Probablemente todos nos hemos hecho esta pregunta, y otras similares: “¿Soy importante para los demás? ¿Extrañarían mi presencia? ¿Realmente importa que yo exista?”
Un día, preocupada por dudas semejantes a éstas, miré una rosa roja que engalanaba el jardín con sus maravillosos colores. Con gran admiración ante su belleza, musité: “¿Está esa rosa analizándose para ver si es o no importante? ¿Se está preocupando acerca de su razón de ser o si su color agrada a los que la miran?”
Esta manera de pensar me ayudó a ver que esa rosa sí tenía importancia allí, y en ese mismo momento: la importancia de estar expresando vida, luz, belleza y paz en el jardín. Considerada espiritualmente, la rosa estaba manifestando cualidades divinas. Entonces me di cuenta de que como reflejo de Dios, todos somos importantes. Nuestra razón de ser es representar la felicidad, el amor y la humildad dondequiera que estemos. Lo único que debiera ser importante es expresar a Dios. Esto es lo que nos da importancia y estimación.
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