Si el piso de su sótano se llenara de agua debido a una avería en los caños, limitarse solamente a secarlo sería de muy poca ayuda.
Cuando nos enfrentamos con algo discordante, es mucho más efectivo orientar nuestra oración hacia acallar la causa que ocasiona la molestia en lugar de luchar contra sus supuestas consecuencias. Este enfoque puede aplicarse a cualquier problema: sea de temor, carencia, pecado, enfermedad, de negocios o de familia.
La causa aparente de toda dificultad es la mente mortal. Esta supuesta mente no se anuncia a sí misma como mente mortal. Si lo hiciese, la reconoceríamos más fácilmente como tal y no daríamos crédito a sus mentiras. La mente mortal emplea el pronombre “yo” para engañarnos, haciéndonos pensar que sus sugestiones son nuestros propios pensamientos. Hace que nos formulemos reproches y hasta que nos condenemos injustificadamente. Cristo Jesús se refirió a esta mente hipotética de la siguiente manera: “Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”. Juan 8:44.
Cuando obtenemos a través de la Ciencia Cristiana aunque sea una tenue comprensión acerca de la naturaleza de la Mente real — de Dios — comenzamos de inmediato a minar los endebles soportes de la mente mortal ficticia. Entonces empezamos a reconocer la grandiosa realidad de que Dios ha sido siempre la única presencia.
La Mente verdadera es infinita, el Amor que todo lo sabe, que es toda acción, todopoderoso; la causa única y original produciendo todo efecto. Y cada efecto debe expresar la naturaleza de su causa, a pesar de la insistencia de la mente finita en lo contrario.
La causa divina, el Espíritu, produce ideas espirituales que son tan activas como su causa. Estas ideas por siempre se nos revelan a cada uno de nosotros y satisfacen todas nuestras necesidades.
Dios, el bien infinito, es ciertamente la única causa real y el único creador omnipotente. Mantiene perpetuamente a Su creación espiritual en un estado de activa perfección, sin permitir jamás la más mínima equivocación. Por lo tanto, ¿puede existir algo tal como una causa falsa y maligna? Dios, el bien, es Todo, y no existe ningún otro poder. La Sra. Eddy dice: “Sólo hay una causa primordial. Por tanto, no puede haber efecto de ninguna otra causa, y no puede haber realidad en nada que no proceda de esta causa grande y única”.Ciencia y Salud, pág. 207.
