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“Echando fuera a todos”

Del número de septiembre de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cristo Jesús demostró una y otra vez el poder sanador y regenerador de Dios. En las colinas, en las calles, ayudó a individuos y a multitudes. El número de ellos nunca fue un obstáculo. Pero en una ocasión Jesús exigió que la interferencia y el escepticismo humanos fueran aplacados y eliminados totalmente.

El evangelio según San Lucas relata que la hija única de Jairo estaba gravemente enferma. Ver Marcos 5:21–24, 35–43. Jairo, un principal de la sinagoga, fue personalmente a rogarle al Maestro que viniera y sanara a su hija. Al volver Jesús con él, llegó un mensajero diciendo que la niña había muerto. Para cuando llegaron a la casa, los familiares y las plañideras profesionales ya estaban de duelo.

Mas Jesús nunca fue de los que aceptaban las apariencias exteriores como veredicto final. Él mantuvo la verdad espiritual de la vida eterna, la vida siempre sostenida por el Amor divino, Dios que todo lo abarca. Jesús contrarrestó el cuadro de muerte y dolor con la afirmación inspirada por la Verdad: “Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta sino duerme”.

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