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En mi juventud investigué varias avenidas materiales buscando paz...

Del número de enero de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En mi juventud investigué varias avenidas materiales buscando paz y felicidad y alguna razón para vivir. Finalmente‚ gracias a un sincero anhelo de algo mejor‚ encontré la Ciencia Cristiana. Cuando esto ocurrió, leí el libro de texto de la Ciencia Cristiana‚ Ciencia y Salud por la Sra. Eddy‚ desde el comienzo hasta el fin. Inmediatamente‚ mi vida y mi manera de pensar empezaron a cambiar. Tuvieron lugar maravillosas mejoras. Incluso mis amistades comentaron sobre el cambio en mi comportamiento y apariencia. Por meses sentí fuertemente el amor de Dios en todas partes. Realmente comencé a vivir. Todo esto ocurrió hace ya más de treinta y cinco años.

Hemos educado a un hijo y a una hija excelentes en la Ciencia Cristiana. Aunque mi esposo no es Científico Cristiano‚ él apoyó por completo el que yo educara a los niños con estas enseñanzas. Ninguno de los niños tomó nunca medicina de ninguna clase‚ y cada año trajeron con orgullo a casa sus certificados de asistencia perfecta al colegio. Las llamadas enfermedades infantiles‚ si aparecían‚ eran prontamente curadas.

A edad muy temprana‚ nuestro hijo tuvo una desagradable enfermedad de la piel. Fervientemente traté de verlo en la Ciencia como el hijo de Dios‚ espiritual y puro‚ pero no pareció haber mucho progreso. Cuando el chico estaba a punto de empezar el primer grado‚ yo me preocupé mucho por lo que los maestros pudieran decir cuando vieran la condición. Más o menos en esa misma época recibí instrucción en clase de la Ciencia Cristiana. Me sentí tan inspirada por esa experiencia‚ y regresé a casa tan convencida del poder sanador de Dios y del amor que Él siente por todos Sus hijos‚ que me sentí completamente libre de cualquier temor por el chico. La enfermedad de la piel desapareció antes de su primer día en la escuela‚ y nunca la ha vuelto a tener. Hoy en día‚ es un joven apuesto‚ sin un sólo defecto o cicatriz.

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