Desde hace mucho tiempo hombres y mujeres de visión espiritual han probado que el conocimiento de las verdades divinas del ser detiene la amenaza del crimen y el desorden. Ellos han podido reconocer con el poeta: “Solo tú, Jehová, me haces vivir confiado”. Salmo 4:8. Todos podemos participar de esta confianza, y participaremos en la medida en que nos purifiquemos con el entendimiento de Dios. Cuando comprendemos que Dios, que es el Espíritu, la Verdad, la Vida misma, es la sustancia de nuestro ser, vemos que nuestra percepción de que la vida es vulnerable cambia a una firme confianza en que la Vida es el bien indestructible.
La conducta criminal es una forma agresiva del magnetismo animal, o el mal. La Verdad nos da autoridad espiritual con la cual neutralizarlo y destruirlo. El mal no tiene Principio. Sus pretensiones de poder y organización son una falsedad. Es una mentira creada por sí misma, que simula agrandarse para parecer real y causar miedo. Pero es un fraude que carece de causa, sustancia y poder. La tiranía del mal se destruye mediante nuestro reconocimiento progresivo de la autoridad suprema del Principio divino, el Amor. El Principio vence el mal.
Esta comprensión es poderosa. Protegió a Moisés cuando el pueblo empezó a murmurar y a sublevarse; y a David cuando sus ovejas fueron amenazadas por osos y leones y su pueblo por el gigante, Goliat. Protegió la casa de Abigail contra el ataque. Protegió a Pablo cuando fue perseguido. Un reconocimiento del poder omnisciente de la Mente divina desarma las malas pasiones y confirma la seguridad inmutable que se encuentra en el Espíritu. Cada uno de los ejemplos anteriores tiene algo en común: una comprensión del Todopoderoso, que nos eleva sobre las olas del mal y nos lleva “al abrigo del Altísimo”. Salmo 91:1. Aquí, donde estamos conscientes de la presencia de Dios, el mal deja de ser; aun la creencia en la posibilidad del mal desaparece del pensamiento.
Si nuestra casa o una casa del barrio ha sido robada y estamos alerta, nuestra primer reacción será profundizar nuestro conocimiento del Principio divino mediante la oración científica y el estudio. Muy a menudo los dispositivos a prueba de ladrones encadenan al dueño de casa al temor, en la misma proporción en que mantienen al ladrón afuera. La seguridad se halla realmente “bajo la sombra del Omnipotente”. Salmo 91:1 Cualesquiera que sean las medidas de seguridad que parezca prudente tomar, la verdadera necesidad es una mayor espiritualidad, un conocimiento más firme del constante cuidado de Dios. Es esencial que nuestro sentido de seguridad se base en la comprensión de la nada del mal y de la absoluta totalidad de Dios. Esto requiere espiritualización del pensamiento, verdadera evangelización de carácter. Nuestra recompensa es experimentar la acción de la ley divina. La así llamada seguridad, basada en la materia, es frágil y vulnerable. La seguridad basada en una comprensión del Espíritu, es científica y siempre se puede confiar en ella, pues es el regalo de Dios para todos nosotros.
Conociendo por su propia experiencia el poder del Espíritu, la Sra. Eddy escribió a uno de sus alumnos: “Qué bendición es pensar que estáis ‘bajo sombra de gran peñasco en tierra calurosa’, a salvo en Su poder, edificando sobre Sus cimientos, y protegidos contra el devorador mediante la protección y el afecto divinos. Recordad siempre que Su presencia, poder, y paz responden a toda necesidad humana y reflejan toda bienaventuranza”.Escritos Misceláneos, pág. 263.
Cristo Jesús tuvo que encarar ultrajes y violencia, y también Pablo. Pero al enfrentar toda situación con la Ciencia divina, ellos demostraron el poder del Amor.
Hoy en día muchos han sido protegidos de ataques corporales o robos por su entendimiento de que el poder del Cristo anula la lujuria, la codicia, el odio, la desesperación. El hombre es santo, es el linaje de Dios, y, por consiguiente, ama todo lo que es bueno y puro. La lujuria y la codicia no pueden ser expresadas ni sentidas por una idea de la Mente divina. El hombre no tiene inteligencia separada de Dios; por tanto, todos estamos, en realidad, gobernados por el impulso del Amor. Es necesario percibir correctamente que el hombre es una idea a quien Dios da poder y dirige, y que glorifica a Dios.
Este razonamiento científico perfora el egotismo de la mente carnal. Derrumba las malas pasiones. Restaura la paz. El Cristo libera al pecador. El temor quisiera encender la mecha de la violencia, pero el cristianismo científico restaura la pureza de la calidad de ser hombre y mujer. El Amor limpia a la víctima de malas pasiones.
Por el año 1868 un hombre que escapó de un manicomio irrumpió en casa de la Sra. Eddy y la amenazó. Pero el afecto cristiano, tranquilo que ella expresó, impidió que él actuara irreflexivamente y lo calmó. Ella continuó orando y pronto el hombre se fue, curado. Más tarde volvió para agradecérselo, pues había sanado de su angustia mental. Ver Twelve Years with Mary Baker Eddy por Irving C. Tomlinson (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1966), págs. 49–50.
La Sra. Eddy sabía que la Ciencia Cristiana es mucho más que una teoría. Ella probó su veracidad. Escribe en Ciencia y Salud: “El pobre corazón adolorido necesita de su legítimo nutrimento, tal como paz, paciencia en las tribulaciones y un inestimable sentido de la bondad del amado Padre”.Ciencia y Salud, págs. 365–366. El Cristo disipa la inclinación criminal y provee el nutrimento necesario. También despierta a quienes temen la violencia y los insta a encontrar seguridad en el amor infinito de Dios. Los obliga a descubrir la causa real de la vida y a reconocer sólo una causa. Este crecimiento espiritual satisface el anhelo del mundo por obtener una ayuda y trae al entendimiento humano de manera más clara el cumplimiento de “en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres”. Lucas 2:14.