No basta con horrorizarse, estar temerosos o resignarse al crimen y a la violencia tan prevalecientes hoy en día. El problema no está en modo alguno limitado a un país solamente. Las noticias informan sobre el aumento en la frecuencia de crímenes en todo país y región. La gente naturalmente se pregunta el porqué de todo esto y quieren saber qué se puede hacer al respecto.
Tales atrocidades indican algo más que delincuencia individual. Éstas están alentadas por la actitud mental de la sociedad. Este hecho de ninguna manera disculpa tales atrocidades, pero sí indica la naturaleza y magnitud del problema y el hecho de que todos nosotros, individual y colectivamente, podemos contribuir a hallar una solución.
En una notablemente perceptiva disertación que nuestra Guía, Mary Baker Eddy, dio en 1895, previno a sus estudiantes contra los más oscuros y sinuosos elementos del pensamiento mortal pecaminoso. Instando a adoptar una acción mental vigilante y de oración, afirmó: “La creciente necesidad de confiar en Dios para que Él nos defienda contra las formas más sutiles del mal, nos hace recurrir a Él con menos reserva en busca de ayuda, y así viene a ser un medio de gracia”.Escritos Misceláneos, pág. 115.
Ciertamente que el paso fundamental es recurrir a Dios Todopoderoso, quien es Principio y Amor; los medios y arbitrios humanos ya se ha visto claramente que son inadecuados. Sin embargo, la Sra. Eddy a través de todos sus escritos, pone bien en claro que la oración eficaz es mucho más que una mera súplica o ruego. Con perceptivo realismo espiritual señala los elementos de la depravación total que está bajo la superficie del pensamiento mortal. Estos elementos tienen que ser encarados firmemente, desenmascarados y destruidos con la ley demostrable de Dios entendida en su Ciencia: la salvadora Ciencia del Cristo.
El problema prominente que fundamenta los crímenes violentos es la idiotez moral: un adormecido estado mental en el cual la consciencia y cualquier sentido de culpabilidad por el pecado, se pierden. “Si esta condición mental no es superada”, dice la Sra. Eddy, “termina en la pérdida total del discernimiento moral, intelectual y espiritual...” Ibid., pág. 112. Éste es un estado mental particularmente susceptible a los impulsos criminales. Sus efectos también se ven en la empedernida tolerancia por parte de la sociedad hacia las actividades del crimen: un estado de indolencia e inacción caracterizado por resignación en vez de por determinación.
No obstante, las personas individualmente, y quienes orientan el pensamiento así como la acción social, pueden hacer mucho para cambiar esta situación. Se necesita dar mayor atención a los pensamientos. Las acciones reflejan los pensamientos. En el libro de texto de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), la Sra. Eddy pregunta: “¿No es claro que tiene que ser la mente humana lo que impulsa al cuerpo a cometer un acto malvado? ¿No es acaso la mente mortal el asesino?” Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 104. Los desafíos que presentan los pensamientos asesinos, las maquinaciones del mal, los impulsos de enojo y los motivos depravados pueden, y deben, ser enfrentados con el poder moral y espiritual, tanto individualmente como por parte de la sociedad en general.
La naturaleza altamente impresionable de la mente humana tiene que ser reconocida. La Sra. Eddy toca este punto cuando escribe: “Es la maraña de barbarismos en la instrucción lo que deploramos — el mero dogma, la teoría especulativa, la ficción nauseabunda. Las novelas que sobresalen sólo por sus cuadros exagerados, ideales imposibles y tipos depravados llenan con malos gustos y malos sentimientos las mentes de nuestros jóvenes lectores”.Ibid., pág. 195. Las noticias acerca de individuos que perpetran fantasías violentas como las que presentan el cine y la televisión, ilustran la susceptibilidad del pensamiento que está desprevenido espiritualmente para las sugestiones malévolas.
