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Un domingo por la mañana, cuando era Primer Lector en la filial de...

Del número de septiembre de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un domingo por la mañana, cuando era Primer Lector en la filial de la Iglesia de Cristo, Científico, sentí de pronto una tremenda náusea. Esto sucedió durante la lectura de la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Parecía que iba a perder el conocimiento, pero durante esos momentos aterradores me di cuenta del extraordinario sentido de amor y apoyo del Segundo Lector. Esto me permitió continuar, y al leer esta declaración de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud, pude leer con voz más fuerte (página 391): “Elevaos en la fuerza consciente del espíritu de la Verdad para echar abajo el alegato de la mente mortal, llamada también materia, que se dirige contra la supremacía del Espíritu”. Dejé de sentir náusea: Estaba perfectamente bien y agradecido por no haber interrumpido el culto. Leí nuevamente en el culto de la tarde y me sentí completamente liberado.

En otra ocasión mi esposa y yo viajamos en automóvil unos doscientos cuarenta kilómetros aproximadamente para asistir a una reunión importante. Como lo hacemos siempre antes de cada viaje, nos preparamos reconociendo la supremacía de la ley divina que protege y sostiene a cada uno de los hijos de Dios. Mientras conducía el automóvil en la carretera, en el carril de cambio, un pesado camión que iba adelante, intempestivamente se pasó al carril donde yo iba. A la velocidad que íbamos, parecía imposible evitar un choque. Pero oré un instante y me sentí dirigido a hacer una maniobra que nunca había hecho antes. El auto giró haciendo un círculo completo y se detuvo en la dirección de nuestro destino. Se había evitado un choque y nosotros pudimos continuar el viaje. No hubo ningún sobresalto, simplemente el gozo de alabar a Dios por Su presencia protectora.

Desde que fue publicado mi primer testimonio en el Christian Science Sentinel hace alrededor de treinta años, nuestra familia ha tenido muchas curaciones, tanto de problemas mentales como físicos, únicamente con la ayuda de la oración. Estoy muy agradecido a Dios por ello y también por cada oportunidad que he tenido para servir a la Causa de la Ciencia Cristiana. Cuánto le debemos a nuestra querida Guía, la Sra. Eddy, por haber escrito Ciencia y Salud, y por haber establecido su Iglesia sanadora.

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