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A salvo bajo Su cuidado

Del número de marzo de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde hace mucho tiempo hombres y mujeres de visión espiritual han probado que el conocimiento de las verdades divinas del ser detiene la amenaza del crimen y el desorden. Ellos han podido reconocer con el poeta: “Solo tú, Jehová, me haces vivir confiado”. Salmo 4:8. Todos podemos participar de esta confianza, y participaremos en la medida en que nos purifiquemos con el entendimiento de Dios. Cuando comprendemos que Dios, que es el Espíritu, la Verdad, la Vida misma, es la sustancia de nuestro ser, vemos que nuestra percepción de que la vida es vulnerable cambia a una firme confianza en que la Vida es el bien indestructible.

La conducta criminal es una forma agresiva del magnetismo animal, o el mal. La Verdad nos da autoridad espiritual con la cual neutralizarlo y destruirlo. El mal no tiene Principio. Sus pretensiones de poder y organización son una falsedad. Es una mentira creada por sí misma, que simula agrandarse para parecer real y causar miedo. Pero es un fraude que carece de causa, sustancia y poder. La tiranía del mal se destruye mediante nuestro reconocimiento progresivo de la autoridad suprema del Principio divino, el Amor. El Principio vence el mal.

Esta comprensión es poderosa. Protegió a Moisés cuando el pueblo empezó a murmurar y a sublevarse; y a David cuando sus ovejas fueron amenazadas por osos y leones y su pueblo por el gigante, Goliat. Protegió la casa de Abigail contra el ataque. Protegió a Pablo cuando fue perseguido. Un reconocimiento del poder omnisciente de la Mente divina desarma las malas pasiones y confirma la seguridad inmutable que se encuentra en el Espíritu. Cada uno de los ejemplos anteriores tiene algo en común: una comprensión del Todopoderoso, que nos eleva sobre las olas del mal y nos lleva “al abrigo del Altísimo”. Salmo 91:1. Aquí, donde estamos conscientes de la presencia de Dios, el mal deja de ser; aun la creencia en la posibilidad del mal desaparece del pensamiento.

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