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¿Qué es un metafísico?

Del número de octubre de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Con el descubrimiento de la Ciencia Cristiana realizado por la Sra. Eddy, el sentido de la palabra “metafísica” adquirió un significado muchísimo más alto y puro del que tenía antes. El uso que ella dio a ese término para describir un sistema de curación y redención que está basado en la totalidad de Dios, lo elevó por encima de la filosofía especulativa y los métodos de curación basados en la mente humana.

En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy dice: “La metafísica es superior a la física, y la materia no entra en las premisas ni en las conclusiones metafísicas. Las categorías de la metafísica descansan sobre una sola base, la Mente divina. La metafísica resuelve las cosas en pensamientos y reemplaza los objetos de los sentidos por las ideas del Alma”.Ciencia y Salud, pág. 269.

Un metafísico, por lo tanto, es alguien que contempla las ideas espirituales del Alma, los hechos espirituales del ser, tal como existen en la Ciencia divina, y aplica estas ideas a problemas determinados a fin de solucionarlos. La metafísica cristiana muestra que sólo hay una Mente, infinita y perfecta, y una sola manifestación infinita de la Mente: el hombre espiritual, la imagen de la Mente. Se comprende que la materia es una falsa representación de la Mente, porque la naturaleza y sustancia de la Mente infinita tiene que ser Espíritu. El hombre y el universo se componen de ideas espirituales, las cuales expresan a la Mente única. De la Mente, Dios, emana toda inteligencia, sabiduría y discernimiento. Todas las premisas y conclusiones metafísicas descansan sobre el hecho de una sola Mente, infinita y perfecta, y su expresión perfecta, el hombre.

El razonamiento metafísico niega la existencia de la enfermedad y de toda discordancia sobre la base de que una Mente infinita no incluye elemento alguno que se oponga a su totalidad, nada que pueda experimentar o causar discordia o disensión.

La Sra. Eddy descubrió la metafísica de la Ciencia divina en las Escrituras, según ella explica, mediante la revelación, la razón y la demostración. Ver ibid., pág. 109. En el libro de Job, leemos: “¿Enseñará alguien a Dios sabiduría...?” Job 21:22. y “Si él determina una cosa, ¿quién lo hará cambiar?” Job 23:13. En el Nuevo Testamento, el Apóstol Pablo nos amonesta: “Dejad que haya en vosotros esa mente que estaba también en Cristo Jesús”. Filip. 2:5 (según la versión King James). Ésta era ciertamente la Mente divina.

Jesús fue el Metafísico por excelencia. No empleó otro remedio que el poder de la Mente para sanar enfermedades incurables. No usó medicinas, ni forma alguna de manipulación, ni métodos humanamente concebidos. Las ideas de la Mente divina que se revelaban a su consciencia eran su único remedio para toda clase de discordancia, mental y física.

Muchos años atrás intenté practicar la metafísica por primera vez. Fue poco después de haber comenzado a estudiar la Ciencia Cristiana. Tenía una protuberancia bastante grande en la punta de un dedo que era a veces muy dolorosa. Esta anomalía había sido extirpada quirúrgicamente antes de yo empezar a estudiar la Ciencia, pero reapareció. Al leer sobre curaciones de esa índole en los testimonios de la literatura periódica de la Ciencia Cristiana, decidí aplicar al problema la escasa comprensión que en aquel tiempo tenía yo de esta Ciencia. El dolor desapareció, pero no el crecimiento. Entonces leí un testimonio de alguien que había sanado reconociendo el estado mental subyacente de la dificultad, y me di cuenta de que esto encerraba una lección para mí. Percibí que el pensamiento acerca del crecimiento material — la creencia de que la materia es verdadera sustancia y puede crecer — necesitaba ser desafiado. Recibí claramente el mensaje espiritual de que yo no estaba creciendo materialmente, sino desarrollándome espiritualmente como una idea perfecta de la Mente, Dios. La paz y el gozo embargaron mi consciencia con esta comprensión.

Éste fue el primer paso metafísico: resolver las cosas en pensamientos. O sea, vi el crecimiento como una sugestión mental solamente. De ahí en adelante, cada vez que pensaba en el dedo, reconocía la inmunidad que Dios me había otorgado contra toda imperfección. Durante varias semanas el crecimiento disminuyó a medida que yo mantenía en mi pensamiento la identidad espiritual y perfecta del hombre. Pero luego dejó de disminuir. Entonces salió a luz un marcado hecho espiritual: debido a que el hombre es la expresión de Dios, en verdad yo jamás había tenido ningún crecimiento material que perder. Y una vez más sentí la maravillosa inspiración que siempre acompaña la percepción de hechos metafísicos. Se había observado otra importante regla metafísica. El objeto de los sentidos — la falsa sugestión mental — había sido reemplazado con el hecho de que el hombre es perfecto en el Alma. En pocos días todo vestigio de la protuberancia había desaparecido, y me había embarcado en una jornada metafísica destinada a demostrar el poder de los hechos espirituales sobre las creencias materiales.

