¿Dónde empieza realmente el gobierno justo, eficaz, correcto? ¿En las capitales del mundo? En el sentido más profundo, puede pensarse que el buen gobierno comienza con los esfuerzos dedicados, persistentes, de cada uno de los ciudadanos para disciplinar sus pensamientos y acciones; para espiritualizar su perspectiva de la vida y centrarla en Dios.
El Apóstol Pablo hace hincapié en nuestra necesidad de emprender una especie de guerra “llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. O, como lo dice The New English Bible (La Nueva Biblia Inglesa): “Compelemos a todo pensamiento humano a someterse en obediencia a Cristo”. 2 Cor. 10:5. El cumplir cada vez más con este mandato cristiano abre la puerta para ejercer uno de los derechos más preciados: el derecho otorgado por Dios al gobierno propio.
De acuerdo con las Escrituras, Dios es Amor infinito, todo el Amor que existe o que siempre existirá. Este Amor es tanto el único creador y preservador del universo como la fuente inagotable de todas las bendiciones. El hombre es la idea expresada de este Amor, totalmente espiritual en carácter y sustancia. El hombre refleja lo que es el Amor. El aceptar estos hechos divinos, dejando que ellos gobiernen nuestros conceptos, motivos y experiencias, nos conduce a un sentido cada vez mayor de gobierno propio, de dominio sobre el dolor y la injusticia.
Dios es Vida eterna, irresistible, incluye todo lo esencial para el ser: vitalidad, energía, espontaneidad, alegría. El hombre jamás puede ser separado de estas cualidades; éstas constituyen su identidad real. Con esto en mente, podemos probar progresivamente nuestra inmunidad ante las sugerencias de que nosotros, o cualquier otra persona, podamos estar gobernados por circunstancias adversas, ser oprimidos u olvidados.
Dios es la única Mente, la fuente de toda percepción, inteligencia, sabiduría. A medida que comprendemos esta verdad y dejamos que tenga autoridad en nuestra vida, el temor se transforma en esperanza, la frustración en acción positiva. En la comprensión de que Dios es Mente, no hay lugar para la voluntad humana desenfrenada, el egoísmo, los celos ni la codicia. A pesar de cuales sean las circunstancias, el hombre refleja perpetuamente el gobierno supremo y totalmente bueno de Dios sobre lo que Él ha hecho. Saber esto es el punto esencial del verdadero gobierno propio.
José en el Antiguo Testamento pasó por una larga serie de adversidades, inclusive la traición de sus familiares y el encarcelamiento injusto. Pero él no permitió que esas pruebas empañaran su conocimiento del gobierno de Dios. Había aprendido claramente a rechazar el resentimiento, la desesperanza y a expresar Amor.
La consciencia de José, humilde, paciente, inspirada, que perdona, lo hizo receptivo a las ideas correctas que, además de satisfacer sus propias necesidades, lo llevaron a ser nombrado segundo en autoridad en Egipto. También solucionó de manera práctica un hambre en gran escala. Ver Gén., caps. 37–47.
¿Podemos aprender algo de esto? El bien nos viene directamente de la Mente divina y no puede ser obstruido cuando cedemos humildemente al gobierno de Dios. Esto puede requerir un cambio poderoso, penetrante en nuestra manera de ver las cosas. Pero bien vale la pena el esfuerzo y puede tener resultados de largo alcance.
La Sra. Eddy dice terminantemente: “Al reflejar el gobierno de Dios, el hombre se gobierna a sí mismo”.Ciencia y Salud, pág. 125. ¿No es ésta una reiteración cuidadosa de las enseñanzas básicas del cristianismo primitivo? Algunas personas en la época de Cristo Jesús creían que él era el medio para restaurar la monarquía del rey David y así aliviar la opresión y el sufrimiento de los judíos locales. Otros lo consideraron una amenaza al dominio romano en Palestina. Pero el objetivo de Jesús fue mucho más significativo. “El reino de Dios no vendrá con advertencia”, nos enseñó. “Ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros”. Lucas 17:20, 21.
Ésta es una ley infinita, infalible del ser espiritual; una ley que se aplica a los jefes de estado al igual que al ciudadano corriente. Independientemente de nuestros antecedentes, todos tenemos derecho a expresar gobierno propio. Dios nos ha concedido a todos la capacidad para reflejarlo a Él, para demostrar realmente la autoridad y el cuidado del Amor, la vitalidad y la energía de la Vida, la dirección y la guía de la Mente.
Estando conscientes de esto, probaremos cada vez más nuestro dominio sobre el mal gobierno.