No hace mucho tiempo, muchas personas tenían gran interés en adquirir oro por su alto valor y por creer que el poseerlo les daría seguridad económica.
Esto me hizo recordar la conducta de Moisés cuando tuvo que decidir a quién servir: a Dios o a las riquezas. El autor de Hebreos, al hablar de los héroes de la fe del Antiguo Testamento, escribió: “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado”. Hebr. 11:24, 25.
Moisés hizo su decisión durante una época en que el pueblo hebreo vivía oprimido en Egipto, mientras que Faraón, a quien ellos servían, tenía extensos recursos. Pero las promesas de Dios tenían más valor para Moisés que todas las riquezas y comodidades de la corte de Faraón. Él debe de haber vislumbrado que la verdadera sustancia no es la materia, sino el Principio divino, completo, infinito, eterno.
La Ciencia Cristiana nos revela que nosotros también podemos poner a Dios primero, que la materia no debe continuar siendo la base de la economía y felicidad humanas. Dios, el Espíritu, es la fuente de todo el bien y nos brinda gozo eterno. “En la relación científica entre Dios y el hombre, descubrimos que todo cuanto bendice a uno bendice a todos, según lo demostró Jesús con los panes y los peces, — siendo el Espíritu, no la materia, la fuente de la provisión”,Ciencia y Salud, pág. 206. escribe la Sra. Eddy.
El poder del Cristo, la Verdad, vislumbrado por Moisés y demostrado plenamente por Jesús, nos despierta del sueño de los sentidos materiales. Esta espiritualización del pensamiento la logramos a medida que amamos y comprendemos a Dios más cabalmente. Despertar del sueño mortal es estar conscientes de nuestra verdadera identidad, reconocer que somos hijos de Dios y que reflejamos Sus cualidades. Descubrimos que el hombre es perfecto y gobernado únicamente por la ley divina. Reconocer y obedecer al Principio divino como el único Dios, hace caer las cadenas de opresión: la enfermedad, el pecado y la muerte. El aceptar el Principio también nos facilita la entrada a la tierra de promisión, como pasó con el pueblo de Israel.
Creer que nuestra seguridad está en acumular monedas de oro o engrosar nuestra cuenta bancaria es una equivocación. La paz, la salud, la vida, la inteligencia, no se compran con todo el oro del mundo, y todas ellas Dios nos las da libremente.
Moisés, seguro en su relación con Dios, no se dejó impresionar por la riqueza y poder materiales y, como resultado, le fue posible liberar a su pueblo de la opresión. La Sra. Eddy declara en Ciencia y Salud: “Para los sentidos corporales las estrictas demandas de la Ciencia Cristiana parecen perentorias; pero los mortales están apresurándose a comprender que la Vida es Dios, el bien, y que el mal en realidad no tiene lugar ni poder en la economía humana o en la divina”.Ibid., pág. 327. Como Moisés, podemos confiar en Dios y saber que fuera de Él no hay nada que sea real. Esta comprensión satisface toda necesidad que tengamos.
De esta manera llegamos a saber que “vivimos, y nos movemos, y somos” Hechos 17:28. en Dios. La Ciencia Divina, el Consolador prometido por Cristo Jesús, nos ayudará en nuestro camino hacia la paz, armonía y abundancia. Entonces nos daremos cuenta de que verdaderamente hemos encontrado la Tierra Prometida.