Todos hemos conocido casos en los que alguien que es algo tímido ha dejado que otras personas lo subyuguen, hasta que finalmente no puede soportarlo más. Se rebela y pone fin a los abusos.
Puede haber ocasiones en que cada uno de nosotros actúe un poco como esa persona demasiado tolerante. Por ejemplo, cuando el cuerpo nos apremia, pretende causarnos dolor, insiste en que estamos molestos, toma el tamaño y la forma que no debe o se queda inmóvil. Por fin llega el momento en que nos sublevamos; ya no estamos dispuestos a ser manipulados por el cuerpo.
La Ciencia Cristiana nos enseña a tomar posesión de este cuerpo, a gobernarlo desde un punto de vista espiritualmente científico. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy nos alienta a elevarnos y negarnos a ser dominados por la condición física, e indica con precisión el origen mental de lo físico. Nos aconseja: “Elevaos en la consciente fortaleza del espíritu de la Verdad para trastornar los argumentos de la mente mortal, alias materia, dispuesta a batallar contra la supremacía del Espíritu”. Un poco más abajo en la misma página nos aconseja: “En lugar de una ciega y dócil sumisión a los estados incipientes o avanzados de enfermedad, levantaos en rebelión contra ellos.”
Mas adelante dice: “Contradecid mentalmente toda queja del cuerpo, y elevaos a la verdadera consciencia de que la Vida es Amor — que es todo lo que es puro y que lleva el fruto del Espíritu”.Ciencia y Salud, págs. 390–391. Y dos páginas más adelante insiste: “La Mente tiene dominio sobre los sentidos corporales y puede vencer a la enfermedad, al pecado y a la muerte. Ejerced esa autoridad otorgada por Dios. Tomad posesión de vuestro cuerpo y regid sus sensaciones y funciones. Levantaos en la fuerza del Espíritu para resistir todo lo que sea desemejante al bien”.Ibid., pág. 393.
La Sra. Eddy era una mujer sumamente realista. Su enseñanza sobre el tema de la curación es totalmente práctica. No les pide a sus alumnos más de lo que ellos pueden lograr. El mandato de tomar posesión de nuestro cuerpo es un buen consejo, basado en la revelación divina. Cuando se lo entiende correctamente, y se actúa de acuerdo con él, el mandato lleva la autoridad y el poder del Cristo. ¿Cómo se hace? ¿Cómo podemos emprender la clase de acción decisiva que nos permitirá dominar el cuerpo, liberarnos del abuso al cual parece que puede someternos?
La respuesta está en una esfera totalmente diferente a la de quienes confían en que la mente humana es un poder gobernante. El automesmerismo es autoengaño. Cualquier aparente control temporal sobre el cuerpo mediante el ejercicio de una mentalidad finita indica esencialmente que la mente humana está arreglando nuevamente sus propias creencias. Esas creencias son variables. Fluctúan de acuerdo con los caprichos de la mente mortal.
La única forma científica de tomar posesión es entender que la condición física es, esencialmente, la proyección de la mentalidad material; y comenzar a admitir que la consciencia material es una falsificación de la única consciencia que realmente existe: la Mente divina, Dios Mismo. Es preciso que nos despojemos de la creencia de que pensamos y actuamos sobre la base de una mente que sólo tiene una débil relación con Dios. Nuestra Vida, nuestra Mente, es Dios. Él es la única Vida o Mente que tenemos.
El esforzarnos por dejar que esa verdad fundamental esté representada en nuestra vida nos capacita para pensar y actuar más en armonía con la Mente divina que como una mentalidad independiente y material. “El gobierno científico del cuerpo tiene que lograrse por medio de la Mente divina”, explica la Sra. Eddy. “Es imposible obtener el dominio sobre el cuerpo por otro medio”.Ibid., pág. 167.
Un amor profundo y práctico hacia el Dios que es nuestra única Mente, nos capacita para dominar nuestro cuerpo, subordinando la consciencia humana al poder del Cristo. Únicamente sobre esta base obtenemos la capacidad para gobernar sentimientos o acciones que parecen originarse en órganos o extremidades. La mente humana no está sostenida por el Principio divino. Su naturaleza es la falta de armonía y la inseguridad. La Mente divina es el Principio mismo, manifiesto en la ley divina invariable, en acción perfecta. Despertar a la comprensión de que la Mente no está confinada, que se está expresando en nuestra verdadera identidad espiritual, nos libera de la sumisión a las limitaciones de la materia. Estamos de acuerdo con lo que dice Pablo respecto al cuerpo: “Lo pongo en servidumbre”. 1 Cor. 9:27.
Si oramos sin una meta más elevada que la esperanza de que Dios intervendrá y forzará al cuerpo a terminar lo que causa sufrimiento, nunca tomaremos, como es debido, posesión de nuestro físico. Tenemos que vislumbrar la verdad de que la Mente divina nunca ha estado separada de su idea, el hombre real. Esta relación está intacta ahora mismo; la Mente es la sustancia de la verdadera consciencia.
Cada uno de nosotros puede lograr esta visión. Dios la revela a través de Su Cristo. A medida que esta comprensión se hace más clara, la mente humana se libera de temores y de la ignorancia que de otro modo podrían representarse en el cuerpo en forma de sufrimiento. Tomamos posesión de nuestro cuerpo, gobernamos lo que siente y hace, sólo en la proporción de nuestra regeneración espiritual: la transformación del pensamiento que nos impele a elevarnos, a actuar desde la base de la Mente divina todopoderosa.
A través de la espiritualización del pensamiento ponemos el cuerpo bajo el gobierno de la Mente divina, bajo su acción indolora y motivadora. Bajo ese gobierno divino las restricciones, limitaciones y pesares de la experiencia humana se alejan. Y no esperamos simplemente ser amos en vez de siervos de la materia. Nuestro propósito más profundo es probar la supremacía de la ley de la armonía de Dios, Su gobierno supremo de todo ser.
Nuestro logro de dominio sobre el cuerpo coincide con nuestra sumisión a la consciencia divina. Paso a paso encontramos que nuestros pensamientos y acciones concuerdan con la voluntad de Dios. Descubrimos que el hombre no es materia animada, sino que su identidad es el reflejo individual del Espíritu inteligente. Nuestra meta es dar evidencia del hecho de que el gobierno de Dios no tiene fallas; y la demostración de este hecho saca a luz la naturaleza espiritual y pura del hombre como hijo perfecto de Dios.
Al ir probando esta verdad eterna puede que tengamos momentos en que de pronto necesitemos despojarnos de la apatía, rebelarnos contra la desarmonía física, rechazar vigorosamente la dictadura de un cuerpo material. ¿Tiene usted el valor basado en la Mente para levantarse y rebelarse?