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Una sola causa: Dios

Del número de agosto de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Si el piso de su sótano se llenara de agua debido a una avería en los caños, limitarse solamente a secarlo sería de muy poca ayuda.

Cuando nos enfrentamos con algo discordante, es mucho más efectivo orientar nuestra oración hacia acallar la causa que ocasiona la molestia en lugar de luchar contra sus supuestas consecuencias. Este enfoque puede aplicarse a cualquier problema: sea de temor, carencia, pecado, enfermedad, de negocios o de familia.

La causa aparente de toda dificultad es la mente mortal. Esta supuesta mente no se anuncia a sí misma como mente mortal. Si lo hiciese, la reconoceríamos más fácilmente como tal y no daríamos crédito a sus mentiras. La mente mortal emplea el pronombre “yo” para engañarnos, haciéndonos pensar que sus sugestiones son nuestros propios pensamientos. Hace que nos formulemos reproches y hasta que nos condenemos injustificadamente. Cristo Jesús se refirió a esta mente hipotética de la siguiente manera: “Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”. Juan 8:44.

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