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“Las misericordias de Jehová cantaré perpetuamente; de generación...

Del número de octubre de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“Las misericordias de Jehová cantaré perpetuamente; de generación en generación haré notoria tu fidelidad con mi boca” (Salmo 89:1).

He tenido muchas curaciones por medio de la Ciencia Cristiana, de las cuales he dado testimonio en estas publicaciones periódicas. Ahora quisiera compartir la gran felicidad y gratitud que siento por dos recientes demostraciones del poder sanador de Dios.

Hace varios años me salió en el cuerpo una protuberancia grande y dolorosa. Estorbaba mi normal movimiento y a veces lo detenía por completo. Algunas veces el dolor era casi insoportable. Durante ese tiempo una practicista de la Ciencia Cristiana me ayudaba de vez en cuando. Yo a menudo la llamaba, todo llorosa, durante las largas horas de la noche, cuando no podía dormir. Ella siempre elevaba mi pensamiento nuevamente a la paz y la esperanza. No puedo expresar con palabras mi gran gratitud hacia ella, por su tierna compasión y su fortaleza.

Cuando la evidencia física amenazaba abatirme por medio del temor, una profunda gratitud por las curaciones pasadas y el progreso espiritual que inevitablemente experimentaba, me ayudaban a fortalecer mi confianza en Dios. No tengo palabras para agradecer a mi querido esposo porque hacía todo lo que físicamente era necesario hacer por mí y por nuestro hogar. Cualquiera que fuera la necesidad humana, siempre era satisfecha por medio de su bondadosa ayuda. También, mediante el apoyo y las oraciones de muchos amigos íntimos que son Científicos Cristianos, se evitó la crítica atemorizante y la mera compasión humana. Yo me sentí libre de mundanas presiones, sostenida en el “ambiente de divino Amor” (Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 144).

Un día, hace varios meses, mientras nos visitaba la practicista, la protuberancia empezó a disolverse. A la mañana siguiente, había desaparecido. ¡Me sentí como si caminara sobre las nubes! Podría agregar aquí que nunca durante ese tiempo pensé en que se me hiciera un diagnóstico médico. No tenía duda de que la curación se efectuaría mediante mi completa confianza en Dios. Y así fue.

Más o menos al mismo tiempo tuve otra curación. Durante varias semanas me había dado cuenta de que yo tenía dificultad para oír con un oído. Una declaración que yo amo — la cual había mantenido en mi pensamiento a pedido de la practicista mientras orábamos por el otro problema — es una muy familiar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 463): “Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error, y esa verdad elimina debidamente todo lo que sea nocivo”. Yo siento que la aceptación de la verdad de esta declaración abrió el camino para la curación.

Una noche mientras estaba en una reunión en la iglesia, sentí que algo hizo un pequeño ruido en mi oído. Pensé que probablemente se me había aflojado el arete, me puse la mano en el oído y una pequeña sustancia de forma redonda salió del oído. Después de eso, podía oír perfectamente.

¡Con razón los Científicos Cristianos están agradecidos a Dios por Cristo Jesús, el Mostrador del camino; por la Sra. Eddy, su devota seguidora; y por nuestros pacientes y dedicados practicistas! Cuando con sinceridad y persistencia nos esforzamos por obtener una mejor comprensión de Dios y de Su hombre, suceden cosas maravillosas. Sin duda alguna progresamos espiritualmente por medio de estos tiempos de prueba, hasta que finalmente vislumbramos la brillante luz de la Verdad. Gracias, Dios, por Tu cuidado fiel de Tus hijos.


Como esposo de Mary estoy agradecido por el privilegio de dar testimonio sobre estas dos bellas curaciones. Es muy consolador saber que el poder de Dios sana toda enfermedad y establece la armonía en nuestros asuntos humanos.

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