Supe por primera vez acerca de la Ciencia Cristiana cuando yo era adolescente. Desde los primeros años de mi niñez se me había considerado de salud delicada, y pasaba varios meses en cama en distintas épocas en estado de semi invalidez. Mis padres eran amorosos, considerados y me protegían, pero no asistían a ninguna iglesia y no tenían convicciones religiosas.
Un día me picó una abeja, y el cuerpo se me hinchó mucho. Estaba tan enferma que pensé que iba a morir. Unos vecinos nuestros eran Científicos Cristianos, y su hija ofreció orar por mí. Al cabo de una hora, estaba completamente bien.
Más adelante, ese mismo año, cuando estaba en cama con fiebre reumática, esta misma joven oró por mí otra vez. Recuerdo que me preguntó si yo creía que Dios me podría sanar. Le contesté que yo sabía que Él podía. Otra vez sané al cabo de una hora. Mis padres reconocieron la curación, y estaban muy agradecidos por ella, pero no mostraron ningún interés en particular acerca de la manera en que se había logrado.
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