“Jamás registréis edades”, escribe la Sra. Eddy en Ciencia y Salud, el libro de texto de la Ciencia Cristiana. Luego nos da una explicación más abajo en la misma página: “La Vida es eterna”.Ciencia y Salud, pág. 246. La edad no es un factor del vivir eterno. ¿Parece este concepto un punto de vista demasiado radical para usarlo a diario? Claro que no.
Hoy en día la actitud en cuanto a la edad está cambiando, lo cual indica, tal vez, un grado de comprensión más elevado de la Vida eterna, Dios. La gente ve ahora más claramente que la edad no es necesariamente un indicador exacto de la capacidad mental o física. ¿Sería acaso muy sorprendente oír hablar de una persona de veintinueve años de edad que es presidente de una universidad o de un estudiante universitario de setenta años? Las rígidas restricciones relacionadas con la edad se están derribando. Se está empezando a ver que la edad no tiene tanta importancia.
Para ser duradero, este nuevo concepto tiene que ser justificado por algo más que una corriente de pensamiento. La Ciencia Cristiana impugna el proceso de deterioro. Enseña que hay una base espiritual y científica para demostrar lo inoportuno de la edad, una base que se encuentra en la Biblia: “Yo hago nuevas todas las cosas”. Apoc. 21:5.
¿Qué es aquello que seguirá siendo nuevo por siempre? Sólo una cosa: las percepciones espiritualmente más claras de Dios, de la Vida, reveladas por el Cristo. La claridad espiritual implica la exteriorización de ideas nuevas y bien determinadas que revelan la Verdad, otro nombre bíblico para Dios. La búsqueda de la Verdad y de la Vida continúa en cada época; y la búsqueda puede tener éxito debido a la divina ley perpetua de la creación: “Yo hago nuevas todas las cosas”. No existe tiempo ni lugar en el que Dios no se esté revelando a Sí mismo en nuevas maneras; y continuará revelándose hasta que se vea que “todas las cosas” son pensamientos de Dios, por tanto, eternas.
La edad no tiene nada que ver con el conocimiento de Dios
La edad de por sí no nos da la capacidad para conocer a Dios, ni nos quita esta capacidad. El sentido espiritual, eternamente uno con el Cristo siempre presente, revela claramente a Dios; y las cualidades del Cristo, tales como la gratitud, el sentir sincera compasión por las necesidades de los demás, la vivacidad de espíritu, constituyen el bien humano perdurable. Los niños aman estas cualidades. También los ejecutivos y las personas mayores. El bien hace que la vida sea plena y rica a cualquier edad, ayudándonos a sentir más cerca de Dios.
“¿Se siente usted solo?” preguntó un preocupado pariente a un miembro de su familia cuya esposa había fallecido recientemente. “No”, dijo él. “Superé eso años atrás cuando me familiaricé con Dios por primera vez”. Durante todos los años de su vida — y eran muchos — su conocimiento de Dios había ido creciendo mediante el desarrollo del sentido espiritual; había estudiado la verdad en la Biblia y en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, había pasado horas en oración día y noche y expresado su familiaridad con Dios en su manera de vivir. Había hallado paz en esta manera de vivir y ahora esto no le había fallado en una hora de gran necesidad.
La edad no puede quitarnos nuestra paz cuando demostramos que la fuente del bien no cambia. Nuestra seguridad radica en continuar creciendo en la comprensión de esta fuente, Dios.
La edad no tiene nada que ver con la salud
¿Ha visto usted las secoyas gigantes de California? Algunas de ellas ya existían antes del tiempo en que se supone que Moisés vivió. Algunas son tan altas que si uno se para al pie de ellas y mira hacia arriba, apenas se puede ver su copa. En lugar de deteriorarse a través de los siglos, simplemente siguieron viviendo. ¿Por qué? Por una razón, siguen creciendo.
Tenía una amiga a quien, en su edad avanzada, le era una lucha seguir viviendo. Estaba tan enferma que no podía levantarse de la cama. Le pregunté: “¿Piensa usted que de todas maneras es natural morir más o menos para esta época?” “Bueno, sí”, dijo serenamente, “parece que es lo normal que ocurra a mi edad”.
