Un reconocimiento más profundo y más claro de la naturaleza de Dios — una aceptación más fiel de Él — es la clave para comprender la realidad. Dios es Todo. Jamás está ausente. Él constituye la sustancia esencial de la realidad; es el centro mismo del ser; es la circunferencia misma — el Todo — de la infinitud. El hombre es una idea divina, totalmente espiritual, la representación plena de la perfección del Espíritu.
Si dejamos de comprender la totalidad y supremacía de Dios, el magnetismo animal puede parecer misterioso. Pero si por lo menos comenzamos a comprender que el bien es absolutamente infinito y que el Amor divino es el único poder y presencia, podremos tasar el magnetismo animal apropiadamente. Si nos causa temor no hemos vislumbrado suficientemente la omnipotencia de Dios. Si nos sentimos fascinados por él, no estamos amando lo suficiente la omnipotencia de Dios. Si lo ignoramos, no hemos demostrado la omnipotencia de Dios sobre el magnetismo animal. A medida que empezamos a aprender más acerca de la presencia y poder de Dios, el magnetismo animal pierde todo aire de misterio.
Alrededor de la época de la revolución americana, Franz Anton Mesmer, un médico austriaco, estaba poniendo en boga lo que hoy se conoce extensivamente como hipnotismo. Este procedimiento de control del pensamiento fue llamado mesmerismo. Mesmer creía que había una poderosa influencia o fuerza, a la que él llamó magnetismo animal, el cual podía usar una persona sobre otra persona. Sus conferencias y práctica del hipnotismo, destinadas a ayudar a pacientes, lo llevaron a París, donde sus colegas médicos lo veían con sospecha. Pero su trabajo suscitó tanta sensación, que el gobierno francés ordenó que su teoría fuera investigada por una comisión.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!