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No hay separación en el Amor

Del número de octubre de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una sola sustancia — el Amor, Dios — abarca toda realidad. Está reflejada en la unidad de todas las identidades espirituales, incluyendo la verdadera individualidad de cada uno de nosotros. La sustancia infinita, Dios Mismo, impide que nos separemos de Él y de los demás. Abrazada en el seno del Amor, la familia del hombre semejante a Dios, permanece inseparable, armoniosa y eternamente unida.

Ser uno con el Amor es ser uno con todo miembro de la familia del Amor. La distancia, la indiferencia o la muerte puede que pretendan tener una presencia divisiva, personalidad dualista y poder destructivo para separar a la gente. Pero no hay distancia en la presencia divina, ni discordia en la relación espiritual, y no hay muerte en la Vida inmortal, Dios. La distancia es una mentira acerca de la presencia, la discordia una mentira acerca de la concordia, y la muerte una mentira acerca de la Vida.

La Ciencia Cristiana explica y demuestra que nada puede impedir que el hombre verdadero, el hombre ideal, esté consciente de la sustancia de la Vida, el Amor, omnipresente, del todo armonioso. En la proporción en que vivamos de acuerdo con el ideal del Amor mediante la comprensión y práctica de la Ciencia Cristiana, comprenderemos nuestra unidad con el Amor y con todas las ideas del Amor.

El creer que estamos separados de los demás en cualquier forma, entraña la creencia, en cierto grado, de que estamos separados de Dios, el único Amor, el Todo-Vida, a quien el hombre verdadero expresa en todo momento. La creencia idólatra de separación surge del sentido material o personal de vida y amor que no pertenece a Dios o a Su hombre. El Amor divino es unicidad que es totalidad. En razón de su evidente presencia inclusiva, el Amor divino impide la separación. Dios no nos separa de nuestros seres queridos ni nos los quita; Dios nos une.

La separación jamás ocurre en la vida y amor verdaderos; Dios no la origina ni la permite. La separación es un engaño de la existencia mortal y el afecto perecedero, un sueño de los sentidos materiales. Un sueño puede parecer que está poblado de quienes llamamos amigos o enemigos. Sin embargo, nuestra identidad verdadera jamás está en el sueño. En vez, la individualidad verdadera está siempre en Dios.

Para despertar del sueño mortal o creencia de separación de Dios o de cualquier idea espiritual, es necesario obtener una mejor comprensión de la realidad divina, donde todo individuo realmente vive y ama eternamente. La práctica de la Ciencia Cristiana, incluyendo el vivir de lo que al presente sabemos de Dios y el hombre, vivifica ese despertar espiritual en el que comprendemos que todos están a salvo en el Amor. Toda curación en la Ciencia Cristiana nos ayuda a desistir de algún aspecto de pecado y así restablece, en cierto grado, nuestro sentido espiritual de unidad con todo miembro de la familia del hombre, familia a imagen de Dios. Cada uno de nosotros tiene derecho al privilegio declarado por el apóstol cristiano, Pablo, de estar totalmente “seguro de que ni la muerte, ni la vida... nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Rom. 8:38, 39.

El efecto de una comprensión de Dios se expresa en la perseverancia de asociación provechosa. Mientras que obedezcamos las exigencias morales y espirituales de la ley de Dios, revelada en la Ciencia Cristiana, nos será posible demostrar que ningún desafío a nuestras relaciones humanas puede ocurrir sin dar como fruto una bendición, sin fortalecer nuestra percepción en desarrollo de la individualidad espiritual del hombre. En un párrafo en el cual la Sra. Eddy comenta sobre el fallecimiento de alguien que ella conoció, escribe: “Cuando la luz de una amistad pasa después de otra de la tierra al cielo, encendemos en su lugar el brillo de alguna realidad imperecedera”.Pulpit and Press, pág. 5.

En momentos de aparente separación, ¿encendemos una realidad en vez de hacer una llamarada de autocompasión? La identidad verdadera jamás desaparece de la consciencia divina. En la proporción en que percibamos la presencia espiritual del Cristo, la idea divina de filiación con Dios, percibiremos la individualidad verdadera en su ambiente perfecto de armonía con toda individualidad. Nuestro sentido espiritual del Amor omnipresente es restaurado, iluminando una vista permanente de inmortalidad, encendiendo “el brillo de alguna realidad imperecedera”.

El Cristo eterno que Jesús demostró traduce el hecho espiritual de la unidad del hombre con Dios en una ayuda práctica para quienes se creen que están olvidados, separados o desconsolados. Cuando Jesús supo que pronto se separaría de sus amigos, les hizo una promesa que pertenece a todos aquellos que se sientan abandonados por su concepto más querido de compañerismo. Dijo: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”. Juan 14:18.

Quienes estén afligidos por alguna razón pueden percibir mediante el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, y la práctica de lo que aprenden, que el Cristo, la Verdad, está aún hablando tiernamente y actuando poderosamente hoy en día. En dicho libro la Sra. Eddy escribe: “Es imposible que el hombre pierda algo que es real, puesto que Dios es todo y eternamente suyo”.Ciencia y Salud, pág. 302.

La Ciencia divina es el Santo Consolador que nos sana de la creencia de que alguien pueda estar separado de la comprensión sostenida por Dios de que el hombre es completo en toda forma. Dios ha enviado Su Ciencia, restaurando el Cristo a nuestra vista, despertándonos al gozo invulnerable. La inseparabilidad de Dios y el hombre no está esperando un proceso de unificación; es el eterno e infinito resultado de la naturaleza amante del Amor, una ley demostrable de la Ciencia Cristiana. Ser uno con el Amor y sus ideas, es ser uno con todo lo que realmente es.

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