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La única influencia divina y verdadera

Del número de junio de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El pensamiento humano a cada momento está sometido a influencias malas y buenas. Pero la única influencia divina, manifestando todo el bien, está presente ahora para guiarnos y protegernos contra toda forma de mal. Es el Cristo, la Verdad, expresando la presencia de Dios y demostrando Su poder. Podemos probar en forma progresiva que el Cristo está eternamente activo y que nunca puede debilitarse ni detenerse.

La Ciencia Cristiana nos enseña cómo proteger el pensamiento de la influencia del mal; esto requiere receptividad a todo el bien que está ya incluido en el Cristo-hombre, la imagen exacta de Dios. El hombre es, en realidad, la idea inseparable de Dios, expresando únicamente el todo-poder de la Vida, la Verdad y el Amor. Finalmente llegaremos a comprender plenamente que, en realidad, no existe ningún mal o discordia al que tengamos que responder.

La Biblia declara: “Vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Gén. 1:31. El error, el mal de cualquier clase, es completamente ajeno al reino de Dios, el universo único e infinito. No hay vestigio de verdad en el error así como no hay vestigio de oscuridad en la luz.

Por cierto que la enfermedad, la carencia y otras discordancias pretenden tener poder e influencia. Pero estas falsas pretensiones muestran únicamente la aceptación errónea de la creencia de que el mal puede tener causa. Fundamentalmente son sugestiones mentales agresivas de temor, odio, superstición, envidia, improbidad y otros males. Pero mediante la aplicación de la Ciencia divina, cedemos al poder sanador del Cristo. El cuerpo responde a la ley de la armonía de Dios y la discordancia desaparece.

La Sra. Eddy escribe: “Un paciente bajo la influencia de la mente mortal sólo es curado al quitar la influencia que sobre él ejerce esta mente, vaciando su pensamiento del estímulo erróneo y de la reacción del poder de la voluntad y llenándolo con las energías divinas de la Verdad”.Ciencia y Salud, págs. 185–186. La Verdad es absoluta, pero es también demostrable aquí y ahora a fin de responder a nuestras más pequeñas necesidades diarias.

Pablo dice acerca de la mente carnal o mente mortal que es “enemistad contra Dios”. Rom. 8:7. Esta mente carnal, nos ofrece constantemente su propaganda, afirmando que el hombre está atrapado en un cuerpo material y en una mente finita. Si esto se aceptara, esta mentira haría que el hombre dependiese irremediablemente de la materia y de las leyes materiales para su bienestar; pretendería que, bajo ciertas condiciones, se puede perder la salud.

Un día, al estar investigando sobre el origen de la palabra “influenza”, encontré que derivaba de la palabra “influencia”. Esta investigación me mostró que, en el pasado, las epidemias eran atribuidas a la influencia de las estrellas. Esta forma de sufrimiento tiene sus raíces en la creencia supersticiosa de que la materia y sus llamadas leyes materiales gobiernan al hombre, en vez de Dios y Su ley espiritual de armonía omnipotente. Podemos probar que ese sufrimiento ilustra únicamente la hipnótica y falsa pretensión o creencia del magnetismo animal. La Sra. Eddy en Ciencia y Salud menciona la siguiente cita de un informe de las teorías de Mesmer: “ ‘Existe una influencia mutua entre los cuerpos celestes, la tierra y las cosas animadas. Los cuerpos animales son susceptibles a la influencia de este agente, diseminándose por medio de la sustancia de los nervios’ ”.Ciencia y Salud, pág. 100. Mas el capítulo en el que se cita este informe está dedicado a exponer y denunciar al magnetismo animal como una falsedad carente de poder.

La enfermedad, por lo tanto, nunca es una influencia real. Tampoco lo es el pecado ni ninguna forma de superstición o error. La creencia de que la enfermedad es real puede ser eliminada por medio de la comprensión de que solamente la Verdad está presente y en operación; que la salud, y no la enfermedad, es un hecho espiritual. A veces, parece que el pecado o la sensualidad tiene poder para influir, para arrastrar al individuo e impedirle vivir rectamente. Pero el poder irresistible de la Verdad está allí mismo, para elevarnos a una acción más pura y elevada. Podemos responder a la Verdad. Cuando cedemos a la pureza en vez de ceder a la impureza, el pecado es derrocado y prevalece la influencia divina del Amor.

Nuestro Mostrador del camino, Cristo Jesús, nunca veía la enfermedad, o cualquier otra discordancia como proveniente de Dios. Como él sabía que los errores no tenían influencia real, efectuó innumerables curaciones. Cuando sanó al muchacho epiléptico, dijo: “Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él” Marcos 9:25., y el muchacho se sanó.

El mismo poder del Cristo, la Verdad, está destruyendo muchos de esos errores en la actualidad, probando su irrealidad e impotencia. La Verdad es la única influencia divina y verdadera.

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