Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Hace unos cuantos años me enfermé repentina y gravemente.

Del número de septiembre de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace unos cuantos años me enfermé repentina y gravemente. A pesar de que la enfermedad no fue nunca diagnosticada, los síntomas parecían como si se hubiera reventado el apéndice. Sufrí por algunos días, y entonces una noche cerca de la medianoche, cuando sentí dolores muy fuertes, tomé dos decisiones. Primero, decidí que no buscaría ayuda médica aun cuando sintiera la tentación de creer que me estaba muriendo. Continuaría teniendo fe en el método de curación de la Ciencia Cristiana y en ningún otro. Segundo, yo sabía que el dedicado practicista de la Ciencia Cristiana que oraba por mí estaba haciendo su trabajo muy concienzudamente, y yo decidí expresar mi gratitud orando científicamente por mí misma, lo mejor que pudiera, hasta la mañana siguiente.

Inmediatamente después de hacer estas dos decisiones sentí una súbita y profunda convicción de que la materia no puede ser sensible, y por lo tanto el dolor es siempre un concepto mental equivocado. Me di cuenta de que el cuerpo físico no puede originar o comunicar dolor, porque es materia sin mente. Sólo hay una Mente, y ésa es Dios. La Mente divina comunica solamente el bien y da origen a la libertad y a la armonía. Un sentido de paz me invadió, a pesar de que no sentí mejoría. Durante toda la noche mantuve esa maravillosa sensación de paz. Perdí todo temor al dolor, y aunque transcurrieron varias semanas antes que la curación fuera total, nunca más sentí temor de la supuesta enfermedad. Esta curación ha sido permanente.

En otra ocasión de pronto me atacó una parálisis que afectó casi todo mi cuerpo. Solamente podía moverme con gran dificultad, y no me sentía cómoda en ninguna posición. Como por espacio de dos meses en raras ocasiones estuve libre de dolor.

En diferentes ocasiones solicité la ayuda de un practicista, y estoy segura de que todo el tratamiento que recibí en la Ciencia Cristiana contribuyó a la curación final. Después de un tiempo me sentí capaz de continuar el tratamiento por mí misma, y a medida que persistía en reconocer la totalidad de Dios pude comenzar a ver más allá de la mesmérica mentira de que la materia es real. Tuve una mayor certeza de que vivía en el Espíritu, libre de los límites de la materia, incluso el dolor. La dificultad desapareció gradualmente, y nunca se repitió ni se manifestaron complicaciones.

Estas curaciones me han ayudado a comprender la declaración de la Sra. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 180): “Cuando el hombre es gobernado por Dios, la Mente siempre presente que todo lo entiende, el hombre sabe que para Dios todas las cosas son posibles”. Muchas veces me he sentido alentada por los testimonios que aparecen en las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana. Ahora someto el mío con la esperanza de que inspire a otros a perseverar en sus esfuerzos para ver la irrealidad de la enfermedad y del dolor.

¡Qué manera de vivir más bella es la nuestra cuando luchamos por poner en práctica las leyes de esta Ciencia en nuestra vida diaria! Mi oración de todo corazón es que yo pueda expresar cada vez más mi gratitud a Dios, siguiendo cada día más de cerca el ejemplo y las enseñanzas de Cristo Jesús y de su devota discípula, la Sra. Eddy.


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / septiembre de 1982

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.