Supe por primera vez acerca de la Ciencia Cristiana cuando yo era adolescente. Desde los primeros años de mi niñez se me había considerado de salud delicada, y pasaba varios meses en cama en distintas épocas en estado de semi invalidez. Mis padres eran amorosos, considerados y me protegían, pero no asistían a ninguna iglesia y no tenían convicciones religiosas.
Un día me picó una abeja, y el cuerpo se me hinchó mucho. Estaba tan enferma que pensé que iba a morir. Unos vecinos nuestros eran Científicos Cristianos, y su hija ofreció orar por mí. Al cabo de una hora, estaba completamente bien.
Más adelante, ese mismo año, cuando estaba en cama con fiebre reumática, esta misma joven oró por mí otra vez. Recuerdo que me preguntó si yo creía que Dios me podría sanar. Le contesté que yo sabía que Él podía. Otra vez sané al cabo de una hora. Mis padres reconocieron la curación, y estaban muy agradecidos por ella, pero no mostraron ningún interés en particular acerca de la manera en que se había logrado.
Al año siguiente mi familia se mudó de nuestro hogar en el campo a una ciudad cercana, en donde nosotros los niños fuimos inscritos en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Nosotros amamos la Ciencia Cristiana desde el comienzo, y tuvimos la bendición de tener excelentes maestros en la Escuela Dominical. Cuando una seria epidemia de influenza nos puso a todos en cama, muy enfermos, mi madre no consiguió médico alguno para ayudarnos, así es que pidió tratamiento por medio de la Ciencia Cristiana. Todos sanamos ese mismo día, y mamá empezó a estudiar seria e intensamente este método de curación. Más adelante fue practicista pública de la Ciencia Cristiana, y sirvió a sus semejantes en esta capacidad durante muchos años. Mi tío y mi tía vieron las bendiciones que mi familia estaba recibiendo, y ellos también se hicieron Científicos Cristianos. Mi tía disfrutó de su profesión como enfermera de la Ciencia Cristiana.
Estas maravillosas enseñanzas me han sanado una y otra vez. A medida que estudiaba Ciencia Cristiana, era una persona más saludable y más feliz. Mis cuatro hijos también han tenido curaciones notables.
He visto curaciones que se efectuaron tan rápida y completamente en la Ciencia Cristiana que sé, sin duda alguna, que Dios es verdaderamente el único médico. Una prueba específica ocurrió mientras pasaba unas vacaciones en otro país. Tuve un accidente automovilístico, en el que fui lesionada. Reflexioné sobre la respuesta que da la Sra. Eddy en las páginas 475–477 de Ciencia y Salud a la pregunta: “¿Qué es el hombre?” También los familiares Salmos números veintitrés y noventa y uno fueron para mí fuente de inspiración. Me ayudó mucho esta declaración en el Prefacio de Ciencia y Salud (página xi): “La curación física en la Ciencia Cristiana resulta ahora, como en tiempos de Jesús, de la operación del Principio divino, ante la cual el pecado y la enfermedad pierden su realidad en la consciencia humana y desaparecen tan natural y tan inevitablemente como las tinieblas ceden lugar a la luz y el pecado a la reforma. Ahora, como entonces, estas obras poderosas no son sobrenaturales, sino supremamente naturales”. Sané de toda evidencia del accidente — incluyendo ligamentos rotos, pérdida de visión en un ojo, y numerosas heridas y magulladuras — en el término de dos semanas.
Cuando sufrí un ataque de apoplejía mientras era Segunda Lectora en mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico, la oración de un practicista me sanó en cuatro semanas, y pude reanudar mis deberes como Lectora.
Es para mí una felicidad maravillosa que mis hijos hayan tenido el privilegio de asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana mientras crecían, y que ahora algunos de mis nietos y bisnietos estén disfrutando este método que la Sra. Eddy nos dio para educar a nuestros hijos espiritualmente.
North Hollywood, California, E.U.A.
