Una curación en la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) aporta algo más que el alivio del sufrimiento, incluso algo más que la recuperación física y moral. Saca a relucir nuevas percepciones de la realidad. La curación cristiana revela de manera singular, en cierto grado, la Vida verdadera, Dios y Su creación, incluso a toda la familia universal que consta de los hijos de Dios. En verdad, esta familia permanece perfecta eternamente, sin que su armonía sea perturbada por sugestión alguna de discordancia. Por medio de la oración podemos discernir y experimentar esta realidad. El resultado es un renacer del pensamiento, un bautismo purificador, un despertar espiritual. Esto equivale a nacer de nuevo.
La curación eleva a los mortales de un sentido de malestar hacia la libertad, de la acción errónea a la acción justa, de la pena a la alegría y de la carencia a la abundancia. Esta curación y esta purificación se basan en la perfección actual del hombre que Dios creó. En realidad, nadie puede estar a un paso de la perfección. Pero para experimentar la curación, los mortales deben despertar a la realidad.
La manera de orar por medio de la cual esta Ciencia cura sistemáticamente se denomina a veces tratamiento metafísico, pues está más allá del razonamiento basado en la materia. Tratar a los enfermos como corresponde es cumplir con el mandamiento de Cristo Jesús de sanar al enfermo (véase Mateo 10:8). El tratamiento nos pone en armonía con la inspiración espiritual, el Cristo sanador, la Verdad, a la que Jesús mismo recurría tan natural y espontáneamente.
La curación en la Ciencia Cristiana relaciona específicamente las verdades reveladas sobre la perfección del hombre genuino, deducibles de las Escrituras, con las necesidades humanas. Pone de manifiesto perspectivas innovadoras, renovadoras, de Dios y Su creación, incluso el ser verdadero de cada uno de nosotros. Este tratamiento repudia la creencia mortal y material en el mal sobre la base de la totalidad de Dios, la totalidad del bien.
El practicista que trabaja por la curación intenta descubrir y escuchar las verdades pertinentes y apropiadas para la necesidad del paciente. El razonamiento inspirado, deducido de las verdades que él obtiene de su estudio y que atesora al orar, eleva al practicista a adoptar la humilde actitud y sagrada altitud propias del Cristo. La vitalidad de las ideas llenas del poder de Dios, que se aceptan en el tratamiento, no comienza al llamar al practicista ni acaba al concluir el tratamiento. Dios incesantemente derrama Su luz sanadora para orientar a los objetos de Su amor.
Sin embargo, la oración específica de un practicista ayuda a aplicar el Cristo sanador, la Verdad, a las falsas creencias y las destruye. Este tratamiento identifica al paciente con la creación de Dios, a la manera de Dios. No obstante, el tratamiento es algo más que una introducción a la Palabra de Dios, más que una identificación con ella. El tratamiento científico, convertido en percepción espiritual, abre el pensamiento a la Palabra de Dios. Las personas que utilizan la manera correcta de orar reciben al Cristo en acción. Cuando el Cristo emerge en el pensamiento para purificar y dar consuelo, el espíritu de Verdad viene a la carne para sanarla y restablecerla.
¿Cuánto tiempo tarda la Palabra de Dios en producir buenos efectos? La contestación a esa pregunta depende de la claridad y pureza del tratamiento. Debemos comprender que el bien es el efecto perfecto de Dios, siempre. Este reconocimiento de la verdad científica es un agente del tratamiento metafísico y revela al Cristo, la Verdad, que afirma la supremacía de Dios.
No tenemos que luchar e intrigar para complacer a Dios. Su voluntad no es arbitraria. De acuerdo con Pablo, todo deseo que aspira hacia lo espiritual es una oración que recibe de Dios esta respuesta que infunde confianza: “En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”. 2 Cor. 6:2.
Los Científicos Cristianos de experiencia que anhelan ayudar a toda la humanidad pueden dedicarse exclusivamente al sagrado ministerio de la curación cristiana. Muchos han demostrado su competencia, de acuerdo con las exigentes normas de La Primera Iglesia de Cristo, Científico, para ser reconocidos como practicistas públicos y publicar sus nombres en The Christian Science Journal y en El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Estas personas se han alistado para cumplir con fidelidad las estrictas exigencias morales y espirituales de la práctica, a fin de poder sanar a aquellos que soliciten su ayuda.
Sin embargo, estos dedicados practicistas no tienen, dentro de la iglesia, un monopolio del tratamiento y de la curación. Es cierto que un practicista debe escuchar con el sentido espiritual para recibir ideas sanadoras. Debe demostrar su tratamiento viviendo en estrecho acuerdo con los valores morales y espirituales. Pero en la proporción en que cualquiera persista en la búsqueda de la Verdad sanadora, puede cultivar el sentido espiritual. Y su tratamiento podrá sanar.
El libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, juntamente con la Biblia, constituyen el manual del practicista, y la Ciencia Cristiana es la panacea para el paciente. La Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, dice: “La Ciencia Cristiana parece abstracta al sentido mortal, pero el procedimiento es sencillo y los resultados son seguros, si la Ciencia es comprendida. El árbol que trae buen fruto tiene que ser bueno. Guiado por la Verdad divina y no por conjeturas, el teólogo (es decir, el estudiante — el expositor cristiano y científico — de la ley divina) trata la enfermedad con resultados más seguros que cualquier otro sanador sobre la tierra”.Ciencia y Salud, pág. 459.
Todos poseemos alguna aptitud para curar y podemos aprender a usarla. La experiencia por sí sola no es en realidad la fuente de las cualidades que se requieren para sanar y ser sanados. ¿No es acaso Dios, la Mente divina, siempre la única fuente de todo bien? ¿Y no es acaso la Verdad misma el sanador absoluto en todos los casos?
En cada instante tenemos una nueva oportunidad para estar conscientes de Dios, para que Lo reflejemos. El pasado no debería aplazar o contrariar nuestra capacidad para comprender y aplicar la verdad con eficacia, ahora mismo. En la perfección de nuestro ser a la semejanza de Dios, somos siempre inseparables del Cristo, la Verdad, el nexo divino por medio del cual la curación llega a la humanidad. Tenemos acceso por igual al único cimiento sobre el cual se afirma y construye la demostración: Dios, la Mente divina. Sentir mayor aprecio por las capacidades de nuestro ser real, siempre completo ante los ojos de Dios, nos exaltará para probar las capacidades infinitas de Dios, que reflejamos aquí y ahora.
Cada curación científica reduce la suma total de la creencia en algo aparte de Dios y profetiza la victoria final sobre toda la ilusión de enfermedad, pecado y mortalidad. Ninguna curación es insignificante, porque cada una de ellas ilustra, en forma que no puede duplicarse, la omnipotencia de Dios para triunfar sobre todo mal. La curación exige que busquemos constantemente la plena salvación, la liberación de toda la creencia mortal y material, aunque el desarrollo espiritual sea gradual.
La curación fluye de la comprensión de que Dios es Todo-en-todo. A veces tendremos que luchar vigorosamente para abandonar nuestro falso yo y hacer lugar para recibir de todo corazón la espiritualidad necesaria. Sin embargo, una cosa es segura: el tratamiento es inspirado por la Mente divina cuando procuramos incesantemente consolar a los demás, y el resultado será la curación. Entonces percibiremos con claridad la razón por la cual la Ciencia Cristiana adopta el elemento sanador del cristianismo primitivo, pues sabremos, sin duda alguna, que la Ciencia que hemos aplicado proviene de Dios.