Antes de tener conocimientos de la Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) hace unos ocho años, no sabía lo que significaba ser realmente feliz y estar contenta. Sentía solamente que la vida estaba llena de desilusiones, de falta de armonía en las relaciones familiares y falta de estabilidad económica, lo cual hubiera podido afectar mis estudios. Además sufría de anemia crónica y de prolapso del útero.
En marzo de 1974 supe acerca de esta enseñanza al leer un ejemplar del Christian Science Sentinel que mi hermano había tomado de una de las cajas de distribución en Manila. Lo leí, y me impresionó un testimonio que relataba acerca de un hombre que había sanado de alcoholismo.
Decidí buscar (y encontré) la iglesia de la Ciencia Cristiana en nuestra ciudad. Visité la Sala de Lectura y se me recibió con mucha amabilidad. Entonces decidí registrarme en la Escuela Dominical.