorno o paz y placer — siempre que esto descanse sobre vida e inteligencia en la materia, tiene que renunciarse y la consciencia tiene que conformarse al Cristo.

El hecho es que no existe negación de la totalidad de Dios. La Mente es la única fuente del ser, y el hombre expresa esa perfección. La consciencia divina y lo que ella sabe es la única sustancia de la realidad. La curación que descansa sobre estas verdades desaprueba las pretensiones del magnetismo animal. A medida que rehusamos inclinarnos ante las discordias de un estado hipnótico de pensamiento y aceptamos el estado verdadero del hombre como una expresión pura y santa de la Mente divina, el magnetismo animal viene a ser una falacia obvia. Pierde toda apariencia de misterio, y la totalidad y perfección de Dios son claramente reconocidas como las únicas realidades del ser.

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