Durante un huracán en las playas orientales de los Estados Unidos, mientras que algunos árboles soportaron la tremenda tempestad, otros fueron arrancados de raíz. Muchos árboles sucumbieron bajo el azote de los vientos, pero la mayoría de los sicómoros permanecieron erguidos. ¿Por qué? Porque los sicómoros echan raíces profundas en la tierra, mientras que las raíces de los otros árboles por lo general son más superficiales. Sus raíces profundas dan a los sicómoros fortaleza y estabilidad.
El sicómoro sufrió vientos tempestuosos, fuertes y arrasadoras lluvias y tierra empapada. Sin embargo, permaneció inamovible. ¿Qué capacita a la Iglesia de Cristo, Científico, para soportar ataques destructores? ¿No es el arraigar profundas raíces en Cristo, la Verdad?
Cristo Jesús edificó su iglesia sobre esta base firme de la Verdad, que él comparó con una roca. Significativamente, Jesús estableció su propia identidad espiritual antes de hacer referencia a la iglesia, por consiguiente, elevándose a sí mismo y elevando a su iglesia por encima del sentido personal. Cuando preguntó a sus discípulos quién creían ellos que él era, Simón Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Jesús felicitó a Pedro por su discernimiento espiritual del Cristo, la Verdad, declarando que el Padre le había revelado al Cristo, y añadió: “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. Ver Mateo 16:13–18.
Hoy, la roca del Cristo, la Verdad, es la piedra fundamental de la Iglesia de Cristo, Científico; es un fundamento que nunca podrá ser destruido por las pretensiones del mal. Las raíces de nuestras iglesias son tan profundas como nuestra comprensión de la Verdad, tan amplias como nuestro concepto del Amor, y tan resistentes como nosotros estemos dispuestos a reconocer que lo es el Principio. Se podría decir que echar raíces es comprender la unidad del Principio divino y el Amor como sinónimos complementarios de Dios. La demostración de la unidad del Principio y el Amor pone de manifiesto la ordenada y sólida estructura del Principio y la belleza y simetría del Amor en el trabajo de las iglesias filiales. Así que la ley y la justicia del Principio, suavizadas por la compasión del Amor, excluyen la crítica destructiva y los sentimientos heridos del sentido personal. Firmeza y poder, matizados de espontaneidad y alegría, traen inspiración y gozo a los deberes del trabajo en los comités. La constante actividad del trabajo de la iglesia es aliviada por la armonía mediante la demostración del genuino sentido de Amor, que es el Principio divino. De esta manera cumplimos, en cierto grado, con la definición de “Iglesia” que la Sra. Eddy da en Ciencia y Salud: “La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él”.Ciencia y Salud, pág. 583.
Esta estructura divina, Iglesia, no es pasiva. Es activa, vibrante, viva; demuestra a Dios. Aún así, nuestra comprensión de la inseparabilidad del Principio divino y del Amor todo inclusivo debe ser demostrada, no solamente al fundar nuestras iglesias sobre la roca espiritual de la Verdad, sino además en la curación por el Cristo. Manteniendo un concepto espiritual de Iglesia y manifestándolo, nos aseguramos de que la institución de iglesia responde a las necesidades humanas y ejemplifica la segunda parte de la definición de “Iglesia” que nos da nuestra Guía: “La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y eleva a la raza humana, despierta al entendimiento dormido de las creencias materiales para que comprenda las ideas espirituales y demuestre la Ciencia divina, y así echa fuera a los demonios, o al error, y sana a los enfermos”.
Progresamos espiritualmente según la visión que tengamos de la misión sanadora de nuestra iglesia y nuestra dedicación a ella. Ese crecimiento exige mucho: obediencia a las reglas del Principio; recta vida cristiana; servicio desinteresado y consagrado; oración sanadora por sí mismo y por los demás; y esfuerzos amorosos por ayudar al mundo.
Cumplir con la misión sanadora de nuestra iglesia es una forma específica de echar raíces profundas en la Verdad. La curación es una forma de adoración que está libre del mero dogma y ritualismo, y de la hipocresía. La curación requiere la revelación de la Verdad; el sacar a luz las realidades del ser inmortal en la consciencia individual. La autoexpresión pura del Amor siempre aparece en el pensamiento y en la vida humana de la manera como mejor pueda bendecir a la persona. La base de toda curación puede resumirse en la sucinta declaración de la Sra. Eddy: “Es el conocimiento que la Verdad tiene de su propia infinitud lo que excluye la existencia genuina de siquiera una pretensión del error”.No y Sí, pág. 30.
Una Lectora en una iglesia filial experimentó muchas curaciones durante su período de servicio, entre ellas, curaciones de congestión, influenza y tensión. Una vez, al comienzo de su término como Lectora, se levantó de su silla en la plataforma y se dirigió hacia el pupitre en un momento equivocado. Dándose cuenta de su error, se sentó muy avergonzada. Entonces discernió que tenía necesidad de humildad, de negar el sentido falso del ser con la comprensión de que el hombre refleja la Mente omnisciente, que nunca ha cometido un error. Entonces, el culto religioso continuó en orden.
Al día siguiente, un miembro de la iglesia la llamó para relatar una curación que había tenido. Primero había creído que no podría ir a la iglesia el domingo por la mañana debido a que había estado enferma por varios días. Pero se sintió impelida a ir. “Sané durante la lectura de la Lección-Sermón En el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana.”, dijo, “y fue la humildad lo que me sanó”.
¡Cuán agradecidos podemos estar por la visión inspirada que la Sra. Eddy poseía de Iglesia y por el mensaje sanador de ésta! Por medio de nuestro estudio, oración, trabajo en la iglesia y obra de curación, podemos comprender, en cierto grado, que la Iglesia es la idea de la Verdad inmortal, arraigada en el Principio divino y gobernada por este mismo Principio divino, que es Amor, y que permanece por siempre inamovible ante las tormentas de las creencias del mundo.