Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Inteligencia basada en la Mente

Del número de octubre de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La inteligencia procede de Dios. Y Dios es Espíritu, no materia; Él es Mente, no cerebro. A medida que comencemos a aprender más acerca de Dios como la consciencia infinita, el único Ego, pensaremos y actuaremos más inteligentemente, con mayor percepción. Y cuando abandonemos por completo la creencia de que la sabiduría y el entendimiento tienen un origen material demostraremos la total filiación del hombre con la Mente divina.

Nuestro destino es el siguiente: probar que la perfección del hombre como la expresión de la Mente está intacta; que el ser verdadero jamás ha estado separado de Dios. Esto fue lo que Cristo Jesús demostró. Él mostró que la Mente del hombre es pura, divina, eterna. Para cada uno de nosotros la prueba viene paso a paso a medida que discernimos y demostramos los hechos más elementales de la realidad y rechazamos los errores más fundamentales de la materialidad.

Una de esas verdades básicas de la realidad es que la consciencia genuina es semejante a la del Cristo, que es el reflejo infalible de la Mente inmortal. El metafísico cristiano reconoce esta fuente puramente espiritual de la inteligencia. Una teoría material contrastante es que el cerebro provee inteligencia por medio de impulsos electroquímicos. ¿Cuál es el significado de estas evaluaciones sumamente divergentes respecto a la inteligencia?

Cuando surge un problema específico — por ejemplo, algo relacionado con lo que generalmente se considera como retardación mental, demencia, o apoplejía — el materialista podría enfocar su atención en el cerebro como la base del problema. Y le podría parecer que su búsqueda para encontrar una solución a la dificultad depende finalmente de cuánto pueda aprender acerca del cerebro, y de lo que él pueda hacer con esto. Su trabajo permanece al nivel de los esfuerzos por ajustar o reajustar la materia y sus condiciones.

En su labor de curación, el metafísico cristiano no se opone al funcionamiento correcto del cuerpo ni lo descarta. Es obvio que el estómago, el corazón, el cerebro, etc., deben continuar funcionando normalmente. Pero el sanador científicamente cristiano tiene un método totalmente diferente de restablecer la normalidad. Él percibe que la acción ordenada del cuerpo vuelve más rápidamente cuando la atención no se concentra en el cuerpo físico, sino cuando se comprende que la acción real, la ley gobernante, la inteligencia verdadera, el orden genuino, no dependen de la materia. Estos elementos se derivan de Dios.

De manera que el sanador verdaderamente científico pone todo su enfoque en un contexto profundamente religioso, puramente espiritual. Su trabajo consiste en descubrir la unidad inquebrantable entre Dios y el hombre y en reconocer claramente lo falaz de las teorías materiales que quisieran interrumpir la relación perfecta del hombre con Dios. El efecto es un despertar a la realidad del ser, y uno de los resultados es el restablecimiento de las funciones normales de la mente y el cuerpo.

El enfoque metafísico que se usa para sanar el funcionamiento defectuoso del cerebro no está basado en tratar de eliminar mentalmente el funcionamiento usual de este órgano; la curación se efectúa y el funcionamiento normal se restablece cuando comprendemos que la inteligencia real fluye ininterrumpidamente de Dios al hombre y cuando comprendemos por qué la electricidad no es la sustancia o fuente de la inteligencia. El eliminar una falsedad del pensamiento, el descubrir una equivocación y reemplazarla con el hecho espiritual, hacen que la condición humana quede libre para volver a la normalidad.

¿Cuál es la naturaleza de la electricidad? Hay numerosas teorías, observaciones sin fin. Los efectos de la electricidad han sido descritos en gran detalle. Pero todas las exploraciones de la física no han descubierto la naturaleza elemental de la electricidad. Y, en realidad, las ciencias físicas jamás nos proporcionarán una explicación exacta y definitiva de este fenómeno. Todo el asunto es cuestión de metafísica más bien que de física.

Hace más de un siglo, la Sra. Eddy describió correctamente la esencia de la electricidad. Ella explica: “La electricidad es el agudo excedente de la materialidad que contrahace a la verdadera esencia de la espiritualidad o verdad — siendo la gran diferencia que la electricidad no es inteligente, mientras que la verdad espiritual es Mente”.Ciencia y Salud, pág. 293.

La demostración de la inteligencia verdadera tiene su fuente en la provisión abundante de espiritualidad que la Mente imparte y no en el “agudo excedente de la materialidad”. Quizás sea necesario preguntarnos de tiempo en tiempo cuán completamente estamos abandonando aquellos puntos de vista que ponen énfasis en una base materialista para vivir, para tener alegría, inspiración y paz. Mientras más peso pongamos en la espiritualidad, más inteligente será nuestra evaluación de diversos problemas y más sabias serán nuestras acciones para resolverlos. Si bien esto es cierto respecto a la humanidad en general, es un factor de especial importancia para quien se esté esforzando por vencer problemas específicos de carácter físico, mental o moral.

Las teorías médicas podrían poner énfasis en que la razón de varias dificultades es un desequilibrio electroquímico en el cerebro: la causa del comportamiento criminal, el origen de la demencia, la base de una enfermedad determinada. Y podrían intentar remediar la dificultad administrando choques eléctricos al cerebro para estimularlo. El practicista que sana por medio de la Ciencia Cristiana comienza con una premisa enteramente diferente; afirma que la Mente divina es la base y fuente de la acción y la consciencia del hombre. Imparte la verdad espiritual insistiendo en que Dios es la Mente que inicia toda acción, que imparte la sustancia de la inteligencia a todo pensamiento verdadero. La existencia verdadera es la actividad de la consciencia divina. Como reflejo de la Mente, el hombre expresa esta actividad perfecta. Si nos aferramos a estas verdades, permitiendo que sus implicaciones sean claramente percibidas, no nos sentiremos desconcertados, impedidos, o derribados mental y físicamente por un cerebro electroquímicamente basado. En su lugar, el cerebro tiene que ajustarse a su funcionamiento normal (del mismo modo que el corazón o el estómago o los músculos deben volver a su acción normal) cuando comprendemos que el hombre no está constituido de facetas agudas de materialidad o absorbido en ellas; el hombre refleja la sustancia de la Mente: espiritualidad pura.

A medida que vayamos comprendiendo más los hechos espirituales de la realidad, viviremos cada vez menos una existencia finita, centrada en un ego personal. Podemos empezar ahora a vislumbrar algo de la totalidad y perfección de la Mente, y, por medio de la oración, insistir en que Dios es la única sustancia del pensamiento, de la existencia. A medida que discernimos la supremacía de la Mente, el cuerpo se alivia del funcionamiento anormal causado por una suposición de que la inteligencia es manufacturada por la electricidad.

El estudiante de la Ciencia Cristiana está aprendiendo a discernir su unidad con la Mente divina y a probar esa unidad negándose consecuentemente a poner énfasis en la materia inconsciente como si ésta fuera la fuente de toda inteligencia verdadera. Acepta, tan sin reservas como pueda, la provisión infinita de consciencia que la Mente imparte. En realidad, la Mente sostiene toda actividad del verdadero ser. Esta visión de la existencia divina nos capacita para ver que la electricidad no es Mente. En humildad podemos decir con Pablo: “Nosotros tenemos la mente de Cristo”. 1 Cor. 2:16.

Nuestro creciente reconocimiento de que Dios es verdaderamente la única Mente que el hombre tiene, ilumina y fortalece nuestra capacidad para razonar, pensar lógicamente, orar con atención y actuar inteligentemente.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / octubre de 1983

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.