Le recordé lo que la Sra. Eddy escribe: “Los horarios de nacimiento y defunción son otras tantas conspiraciones contra hombres y mujeres”. Y continúa más adelante: “El hombre, gobernado por la Mente inmortal, es siempre bello y sublime. Cada año que viene desarrolla más sabiduría, belleza y santidad”.Ciencia y Salud, pág. 246.
Mi amiga empezó a dar algunos colosales saltos mentales en su percepción de que la vida está gobernada por la Mente, Dios, y no por condiciones físicas o por la edad; sintió entonces el deseo de derrotar la conspiración de la edad contra su salud. Ya no pensaba que la muerte era una ley irresistible. Comprendió que la única vida natural para el hombre, quien existe por autoridad divina, es el vivir continuamente. En una semana se había levantado, se vestía todos los días y volvió a dedicar tiempo a la pintura, lo cual le encantaba. Esto no está fuera de lo común. “Podrían citarse miles de casos en que le fue restituida la salud al paciente al cambiar sus pensamientos respecto a la muerte”,Ibid., pág. 79. escribe la Sra. Eddy.
La salud de hombres y mujeres incluye la salud de las facultades humanas. La edad viene a ser cada vez menos un factor determinante a medida que aprendemos acerca de la naturaleza espiritual de nuestras facultades. Cuando Cristo Jesús llamó a Lázaro para que saliera del sepulcro, Ver Juan, cap. 11. todas las facultades de Lázaro habían dejado de funcionar. Nada humano o físico comunicó esa llamada a Lázaro, ni inició su respuesta a ella. La comprensión de la naturaleza espiritual del sonido y la vista, como Jesús demostró, preserva estas facultades sin la ayuda de la ley física. El oído y otras facultades no están en la materia. Están en la Mente divina. La capacidad del hombre para expresar a Dios depende enteramente de Dios, y esta capacidad permanece inalterada por las teorías materiales. El sentido espiritual expresa el poder de Dios para conocerlo todo. Estos son hechos que permanecen verdaderos, a pesar de la edad.
La edad no tiene nada que ver con el propósito que se tenga en la vida
La facultad de ser útil es otro hecho divino que permanece espiritualmente cierto acerca del hombre y que hoy se está demostrando que es así. Muchos se están rebelando contra el argumento de que a cierta edad tienen que caer en la inactividad. La Sra. Eddy es un ejemplo notable. Durante un período de su vida cuando mucha gente ya se hubiera jubilado, ella estaba escribiendo, aconsejando, fundando una iglesia, y, todavía años después, fundó un diario. Su propósito en la vida era curar. Los argumentos limitativos fueron sojuzgados a ese propósito.
El materialismo, no la edad, es lo que impide la facultad de ser útil. La continua preocupación con los movimientos y cambios de la materia nos dificulta mantener un propósito amplio y significativo de la vida. El interés material en nuestro propio cuerpo no nos deja ver nuestra utilidad verdadera. Pero podemos empezar a dejar atrás el materialismo. El estudio y la aplicación de la Ciencia Cristiana desarrollan nuestra espiritualidad. Cuando tratamos de alcanzar la luz, de alcanzar nuevas ideas espirituales, nuevas perspectivas de Dios y del hombre, la edad no es una ley gobernante en nuestra experiencia.
Dejar que entre la luz es dejar que entre el reconocimiento de la Vida, Dios, en la consciencia. Es un cambio radical de base que se aparta del pensamiento cargado de materialismo. Los mandatos de Jesús tenían su base en el pensamiento mantenido a una gran altura espiritual. Cuando dijo: “No temas”, Marcos 5:36. el poder era irresistible.
Los cristianos tienen la maravillosa oportunidad, como seguidores de Jesús, de empezar a vencer el temor de que la edad puede regir sus vidas. La vida existe porque Dios existe. No se fabrica materialmente. A medida que estamos más conscientes del poder y de la dirección de Dios, expresamos la vida más plenamente. Nuestra existencia verdadera, y la de nuestros seres queridos, es perpetua. Aceptar la verdad del ser que no envejece, de que el hombre es espiritual y vive porque Dios vive, elimina el énfasis que se pone en la edad y señala hacia la eternidad.
