El camino se alarga. Tal vez la persona no vea todavía lo que hay a la distancia. Pero él prosigue sin temor. Hasta anticipa con gozo los descubrimientos, aventuras y desafíos que le esperan.
¿Por qué? Es que está andando por el camino de la demostración, el cual conduce hacia nuevas perspectivas de la vida y realidad espirituales. Y la dirección divina puede sentirse en cada paso del camino. El consejo, el amor, la protección, hasta la curación que tal vez se necesite, están siempre disponibles. El Principio divino, el Alma, nos muestra el camino; el camino fuera de la prosecución de intereses y ambiciones materiales y hacia la meta de salvación, espiritualidad y bendición universal.
El patriarca Enoc debe de haber recorrido ese “camino”. La Biblia no nos dice mucho acerca de la vida de Enoc. En efecto, sólo unos pocos versículos revelan algo de su experiencia humana. Pero lo que se aprende de esos versículos es bastante admirable. Leemos que Enoc vivió una cantidad extraordinaria de años en la tierra. Y luego se nos dice que “caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios”. Gén. 5:24.
Por lo que se ve, Enoc no se mantuvo distanciado de Dios; ni tampoco se opuso a la voluntad y dirección divinas. Él no se apartó de la fuente y sostén de su ser verdadero, y es seguro que no hizo caso de las divagaciones del mundo ni escuchó los engaños de la mortalidad. En cambio, como la Biblia poéticamente lo narra, Enoc caminó con Dios. Y encontró su unidad eterna con el Padre. El “camino” para Enoc fue, pues, un sendero ascendente. Entró en el lugar santo preparado para cada uno de nosotros, porque sirvió a Dios. La narración bíblica de la experiencia de Enoc puede verse como un testimonio vívido del hecho científico de que el hombre, la emanación del Amor divino, jamás está separado de Dios.
He aquí la clave. Para caminar con el Padre (es decir, para comprender y demostrar la inviolable relación que existe el hombre y el Espíritu, el Alma), tenemos que ser continuamente fieles al Dios único e infinito. Tenemos que mantener un firme reconocimiento de los hechos espirituales del ser, hechos tales como: Dios es supremo, la Mente omnipotente; toda la creación es el resultado perfecto de la Mente; el Principio mantiene el universo entero bajo el control y el gobierno de la ley divina; el hombre, hecho a la semejanza de Dios, el Espíritu divino, es espiritual, eterno, completo, libre; el hombre mora únicamente en el reino del Amor y jamás está separado del bien. Las verdades del ser inmortal son universales, proporcionando apoyo y dirección a cada uno de nosotros.
Ese puro razonamiento espiritual bendice nuestra vida. Inspirados, podemos discernir que la relación entre Dios y el hombre permanece eternamente intacta, inquebrantable. La existencia misma del hombre cumple con el propósito perfecto que el Padre tiene para Su creación: glorificar al Ser Divino y dar testimonio de Él, expresar Su bondad y poder. En nuestra unidad consciente con el Amor divino, como el reflejo exacto del Amor, es donde descubrimos nuestro propósito y crecimiento verdaderos y percibimos la nobleza del hombre como el hijo de Dios.
Uno de los comentarios sobre la Biblia hace una útil observación respecto a los logros meramente temporarios de mucha gente, en contraste con la contribución permanente de una vida como la de Enoc. El comentario implica que la importancia de lo que muchos hombres consiguen alcanzar puede desvanecerse con el tiempo: “Sus éxitos tienen que ver sólo con cosas materiales. Pueden coser sus tiendas, criar su ganado, hacer sus instrumentos musicales, ser artífices de obras de bronce y hierro... Pero el hombre que descolla en importancia sobre todos los demás es el hombre que camina con Dios”.The Interpreter’s Bible, Vol. 1 (New York: Abingdon-Cokesbury Press, 1952), pág. 530.
Con esto no se pretende denigrar el lugar que tiene una ocupación normal y necesaria, sino más bien establecer un nuevo marco de referencia para su realización y propósito: aportar un amor profundo por Dios y por Su creación; venerarlo y honrarlo a Él en todo lo que hacemos. Cuando nos proponemos hacer sólo la voluntad de Dios —“caminar” con Dios — encontramos satisfacción y mérito permanentes en nuestros esfuerzos.
Se podría decir que Enoc vivió una vida de ascensión, en que su jornada lo condujo progresivamente más allá del sentido mortal a lo inmortal. A medida que nos mantenemos fieles al Principio — percibiendo la verdadera naturaleza de la existencia como establecida por Dios y espiritual (nunca material), una con la Mente, inseparable del Alma — nosotros también podemos avanzar, paso a paso, en la demostración de la continuidad permanente del ser. En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy comenta: “Si la percepción de Enoc se hubiera limitado al testimonio de sus sentidos materiales, jamás hubiera podido ’caminar con Dios’ ni ser guiado a la demostración de la vida eterna”.Ciencia y Salud, pág. 214. Haremos bien en examinar continuamente nuestro propio pensamiento para determinar si estamos limitando nuestra perspectiva de la realidad al testimonio mortal o si progresivamente estamos rompiendo las cadenas de una mentalidad material.
El Maestro, Cristo Jesús, rompió todas las cadenas de la limitación mortal. Sanó la enfermedad; redimió a los pecadores; resucitó a los muertos; resucitó él mismo de la tumba. Y ascendió. No hay duda de que la experiencia entera de Jesús ilustró un compañerismo íntimo con el Padre, una confianza profunda en la dirección de la Mente. De manera nunca igualada por nadie, él verdaderamente caminó con Dios, hasta cuando recorrió las calles de las ciudades de Judea y sus campiñas, llevando a cabo entre la gente su sagrado ministerio. Nunca antes había sido impartido a la humanidad un amor tan impelido por Dios y una sabiduría tan inspirada por la Mente. Por esto muchos reconocieron que Jesús era el Salvador. La Sra. Eddy dice de nuestro Maestro: “Jesús de Nazaret fue el hombre más científico que jamás anduvo por la tierra. Penetraba por debajo de la superficie material de las cosas y encontraba la causa espiritual”.Ibid., pág. 313.
Aunque el propósito de la vida de Jesús no tiene paralelo, la experiencia de Enoc, que no fue restringido por el testimonio de los sentidos materiales, y el ejemplo singular de Cristo Jesús, tienen en común un punto significativo. Siendo el Salvador, Jesús veía a través de todas las presentaciones ilusorias de la materia y descubría la causa espiritual. Pero el Cristo universal, la Verdad, también influyó en Enoc. Ni Jesús ni Enoc permitieron que el sentido corporal los engañara; siguiendo a la Verdad, ninguno de ellos tomó el camino de la mortalidad con su falsa y limitativa pretensión de que hay vida en la materia. Y Jesús reveló cabalmente, al curar el pecado y la enfermedad y vencer la muerte, cómo caminar en la luz del Amor divino y obtener un inmediato y permanente sentido de vida en Dios, el Espíritu.
Refiriéndose a Cristo Jesús, la epístola de San Juan en el Nuevo Testamento afirma: “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo”. l Juan 2:6. Oportunidades infinitas para progresar, nuevas posibilidades para obras sublimes de curación y regeneración, la gloriosa realización de la existencia sin limitaciones: todo esto nos espera cuando seguimos el ejemplo del Maestro y caminamos con Dios.