En respuesta a una pregunta con respecto a la mansedumbre y la humildad, me fue difícil citar algo de la Biblia que indicara que Dios Mismo es manso o humilde. Sin embargo, es claro que éstas son buenas cualidades cristianas, esenciales incluso para obrar nuestra salvación. ¿De dónde provienen, pues, la mansedumbre y la humildad, y cómo armonizan con la Ciencia del ser?
La mansedumbre y la humildad fueron cualidades sobresalientes de Cristo Jesús, el Mostrador del camino. Jesús fue el individuo que más claramente ejemplificó al Cristo como la verdadera idea de Dios. Pero Jesús era humano. Nació de María. ¿Es éste un indicio de que las cualidades de humildad y mansedumbre son cualidades de transición que apoyan nuestro despertar a la realidad? Son cualidades esenciales de aquella consciencia humana que más claramente refleja lo divino. En el análisis que la Sra. Eddy hace en Ciencia y Salud de la “Traducción Científica de la Mente Mortal”, la cualidad moral “mansedumbre” aparece en el segundo grado, o como cualidad de transición. Ver Ciencia y Salud, pág. 115.
De ahí la pregunta: ¿Cuál es el origen de esta cualidad? La mansedumbre debe ser un factor para poder reconocer la nada de la vida e inteligencia materiales, y la totalidad de Dios. En realidad no hay poder o presencia aparte del Espíritu infinito.
La humildad es un paso básico en nuestro progreso hacia el Espíritu. Históricamente esto se ha manifestado en diferentes maneras de rendir homenaje a Dios, como, por ejemplo, haciendo una reverencia. Pero naturalmente, la humildad es fundamentalmente mental, no física. En algún momento y de alguna manera todos debemos reconocer la totalidad de Dios, el todo poder de la Mente divina, el único Ego, el gran Yo soy. El hombre, como reflejo de Dios, no tiene otro poder, inteligencia o ser que los que se derivan de Dios, la única fuente. Comprendiendo esto, comenzamos a entender la siguiente afirmación de Jesús: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre”. Juan 5:19.
Ese reconocimiento, que el hombre depende enteramente de Dios, es lo que otorga poder a nuestras oraciones. Sólo mediante la humildad comprendemos que el poder es divino y, por lo tanto, ilimitado, que la capacidad del hombre es capacidad reflejada. Debido a que Jesús reconocía tan claramente el poder de Dios, los demonios eran echados fuera, las enfermedades curadas y los muertos resucitados. El poder del Cristo se manifestaba claramente a través de la humildad, la transparencia, de Jesús.
Moisés fue un hombre de gran humildad. Esta cualidad lo capacitó para reflejar la voluntad divina. Por otra parte, Pablo, el intelectual, estaba cegado por el orgullo, su fariseísmo, hasta que llegó al punto de subordinar firmemente lo humano a lo divino. La oración de Pablo fue: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Hechos 9:6. Por medio de la transformación del pensamiento se le abrió un mundo de oportunidades completamente nuevo. Empezó a comprender la fortaleza divina y el poder espiritual. Para llegar a ese punto, debe de haber reconocido la nulidad de la vida y la inteligencia en la materia.
La mente humana se resiste a este reconocimiento de su propia nada, y de ahí la lucha entre la carne y el Espíritu. Podemos ver la arrogancia de la denominada inteligencia material reflejada en muchos aspectos de la experiencia humana. Era muy evidente en la época de Jesús. Dondequiera que aparezca es siempre fariseísmo. La Sra. Eddy dice: “Este concepto, inculcado por la Ciencia, de que lo humano y lo material son nada, encoleriza a la mente carnal y es la causa principal del antagonismo de la mente carnal”.Ciencia y Salud, pág. 345.
La enfermedad es egotismo, especialmente la creencia en la enfermedad incurable. Es una creencia en inteligencia allí donde no hay inteligencia. El pecado es egotismo. Estos errores son imposiciones, la creencia en un yo separado de Dios. Con un reconocimiento claro de la totalidad de Dios, el Espíritu, Jesús despojó a esos errores de poder y de presencia. La Sra. Eddy dice de Jesús: “El ‘varón de dolores’ comprendió mejor que nadie la nada de la vida e inteligencia materiales y la poderosa realidad de Dios, el bien, que incluye todo. Esos fueron los dos puntos cardinales de la curación por la Mente, o Ciencia Cristiana, que le armaron de Amor”.Ibid., pág. 52.
Es interesante observar que fue esta misma cualidad de mansedumbre — someterse a la comprensión de la nulidad de la materia y la totalidad de Dios — lo que capacitó a Jesús para ejercer gran autoridad. Él obraba sobre la base de que Dios es la única Mente, el único poder, el bien ilimitado.
De acuerdo con la Biblia, Dios dice así: “Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí”. Isa. 45:5. Y el segundo mandamiento describe a Dios como “celoso”. Éx. 20:5. Ésta podría ser una manera de decir que el bien es infinito y supremo y que el mal es irreal. Dios, el bien, no tolerará el mal. Se nos exige que abandonemos nuestra creencia en el mal y tengamos un solo Dios.
Otra fase de la mansedumbre y el poder se pone de manifiesto cuando comprendemos que Dios es la única causa y el hombre es el efecto. El hombre no es un creador. No es ni causa ni origen. El hombre siempre está en la posición de ser efecto. Este hecho constituye un desafío para el orgullo humano. Pablo pregunta: “¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?” 1 Cor. 4:7.
Toda inteligencia, motivación, iniciativa, inspiración, autoridad y capacidad creadora verdaderas provienen de Dios. No existe otra inteligencia. Como expresión de Dios, el hombre tiene a su disposición todos los recursos ilimitados de la Mente divina para aprovecharse de ellos y expresarlos constantemente.
Mientras reconozcamos que sólo hay una Mente, una causa, un Padre, podremos reclamar como nuestra herencia todo el bien de Dios. Las enseñanzas de Jesús incluyen esta bienaventuranza: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”. Mateo 5:5. ¿Por qué? Porque los mansos reconocen la totalidad de Dios. Cuando no poseemos otra Mente sino Dios, estamos demostrando el reino de los cielos dentro de nosotros, y éste es el estado mental que hereda la tierra.
La intelectualidad y el orgullo van a menudo juntos y constituyen la resistencia a la espiritualidad. Sin embargo, definida correctamente, la inteligencia aparece como una de las cualidades primordiales de Dios, y, por lo tanto, la inteligencia del hombre es espiritual: proviene de la Mente divina. Somos inteligentes sólo en tanto que nuestro pensamiento está espiritualizado, en tanto que comprendemos las leyes de Dios y reconocemos el gobierno del Principio divino. El conocimiento empírico de por sí carece de valor esencial. Trata acerca de creencias falsas y no de la realidad del ser.
La oración en la Ciencia Cristiana es el reconocimiento de la totalidad de Dios y la unicidad de la Mente. Es someterse a la ley de Dios como la base de toda armonía, salud y bienestar. Es la refutación del testimonio del sentido material, cualquier sentido de ego en la materia. El Maestro, Cristo Jesús, fue el supremo practicista del Cristo sanador. Por su humildad y su mansedumbre reveló el poder divino y nos señaló el camino de la salvación.