La inteligencia procede de Dios. Y Dios es Espíritu, no materia; Él es Mente, no cerebro. A medida que comencemos a aprender más acerca de Dios como la consciencia infinita, el único Ego, pensaremos y actuaremos más inteligentemente, con mayor percepción. Y cuando abandonemos por completo la creencia de que la sabiduría y el entendimiento tienen un origen material demostraremos la total filiación del hombre con la Mente divina.
Nuestro destino es el siguiente: probar que la perfección del hombre como la expresión de la Mente está intacta; que el ser verdadero jamás ha estado separado de Dios. Esto fue lo que Cristo Jesús demostró. Él mostró que la Mente del hombre es pura, divina, eterna. Para cada uno de nosotros la prueba viene paso a paso a medida que discernimos y demostramos los hechos más elementales de la realidad y rechazamos los errores más fundamentales de la materialidad.
Una de esas verdades básicas de la realidad es que la consciencia genuina es semejante a la del Cristo, que es el reflejo infalible de la Mente inmortal. El metafísico cristiano reconoce esta fuente puramente espiritual de la inteligencia. Una teoría material contrastante es que el cerebro provee inteligencia por medio de impulsos electroquímicos. ¿Cuál es el significado de estas evaluaciones sumamente divergentes respecto a la inteligencia?
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