El estado errante y vagabundo de Caín “en tierra de Nod”, Gén. 4: 16. no es una escena feliz, y el pensador cristianamente científico de hoy en día da los pasos activos para eliminar de su consciencia esos falsos puntos de vista acerca de la vida que quisieran inducir a tal castigo.
¿Cómo domina uno esos abismos del mal que quisieran castigarnos: odio, envidia, injusticia, desesperación, apatía, enfermedad? ¿Cómo evita uno andar errante en el sentido mortal y material de tales perspectivas de la vida?
Las respuestas a esas preguntas son importantes si hemos de mantenernos espiritualmente alerta y fuera del adormecido, lúgubre y sufriente ambiente mental representado por la tierra de Nod.
El Salmista nos da una indicación importante: “Mucha paz tienen los que aman tu ley”. Salmo 1 19: 165. Amar la ley de Dios — conformar sistemáticamente nuestra vida, mediante Su Hijo eterno, a esta ley del Principio divino — aporta la capacidad espiritual para pensar y proceder correctamente, incluso en medio de nubes de mal. El Principio, nuestra única causa, nuestro Padre que “está en los cielos”, es el poder omnipresente que no incluye nada que sea desemejante a Sí Mismo.
Amar a Dios, es decir, conformarse a Su ley y ser uno con el Principio como su semejanza — aun por un momento en oración — invoca a las fuentes infinitas de bien, el Amor divino. Esta iluminación espiritual trae en sí un efecto purificador, sanador y fortalecedor. Elimina lo que es desemejante a Dios. Nuestro objetivo es permanecer siempre unidos a la vida y al ser armonioso del Principio y expresarlo, lo que significa expresar en nuestra vida la belleza y el orden del universo de Dios. Esto evita que andemos en la triste tierra de Nod.
Cristo Jesús nos estableció el camino para amar y practicar con firmeza la ley redentora de la Vida, la Verdad y el Amor divinos. Hoy en día, mediante la Ciencia del Cristo, estamos capacitados para experimentar la fuerza dinámica del bien descrita con frecuencia en el Nuevo Testamento en términos del reino de Dios. ¡Y por qué no ha de sanarnos y redimirnos esta eterna presencia del bien, Dios!
Por ejemplo, la mujer del relato de la Biblia que fue sorprendida en el acto mismo de adulterio, fue liberada del espantoso castigo mediante la acción redentora del Cristo, la Verdad, representado por Jesús. Las palabras que el Maestro le dijo: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”, Juan 8:11. han infundido esperanza a innumerables prisioneros del mal a través de los siglos y los han ayudado a escapar de la temida tierra de Nod.
Cristo, la voz de la Verdad divina, viene todavía al pensamiento pecador, sufriente y desorientado de hoy en día y le dice: “Levántate, escúchame, y cambia tus caminos. Yo revelo toda la consciencia verdadera, saco a la luz un poder infinito y auténtico, sustancia indestructible, existencia armoniosa”.
Para quienes están amenazados por un diluvio de mal, que luchan por levantar la cabeza por encima de una siniestra oleada de pena o pecado, no hay un Consolador más grande que la voz de la Verdad que se anuncia a sí misma y que existe por sí misma. El Cristo por siempre nos dice a cada uno de nosotros: “La ley de Dios está en operación aquí y ahora”. Aquí está un mensaje fundamental de la Ciencia Cristiana, y por esto es que muchos aceptan la Ciencia divina como su Consolador.
Recientemente, una mujer vio que al poner en práctica la ley de Dios, pudo evitar andar errante por la tierra de Nod, castigada por falta de empleo, injusticia, escasez, salud precaria, soledad y pensamientos de suicidio. Al aferrarse firmemente al Principio, su semejanza verdadera, despertó de esa tierra de ensueño del error y descubrió abundancia de bien. Como resultado, su vida, su salud, su situación familiar, oportunidades para una carrera, alegría y una convicción de que ella valía, mejoraron sustancialmente. Se sintió liberada de andar sin propósito y abatida dentro de un concepto falso y material acerca de la vida, la verdad, la inteligencia y la sustancia, es decir, la tierra de Nod.
La diaria tarea del metafísico cristiano, es silenciar dentro de su consciencia el ruido mortalmente mental de la negación, que niega la ley divina. La tarea del pensador es escuchar la voz callada y suave de la Verdad. Entonces, mediante una práctica persistente desarrollamos la habilidad de hospedar la visión angelical que elimina lo que temerosamente conceptuamos como real y que no lo es.
Qué tranquilizador y satisfactorio es comprender que el testimonio de los sentidos materiales es falso, que no es la realidad del ser. Por lo contrario, nada hay que no sea afectuoso en el reino del Amor infinito, porque el Amor y su creación es todo; ante la presencia de la Verdad no hay error que se propague o atrinchere, pues la Verdad es todo; en la operación del Principio no existe mal funcionamiento o falta de funcionamiento, porque el Principio, en unidad con su idea, es todo lo que existe. Mantenerse unido a Dios como Su semejanza es estar libre de mal.
No sólo podemos defendernos a nosotros mismos al amar la ley de Dios, la cual muestra que el bien es todo lo que existe; también podemos orar con eficacia en bien de toda la humanidad al saber que cada uno está incluido y protegido en la totalidad de Dios.
“La ley de Dios se resume en tres palabras: ‘Yo soy Todo’; y esta ley perfecta siempre está presente para rechazar cualquier pretensión de otra ley”, escribe la Sra. Eddy.No y Sí, pág. 30.
Para el ser humano amenazado con el exilio en alguna tierra de Nod, no hay energía recuperadora más grande que nuestro amor de esta ley de Dios. Fue el amor de la ley divina lo que capacitó a Jesús para liberar a un sinnúmero de pecadores y enfermos. Hoy en día, nuestro amor de esta misma ley invoca la inmediación del omnipresente tierno cuidado de Dios, y nos libera de un viaje innecesario en alguna tierra de desastre.