Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, uno puede encontrar en la Biblia el desarrollo del concepto de la humanidad respecto a la relación del hombre con Dios. En realidad, esta relación es de lo que se trata la vida. Explica nuestra identidad o razón de ser.
El libro del Génesis relata el mensaje de Jehová a Abraham que sería “padre de muchedumbre de gentes” y que Dios establecería Su pacto con ellas y les daría “toda la tierra de Canaán en heredad perpetua”. Gén. 17:4, 5, 8. Esto se interpretó como una garantía para el pueblo de Israel de que tendrían una herencia nacional para siempre. En años subsiguientes, el pueblo judío ha aceptado esa promesa como un derecho legal a la tierra llamada más tarde Palestina, incluyendo la ciudad de Jerusalén. Durante los siglos de su dispersión a otros lugares, muchos han anhelado volver a su suelo patrio. Pero en un sentido más amplio, podemos ver que al establecer Su pacto entre los hombres, Dios se estaba dirigiendo a toda la gente, no sólo a una nación o religión en particular.
El concepto del Sionismo, como se desarrolló en los siglos diecinueve y veinte, procuraba un retorno de los judíos de estos días a la tierra en que habitaron sus antepasados y ahora procuran el desarrollo de ese suelo patrio. Pero cuando consideramos a Sion como un concepto espiritual más bien que como un lugar geográfico, adopta un significado mucho más profundo. Parte de la definición de “Sion” en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por Mary Baker Eddy, es: “Base y superestructura espirituales; inspiración; fuerza espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 599. El retorno a este Sion requiere que se comprenda la adoración al Dios único, que es Espíritu, y no materia. Siendo un estado espiritualmente mental, Sion es universal y está seguro en la Mente divina, no sujeto a la territorialidad o a la pérdida. Por otra parte, cuánto más satisfactorio sería para cualquiera de nosotros que esté considerando a Jerusalén sólo como la patria de un número limitado de mortales, buscar y encontrar la Nueva Jerusalén, definida en el libro de texto como: “La Ciencia divina; las realidades espirituales y la armonía del universo; el reino de los cielos, o reino de la armonía”.Ibid., pág. 592.
Cuando se comprende que tanto Sion como Jerusalén son espirituales, somos bendecidos al saber que se los puede encontrar en la consciencia, y al reconocer que están disponibles para todos. Las dádivas de Dios no son concedidas a unos y negadas a otros. Todos tienen acceso a Su gracia y amor. Cuando esto comprende suficientemente, se manifiesta de manera natural un ajuste apropiado en la escena humana.
Las bendiciones del pacto que Dios hizo con el pueblo desde Abraham hasta Moisés dependían de la disposición de ellos de obedecer a Dios y a Su mandato. Los Diez Mandamientos Ver Éx. 20:3–17. que Moisés trajo a los israelitas, eran en realidad un pacto entre ellos y Dios. Esos mandamientos les garantizaron a los israelitas la seguridad bajo una ley moral. Detallan el deber de obedecer a Dios y de amar a Dios y al prójimo. Ese conjunto de leyes es todavía una dirección segura hacia la vida y la paz en nuestros días presentes.
Los profetas del Antiguo Testamento: Miqueas, Isaías, y otros, predicaron la necesidad de apartarse de las tendencias materialistas e ir hacia Dios. Ante las transgresiones de la gente — su ruptura del pacto divino aun cuando Dios los había sacado de Egipto — Jeremías citó a Jehová como diciendo: “Haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá”. Jer. 31:31. En este nuevo pacto Dios escribiría Su ley en los corazones de la gente, y todos ellos Le conocerían; Dios perdonaría el pecado de ellos. ¡Qué maravilloso nuevo comienzo sería éste!
La promesa se cumplió con el advenimiento de Cristo Jesús, quien mostró por su manera de vivir, como también mediante sus enseñanzas y curaciones, lo que significaba el nuevo pacto o testamento. En su última cena, como Lucas lo relata, dio la copa a sus apóstoles, diciendo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre”. Lucas 22:20. Lo nuevo en el pacto de Cristo se vio en la demostración de que Dios es Amor. Eso sobrepasó el concepto más humanístico de un Jehová que podía odiar y castigar a Sus hijos pero también amarlos.
Las enseñanzas de Jesús cumplieron la ley establecida en el Decálogo de Moisés. Ellas mostraron las bendiciones de Dios a Sus hijos. El Maestro dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir”. Mateo 5:17. Él reconoció que el Cristo es universal, cuya actividad va más allá de un lugar o época en particular. Cuando dijo: “Antes que Abraham fuese, yo soy”, Juan 8:58. se identificó verdaderamente con su Padre, Dios, y mostró que puesto que Dios es Espíritu, el Hijo de Dios es, por tanto, espiritual. Bajo esta luz, el “pacto” entre Dios y el hombre sólo podía ser una unicidad divina, unidad, más bien que una dualidad; un Dios perfecto y Su reflejo, un hombre perfecto, más bien que una Deidad separada de Su creación. Podemos afirmar, entonces, nuestra naturaleza inmortal y armoniosa y rechazar cualquier creencia de inarmonía o de un poder aparte de Dios. Esto lleva a la curación individual como también a la de asuntos mundiales.
Este “nuevo pacto”, esta verdadera relación del hombre con Dios, que fue vivida por Cristo Jesús, fue revelada en el siglo diecinueve en la Ciencia Cristiana. La Descubridora de esta Ciencia, la Sra. Eddy, vio que las promesas de la Biblia eran realidades vivientes. Ella mostró que la ley moral en el Decálogo y las enseñanzas de los profetas todavía son aplicables hoy en día, y demostró que la curación cristiana es tan posible en esta época como en los días de Jesús. Su intención en organizar la Iglesia de Cristo, Científico, fue para “conmemorar la palabra y las obras de nuestro Maestro, la cual habría de restablecer el Cristianismo primitivo y su perdido elemento de curación”.Manual de La Iglesia Madre, pág. 17.
Aceptemos el pacto de bendición y obediencia que Dios hizo con Abraham y Moisés. Afirmemos que la promesa de Jeremías del “nuevo pacto” es aplicable a nosotros hoy en día. Después, reconozcamos el poder del Cristo para revelar a toda la humanidad la verdad de que es linaje de Dios. Ciencia y Salud declara: “El trueno del Sinaí y el Sermón del Monte van tras los siglos y los sobrepasarán, reprendiendo en su carrera todo error y proclamando el reino de los cielos en la tierra. La Verdad está revalada. Sólo es menester practicarla”.Ciencia y Salud, pág. 174. Esta promesa se está cumpliendo. Podemos aceptarla y demostrar la Verdad que la cumple en nuestra vida diaria.
Al que venciere,
yo lo haré columna en el templo de mi Dios,
y nunca más saldrá de allí;
y escribiré sobre él el nombre de mi Dios,
y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén,
la cual desciende del cielo, de mi Dios,
y mi nombre nuevo.
Apocalipsis 3:12
