¿Dónde empieza realmente el gobierno justo, eficaz, correcto? ¿En las capitales del mundo? En el sentido más profundo, puede pensarse que el buen gobierno comienza con los esfuerzos dedicados, persistentes, de cada uno de los ciudadanos para disciplinar sus pensamientos y acciones; para espiritualizar su perspectiva de la vida y centrarla en Dios. El Apóstol Pablo hace hincapié en nuestra necesidad de emprender una especie de guerra “llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”.
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