La Biblia dice de un hombre: “Cual es su pensamiento en su corazón, tal es él”. Prov. 23:7. Lo mismo podría decirse de una nación. Esto nos lleva a preguntarnos:
• ¿Qué clase de pensamientos estamos aceptando y abrigando como nuestros?
• ¿Permitimos que cuadros vívidos de comportamiento criminal, amoral o corrupto circulen en nuestro hogar mediante la televisión u otros medios de difusión?
• ¿Qué decir de los pasatiempos en la televisión que toleramos para nuestros niños?
• ¿Qué nivel de honestidad y ética expresamos en nuestra vida privada? ¿En nuestros negocios? ¿En nuestras relaciones laborales o profesionales? ¿En nuestro trabajo en la iglesia?
• ¿Practicamos, aun levemente, la manipulación mental en el hogar, en el salón de clase, en la oficina, en la iglesia?
Y en cuanto al nivel de la sociedad misma:
• ¿Tiende la violencia en los programas cinematográficos y de televisión a educar a los niños (y a los adultos) en técnicas específicas para cometer crímenes y cómo hacerlos sin ser castigados por ello?
• ¿Tiende a inocular al público con actitudes amorales?
• ¿Inculca sutilmente la apática creencia de que el crimen y la violencia deben ser aceptados como parte normal de la vida?
• ¿Qué efectos produce la creciente práctica de técnicas sofisticadas de manipulación mental (en la publicidad, anuncios, propaganda de venta, administración, educación, etc.) en la integridad mental y moral de la gente?
Pero se necesita algo más que preguntas. Nuestra posición en favor de la integridad moral, comportamiento cristiano y orden social tiene que ser firmemente respaldada por la comprensión espiritual y la demostración. La Sra. Eddy escribe: “Vuestros medios de protección y defensa contra el pecado son: la vigilancia y la oración constantes para que no entréis en tentación y para que seáis liberados de toda pretensión del mal, hasta que sepáis y demostréis inteligentemente, en la Ciencia, que el mal no tiene ni prestigio ni poder, ni existencia, por cuanto Dios, el bien, es Todo-en-todo”.Esc. Mis., pág. 115.
El trabajador que ora “en la Ciencia” sabe que está utilizando las verdaderas leyes de Dios y confiando en ellas. Estas leyes espirituales son demostrables, y universales en sus efectos transformadores; son más poderosas que cualquier otro medio o método porque dan testimonio de la omnipotencia y omnipresencia de Dios, el Espíritu, el Amor. Uno descubre que esta Ciencia lo capacita para invertir las sugestiones e impulsos del pecado y aferrarse firmemente a los pensamientos que emanan del Principio divino, la Mente. Para este propósito encontramos abundantes declaraciones de verdad en las Escrituras y en el libro de texto de la Ciencia Cristiana.
Quienes oran a la luz de la Ciencia Cristiana tienen una oportunidad — y una responsabilidad especial — de tratar la crisis criminal de nuestros días como una enfermedad epidémica y hacerle frente con la Verdad. Tienen que reconocer que los crímenes en cualquier parte del mundo, por no tener validez espiritual, no pueden ser contagiosos. Conscientemente tenemos que poner a todo hombre, mujer y niño en los brazos del Padre, donde están protegidos tanto de los impulsos criminales como de sus violentos efectos.
Cuando la Ciencia del cristianismo sea totalmente comprendida y practicada, se verá que es adecuada para neutralizar el miasma amoral que aflige a la sociedad, y para reemplazar la idiotez moral con la integridad cristiana e inteligencia espiritual. En esta Ciencia obtenemos la comprensión de lo que es la inmutable ley espiritual. Esta ley está disponible para gobernar todos los pensamientos humanos y todas las acciones humanas, libera al individuo y a la sociedad de motivos e impulsos pecaminosos, revela el reino de los cielos en la tierra y saca a luz la verdadera naturaleza del hombre como el reflejo puro de la Mente infinita que lo ha creado.