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¿Qué estamos dispuestos a sacrificar?

Del número de septiembre de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La narración bíblica acerca de Abraham e Isaac nos presenta un tema profundo. De edad avanzada y todavía sin heredero, Abraham escuchó la promesa de Dios: “¿Hay para Dios alguna cosa difícil?” Gén. 18:14. y recibió la bendición de un hijo.

Pero Abraham amaba a Dios aún más de lo que amaba a su hijo. Como prueba de ello estaba dispuesto a ofrecer a Isaac en sacrificio. Aunque el sacrificio humano era una costumbre aceptada de la época, Abraham comprendió que Dios no exigía que la vida fuera sacrificada. La vida de Isaac fue perdonada y la promesa cumplida.

Como seguidores de Cristo Jesús, podemos confiar nuestra vida a Dios. No tenemos que aceptar nada menos que la Vida. En realidad, no tenemos que luchar por aferrarnos a la Vida; la Vida, Dios, abarca al hombre y al universo y, por lo tanto, se aferra a nosotros. Sabemos que la bondadosa ley de Dios obra aquí y ahora para destruir las ilusiones hipnóticas de dolor, enfermedad y decaimiento. Sabemos que el Cristo, la Verdad, es el más potente agente sanador al alcance de toda la humanidad y que es tan eficaz hoy como lo era en tiempos de Jesús. La convicción divina (más que la fortaleza humana) y el entendimiento espiritual (en lugar de la creencia ciega) nos llevan a la victoria final sobre el error.

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