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Curación completa

Del número de marzo de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Dios ordenó a Moisés que sacara a los hijos de Israel fuera de Egipto, éste dudó de su habilidad para convencer a la gente de la autoridad que Dios le había conferido. Una notable demostración de la naturaleza ilusoria de la enfermedad le dio la confianza necesaria. Ver Éx. 4:6–8. Aclarando este incidente, la Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Se demostró científicamente que la lepra era una creación de la mente mortal, y no una condición de la materia, cuando Moisés metió la mano en su seno la primera vez y la sacó blanca como la nieve con esa temida enfermedad, y después restableció la mano a su estado natural por el mismo sencillo procedimiento”.Ciencia y Salud, pág. 321.

Tan convencida está la humanidad de la realidad de la enfermedad, y, en consecuencia, tan temerosa de ella, que cualquier insinuación sobre su naturaleza engañosa puede parecer sorprendente. No obstante, la Ciencia Cristiana, mediante el poder de la Mente divina, destruye la enfermedad sobre la base misma de su irrealidad, tal como lo hizo Cristo Jesús.

Básica para la Ciencia Cristiana es la proposición de que no sólo la enfermedad, sino la materia misma, carece de sustancia verdadera. En esta poderosa declaración la Sra. Eddy explica por qué: “El Espíritu es infinito; por tanto, el Espíritu es todo. ‘No hay materia’, no sólo es el axioma de la genuina Ciencia Cristiana, sino que es la única base sobre la cual esta Ciencia puede demostrarse”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 357.

El tratamiento por la Ciencia Cristiana no se trata esencialmente de deshacerse de una condición de la materia. La materia es simplemente pensamiento material objetivado. Tampoco cambiamos un feo cuadro material por uno agradable.

El cambio que resulta en curación es la eliminación de algo que es mental, tal vez una actitud empedernida, un cuadro atemorizante mantenido en el pensamiento que se manifiesta en el cuerpo, o algún rasgo de carácter desagradable. Lo que primero revela que estos estados negativos de pensamiento son falsos, y que después los elimina y finalmente ocupa su lugar, es la verdad declarada en el primer capítulo del Génesis: el universo y el hombre que expresan el bien, tan libres de enfermedad y de pecado como el Dios perfecto que los creó.

Jesús fue el sanador más grande de todos los tiempos porque él sabía enfáticamente que el hombre es espiritual. El único caso registrado de una curación que Jesús no efectuó instantáneamente, se encuentra en el evangelio según San Marcos. Jesús restaura parcialmente la vista de un ciego, y el paciente declara: “Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan”. Entonces el Maestro completó la curación. El hombre “miró”, o como algunos eruditos entienden la palabra, miró “atentamente”. Tal vez necesitaba recurrir activamente a la verdad, ver más allá del deseo limitado de obtener una visión material y en su lugar discernir espiritualmente la perfección del hombre, pues el evangelio dice a continuación: “Fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos”. Marcos 8:24, 25.

Si ponemos en práctica las verdades de la Biblia o de los escritos de la Sra. Eddy, teniendo como nuestro único objetivo la mejoría física, tal vez experimentaremos alivio, pero no curación, y es posible que retorne la enfermedad o el problema. Sólo cuando percibimos que el problema jamás tuvo existencia verdadera es que se completa la curación y se sella toda avenida que pueda conducir a una repetición del problema.

En La Unidad del Bien la Sra. Eddy escribe: “Decir que existe una pretensión falsa, llamada enfermedad, es admitir todo lo que la enfermedad es; pues la enfermedad no es más que una pretensión falsa. Para ser sanado, hay que perder de vista una pretensión falsa”. ¿Cómo puede uno perder de vista alguna cosa? Sólo desterrándola de la consciencia. La Sra. Eddy continúa: “Si la pretensión está presente en el pensamiento, entonces la enfermedad se vuelve tan tangible como cualquier realidad. Considerar a la enfermedad como una pretensión falsa es disminuir el temor a ella, pero esto no destruye la supuesta realidad de la pretensión. Para gozar de perfecta salud, tenemos que ser insensibles a toda pretensión del error”.Unidad, pág. 54. Una pretensión involucra la afirmación de algún derecho o hecho. ¿Cómo puede uno ser insensible a una afirmación falsa? Estando tan seguro de la verdad que sea imposible ser engañado o afectado por cualquier error que la contradiga.

El autor de este artículo fue impulsado a meditar sobre estos puntos debido al retorno de una condición muy dolorosa que había vencido siete años antes. Comprende ahora que en vez de borrar totalmente de la consciencia lo ocurrido, había permitido que permaneciera latente una vívida impresión de ello. El resurgimiento del problema lo obligó a ver que, en realidad, éste jamás había ocurrido, que jamás tuvo existencia o identidad, y que jamás había sido parte de él. Fue como la pesadilla de un niño de la cual él ha despertado permanentemente.

El autor del Eclesiastés nos da este sabio consejo: “Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó”. Ecl. 3:15. Puesto que Dios no conoce mal ni enfermedad, no se nos pide que archivemos un registro de ello. La Vida omnipresente nos exige que limpiemos a fondo el pasado de sus elementos irreales, la enfermedad entre ellos. Ahora somos hijos de Dios. Él es la única Vida verdadera que jamás hemos tenido. Todo lo que el futuro realmente depara es el bien de esa Vida que aún nos queda por conocer.

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