Ah, sentido mortal,
tú, fraude que te engañas,
tú, que careces de voz;
tú no puedes decir,
“¡Heme aquí!... ¡heme allí!”
ni puedes fraguar
trampas engañosas,
pues yo a salvo estoy.
(Yo vivo en Dios.)
Tú no tienes instrumento
mental o fuerza
que pueda separarme
de mi Padre,
ni tentarme
ni enajenarme.
Bautizado estoy;
purificado
en la atmósfera sagrada
en la que Dios conoce
quien soy yo.
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