La Sra. Eddy, escribe: “Grande es el interés que ha suscitado y que se ha expresado sobre el tema de la curación metafísica, pero mucha gente la confunde con ciertos ‘ismos’, y aun con la incredulidad, de manera que su particularidad religiosa y la inmensidad de su valor no son comprendidas”.Escritos Misceláneos, pág. 4. Es cierto que mucha de la práctica mental de nuestros días es hipnótica en naturaleza, o sea, una mente humana que trata de controlar a otra mediante la transmisión de pensamientos mortales. Ésta no es la práctica de la verdadera metafísica, o Ciencia Cristiana, que se basa por completo en una sola Mente. En la Ciencia Cristiana, tanto el practicista como el paciente, mediante el amor y la comprensión espiritual, ceden a Dios, la Mente. Esta Mente elimina las falsas creencias según vamos reemplazándolas al aceptar las ideas espirituales que la Mente presenta. Esto es verdadera curación metafísica. El hipnotismo no entra en su práctica. Como metafísicos, reconocemos la naturaleza espiritual del hombre creado a la imagen de la Mente y negamos que la enfermedad tenga realidad alguna.

Los sentidos materiales representan falsamente la naturaleza de Dios y del hombre. Esos sentidos no son avenidas por las cuales discernir la realidad, sino que en vez, las realidades espirituales del ser invierten y destruyen sus falsos testimonios. El hombre, como idea espiritual de la Mente única, es tan invisible para los sentidos materiales como lo es el origen infinito del hombre, el Espíritu o Mente. Los sentidos limitados simplemente no pueden comprender al hombre de la creación de Dios, al hombre que no tiene cuerpo físico ni corporalidad alguna. Pero la consciencia humana tiene la capacidad para ser iluminada por el Cristo, para apartarse de los sentidos materiales y discernir al hombre de Dios, que no posee naturaleza animal, ni antepasados humanos, ni rasgo alguno excepto de Dios. En el hombre verdadero, la belleza y la santidad se manifiestan continuamente, puesto que el hombre es superior al pecado y a las flaquezas, absolutamente más allá de una forma corporal de existencia. Éste es el hombre que las Escrituras revelan y que la Sra. Eddy dilucida en sus escritos: el único hombre que existe. Este hombre es atraído solamente hacia el bien; él es puro y santo.

El hombre creado por Dios no tiene una organización física en la cual vive. Mediante el sentido espiritual, el hombre ve la infinitud del bien y escucha los mensajes de Dios. El hombre expresa vida, movimiento, actividad, utilidad, sustancia y amor como parte integral de su consciencia. Este hombre espiritual vive en la Mente como la idea misma de la Mente, se mueve en armonía con la actividad de la Mente, ve y oye mediante los sentidos del Alma. No necesita que se le agregue nada para estar completo.

El hombre espiritual, invisible para los sentidos materiales, es el hombre que contemplamos a la imagen de Dios, el hombre que nuestras humildes oraciones y razonamiento metafísico sacan a luz como el único hombre, el hombre que usted y yo somos en realidad. Este hombre es incapaz de pecar, enfermar o morir. La Mente perfecta, cuya sapiencia manifiesta al hombre, por siempre mantiene intacta y perfecta a su representación perfecta. La Mente gobierna eternamente a su idea, sin dejar lugar para control mental alguno que pueda ejercerse mediante prácticas ocultas o manipulación mental. La omnipotencia de la Mente es benéfica, siempre está bendiciendo, jamás maldiciendo. Eternamente desarrolla las ideas que dan al hombre propósito y que lo preservan, permitiéndole expresar la naturaleza de Dios. La totalidad de Dios excluye el que cualquier otra influencia actúe para gobernar al hombre.

Estos hechos metafísicos son medicina eficaz para los males de la humanidad.

La Sra. Eddy escribe: “La metafísica divina, según es revelada a la comprensión espiritual, demuestra con claridad que todo es Mente y que la Mente es Dios, omnipotencia, omnipresencia, omnisciencia — es decir, todo poder, toda presencia, toda Ciencia. Por lo tanto, todo es, en realidad, la manifestación de la Mente”.Ciencia y Salud, pág. 275. Esta gran verdad es nuestra para demostrarla — paso a paso — mediante la metafísica científica. Entonces somos metafísicos.

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