Al enfrentarnos a problemas difíciles, es útil preguntarnos si estamos tratando de hacer que la salud sea una realidad justo donde hemos creído que ha estado ausente. Nuestro remedio está a la mano. A la realidad no hay que hacerle nada.
Nuestro Mostrador del camino, Cristo Jesús, sanaba sobre la base de la convicción espiritual. Él conocía a Dios, la única Mente divina, como Verdad. Lo que es verdadero está a salvo dentro de la Mente que todo lo sabe. Por lo tanto, lo que Dios conoce constituye la verdad en cualquier situación. Sintiendo profunda compasión ante la escena humana, Jesús pudo decir: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8:32.
La Ciencia Cristiana, la Ciencia divina que Jesús enseñó y vivió, nos trae la maravillosa revelación de que el hombre refleja a Dios. Por lo tanto, el hombre refleja la Verdad. El hombre no puede dar origen a la Verdad; el hombre no es responsable de hacer que la Verdad sea verdadera. La Verdad — con su bondad, su integridad, su salud — ya está establecida, ya es la sustancia de toda identidad real. Dios, la Mente, ha declarado la verdad de nuestro ser. La Verdad ya está actuando. No tenemos que ponerla a funcionar o hacer que actúe más de prisa. La Verdad está eternamente aquí, y su ley funciona espontáneamente en beneficio de nuestra genuina identidad.
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